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Gastronomía

Cuatro territorios vinícolas con discurso propio, aunque poco mediáticos

Ponemos el foco en denominaciones pequeñas, con identidad que reivindicar, pero a las que cuesta encontrar su espacio

Cuatro territorios vinícolas con discurso propio, aunque poco mediáticos

Una vendimia de la DOP Vinos de Lanzarote.

En alguna ocasión anterior nos hemos hecho eco de esas denominaciones de origen que hay en España, pero que, por razones varias, no se cuentan entre las más conocidas. Porque en el mundo del vino, como en cualquier otra industria, tener un desahogado pulmón económico facilita el interés de los medios y con ellos del consumidor. Y no son tantas las que pueden equipararse a la fuerza que despliegan denominaciones como Rioja, Rueda, Ribera del Duero, Rías Bajas, y después otras con capacidad para darse a conocer como Cava, Jumilla, Somontano, Vinos de Madrid, Bierzo… Cualquiera de estas más presentes en los últimos años que antaño, tiempos en los que el protagonismo se lo repartía Rioja con las otras dos erres que después han pasado a tres (tras alcanzar el foco la gallega). 

No obstante, si bien contamos con denominaciones repartidas por gran parte del territorio español, no todas comparten la misma fortuna ni acierto en lo que a sus elaboraciones respecta. Y esto es también un argumento de peso a la hora de ganarse el interés, algo que pasa en cualquier zona elaboradora del país, porque en todos hay vinos buenos y los que no lo son tanto. Luego, el tamaño de la denominación es otro elemento determinante porque cuanto más cantidad de bodegas la conforman mayores son sus recursos de toda índole. Añadir que tampoco son muy grandes sus producciones, por lo que su presencia en el mercado suele limitarse a lo local, y regional a lo sumo. Unas cuantas razones por las que en esta ocasión optamos por mirar hacia cuatro zonas que viven ajenas a los focos, pero merecen ser conocidas y consideradas por su particularidad. 

La canaria Vinos de Lanzarote

El carácter volcánico de los viñedos de esta isla hace que sus vinos tengan una singularidad irrepetible en cualquier otro punto del país. A lo que se añade una práctica de cultivo también única, pues las plantas crecen en un suelo cubierto por una capa de ceniza volcánica (conocida como picón o lapilli) con importante espesor. Es por eso que para desarrollar el cultivo abren hoyos (en forma de embudo) hasta llegara al suelo enterrado, porque es aquí donde se van a plantar las viñas, donde las raíces tienen tierra fértil. Además, es habitual que esos hoyos estén protegidos de unos muros semicirculares de piedra para protegerlas del viento. Este es el escenario que identifica el paisaje vitícola de Lanzarote y que tiene en la zona de La Geria su máxima expresión. Un sistema de cultivo que aparte de traducirse en bajos rendimientos, exige una vendimia manual, pues es imposible el empleo de maquinaria.

En la actualidad son 28 las bodegas que conforman la denominación Vinos de Lanzarote y los blancos de malvasía son sus principales abanderados, si bien trabajan con distintas uvas blancas y tintas. Además, son vinos que reflejan esa procedencia volcánica, y con la malvasía como autóctona mayoritaria, la acidez es otra de sus señas de identidad. 

Malvasía Volcánica sobre lías 2022

Precio:22 euros

De entre esas bodegas, El Grifo es la firma más antigua de Canarias, fundada en 1775 y por eso también entre las diez más antiguas de España. Situada en la zona protegida de La Geria, sus viñedos son bicentenarios (prefiloxéricos) y este malvasía es uno de los blancos canarios más relevantes. En su elaboración participan más de 300 viticultores con más de 600 microparcelas distribuidas por las distintas zonas de cultivo de Lanzarote, y tiene una crianza sobre lías en depósito de inoxidable y en barrica (el 30% del vino), donde permanece unos 7 meses. Un vino con marcadas notas de fruta de hueso fresca (melocotón) y florales, que sigue en una boca jugosa, vibrante, con una frescura que acompaña y lo alarga en el paso de boca.

Malvasía Volcánica sobre lías 2022.

La murciana Bullas

También territorio con la uva tinta monastrell como autóctona principal, si bien es Jumilla la que se viene ganando el protagonismo como varietal identitario. Pero son denominaciones vecinas, ambas con carácter mediterráneo, si bien con marcadas diferencias. Con influencia exclusiva sobre pueblos murcianos, los viñedos de Bullas se localizan a una altitud entre los 600 y los 900 metros, sobre suelos por lo general pobres en materia orgánica, ligeros y de buen drenaje, y territorio que soporta un clima menos cálido que el resto de regiones murcianas. Esta denominación echaba a andar oficialmente en el año 1994 y en la actualidad son tan sólo 13 las bodegas productoras que ampara. 

