¿Qué estamos pidiendo cuando pedimos un verdejo?
Y es que hace tiempo que verdejo ha dejado de ser sólo patrimonio de Rueda. Hay ya otros territorios donde se vienen elaborando vinos blancos con esta uva
No es cuestionable que la variedad blanca verdejo está íntimamente ligada a la denominación de origen Rueda, su principal seña de identidad porque es su uva autóctona. Pero a la vez es igual de cierto que Rueda hace un tiempo que ha perdido ese ‘relato’ –como se estila decir ahora– como propio. Porque la verdejo ya no es sólo suya. Esto quiere decir que cuando se habla de vinos de verdejo no tienen por qué ser de Rueda, y esto está bien tenerlo claro. Actualmente, con el marchamo de su propia denominación, hay blancos elaborados con esta uva de Jumilla o de Rioja, por ejemplo. Porque en el seno de sus propios Consejos Reguladores se decidió hace no mucho tiempo que la verdejo pasaba a formar parte de las variedades autorizadas para hacer vinos blancos en los territorios que esas denominaciones amparan.
Pero además son muchas y variopintas las bodegas repartidas por el territorio patrio que recurren a la verdejo para hacer blancos, tanto en solitario como en combinación con otras uvas. Sin ir más lejos, en la misma región castellano leonesa de la que es vecina la DO Rueda, son bastantes y muy bien valorados los verdejos que se están haciendo y que salen al mercado como Vino de la Tierra de Castilla y León porque proceden de zonas que no ampara Rueda o porque las bodegas así lo prefieren.
Es a esta situación a la que responde la cuestión con la que arranca este artículo, porque si bien es verdad que, por lo general, cuando uno pide un Rueda es porque quiere un vino de verdejo, no debería ser tan evidente que pedir un verdejo suponga que se espera un blanco de Rueda por lo que acabamos de apuntar. Aclarado esto, con la verdejo pasa como con el resto de variedades, las diferencias de comportamiento de la cepa (y por ende el resultado en la botella) las determina el territorio de origen y las variables habituales (suelos, clima, ubicación, paisaje…), con lo que vuelve a ser un error generalizar cuando se habla de ‘vinos de verdejo‘.
Atendiendo a estas razones, traemos cinco verdejos ajenos a Rueda. Los dos primeros de tierras segovianas, por eso en el mercado con la contraetiqueta de VT Castilla y León, y los otros tres de zonas tan distintas como Albacete, Toledo y Jumilla. Cinco referencias que hoy, día de San Isidro, harán buenas migas con las típicas rosquillas madrileñas que marca la tradición, las listas y las tontas.
Entre los blancos de referencia en territorio castellano se cuenta Ossian 2020 (32,50 €) de Ossian Vides y Vinos, asentada en la provincia de Segovia (Nieva). Se trata de un verdejo de viñas viejas segovianas (entre 100 y 200 años), ecológico y ésta es su nueva añada. La singularidad de esta zona y de sus viñedos se debe, entre otros motivos, a sus suelos, principalmente arenosos y con una mayor presencia de pizarra que en los viñedos vallisoletanos. Aparte la viña tiene una altitud media de 900 metros, con lo que está sometida a condiciones extremas. En cuanto a la elaboración, se fermenta en barrica y tiene una posterior crianza de nueve meses con sus lías. Un vino elegante, expresivo, donde destacan notas de fruta de hueso, tostados y recuerdos cítricos. Con volumen en la boca, jugoso, buena frescura y persistencia. Un gran vino siempre.
El siguiente blanco es un recién llegado pero un gratísimo descubrimiento. Forma parte del proyecto de Viñadores de Castilla firmado por Pepe Rodríguez de Vera, un movimiento de recuperación y puesta en valor del patrimonio vitivinícola de Castilla y León. Se trata de Los Perdederos 2020 (27 € aprox.) un verdejo de finca del que han sacado tan sólo 850 botellas. El proyecto parte de los viñedos que la tatarabuela de su artífice (con proyectos en otros muchos territorios del país) tenía también en tierras segovianas donde encontró verdejos antiquísimos. A partir de aquí Rodríguez de Vera apuesta por dar el máximo protagonismo al viñedo, la mínima intervención y las producciones controladas. Este Los Perdederos nace de cepas centenarias en el pueblo de Aldeanueva del Codonal, Segovia, y ha tenido una crianza de un año en roble francés. El resultado, un vino elegante y fino, con tostados ligeros, toques de bollería, aromas herbáceos y anisados. Boca untuosa, con un estupendo frescor amargo (característica propia de la verdejo) y recorrido. En definitiva, un descubrimiento recomendable por apetecible.
Verdejos allende Castilla y León
Incido en la idea de que están siendo esos verdejos ajenos a Rueda los blancos que están concentrando atención y reconocimientos, y es que se están haciendo vinos muy reseñables porque están muy bien elaborados. Pero lejos de la Castilla leonesa han comenzado a aparecer verdejos en otros territorios porque hay una demanda que responde. Sirvan éstos sólo como ejemplo pues son ya muchos los que van apareciendo. Por supuesto, bien distintos de los anteriores porque también es muy diferente su lugar de procedencia, la experiencia con la variedad (pues tampoco es autóctona), el tipo de elaboración –los tres jóvenes– y el precio, para todos los bolsillos.
Los verdejos de la denominación Jumilla han sido los últimos en incorporarse, y entre ellos está Silvano García Verdejo 2022 (7,25€), de la bodega Silvano García y de viñas con una media de 25 años. Cargado de notas tropicales, herbáceos, con una boca jugosa, equilibrada, fluida y de una fresca acidez.
Mazacruz 2022 (10,90€) procede de tierras manchegas y está elaborado por Dehesa de los Llanos, una finca a pocos kilómetros de Albacete donde cuentan con 45 hectáreas de viñedo. Antes de salir a la venta, permanece seis meses con sus lías en pro de ganar volumen. El resultado, intensos aromas de fruta carnosa e hierbas aromáticas, a lo que sigue una boca untuosa, de paso fluido y fresco que invita a seguir bebiendo.
Y el siguiente es otro manchego pero en su caso de la provincia de Toledo. Se trata de
Finca Constancia Parcela 52 Verdejo 2022 (8€), con contraetiqueta de Vino de la Tierra de Castilla y procedente del château toledano en el que se localiza Finca Constancia, bodega del grupo González Byass en el pueblo de Otero. Para hacer este vino, cada año combinan tres tipos de fermentación: en barrica con sus lías durante seis meses; en tina de madera y en acero inoxidable. Después, permanece seis meses en barricas de roble francés y americano. Procedente de la parcela de la que recibe el nombre, es un vino rico en aromas donde aparecen frutas de hueso, tropicales, hinojo, hierbas frescas y ligeros recuerdos de su contacto con la madera. Boca sabrosa, cremosa y una frescura frutal que permanece en el paso.
LOS VINOS SELECCIONADOS CORRESPONDEN EXCLUSIVAMENTE A UN CRITERIO PROFESIONAL