Valles de Lavia Venta del Pino 2019

Precio: 17,50 euros

Lavia, en el pueblo de Cehegin, es una de las más firmas más ‘jóvenes’ en la zona, pues data de 2003. Un proyecto que nacía con el objetivo de elaborar frescos vinos de monastrell retando la madurez (calidez) que caracteriza a la variedad. A partir de viñas trabajadas en ecológico, sus vinos empezaron a llamar la atención y ese interés se tradujo en que once años después pasara a formar parte del grupo vinícola MGWines Group. Lavia se encuentra en un paraje de gran riqueza vinícola como es Venta del Pino, a 750 metros y donde la monastrell comparte espacio con una pequeña parcela de syrah. Pero el tinto de esta selección es un monovarietal de monastrell, de cepas de más de 60 años y con una crianza de 13 meses en roble francés. Un vino expresivo, con aromas especiados, de hierbas aromáticas y balsámicos. Sensaciones que reproduce también en la boca, madura, pero en la que no falta fresca acidez y persistencia.

Valles de Lavia Venta del Pino 2019.

La manchega Méntrida

De las más pequeñas denominaciones manchegas, se localiza al noroeste de la provincia de Toledo, al pie de la Sierra de Gredos, y la tinta garnacha supone el 75% del total del viñedo, en su mayoría de viñas viejas plantada sobre suelos areno-arcillosos, con base de piedra caliza, a una altitud entre los 400 y los 600 metros de altitud, si bien hay pueblos que llegan a los 800 metros como es el caso de La Sierra de San Vicente. Esta denominación se fundó en 1976 y en la actualidad reúne 26 bodegas elaboradoras que además de elaborar vinos de garnacha tienen a su disposición variedades foráneas tintas como cabernet sauvignon, merlot y syrah. En el caso de los blancos, también es amplia la variedad de uvas con las que pueden trabajar. 

En la actualidad, en Méntrida están despuntando una serie de vinos que ponen en valor el origen, los suelos y ubicaciones de los que proceden. Elaboraciones que, en general, aunque mantienen el grado que ha caracterizado a los vinos mentridanos, ofrecen un perfil más fresco y frutal. Y si bien es un territorio asociado con los tintos, hay interesantes blancos que merecen ser conocidos. 

Arrayán La Suerte Albillo Real 2023

Precio: 20 euros

Este monovarietal de albillo real lo firma la enóloga Mayte Sánchez en Bodegas Arrayán, una de las casas de referencia en la denominación mentridana. Decir que aunque la albillo real era una de las uvas históricas en la zona, se está perdiendo y de hecho este es el único blanco al amparo de la DO, cuya producción no supera las 2.000 botellas. Procede de viñas a 600 metros de altura y con más de 70 años del pueblo toledano de Almorox, y ha tenido una crianza de siete meses en barricas de roble francés de 300 y 500 litros. Un blanco muy mediterráneo y mineral, con notas herbáceas, de frutas de hueso, flores, y recuerdos de su contacto con la barrica (especias, panadería). Boca untuosa, sabrosa, con estructura, buena acidez y largo en el paso.

Arrayán La Suerte Albillo Real 2023.

La segoviana Valtiendas

Otra pequeñísima denominación que intenta abrirse paso es Valtiendas, situada en la provincia de Segovia, en los páramos del Duratón, y que cuenta por el momento con nueve bodegas, pues sus inicios como tal datan de 2007. Y es que sus elaboraciones son todo un reto a causa de la altitud de los viñedos (por encima de los 900 metros en algunos casos) que además están plantados en suelos pedregosos y sometidos a condiciones climáticas extremas, con lo que la maduración de la viña es lenta. En lo que a uvas respecta, son dominios de la tinta tempranillo, aunque convive con diversas variedades tintas y blancas, francesas incluidas. Luego, en líneas generales, son elaboraciones de perfil bastante rústico, rugoso en tacto a causa de un tanino marcado que pide tiempo de crianza para pulirse, pero vinos a los que no le falta frescura y viveza por su marcada acidez. 

Nalvatallar crianza 2020

Precio: 10,5 euros

Nalvatallar crianza 2020.

De las bodegas que le dan nombre, Navaltallar, hablamos de un proyecto familiar con más de dos décadas de historia en el municipio segoviano de Navalilla. Desde su puesta en marcha han conseguido la recuperación de 8 hectáreas de viñedo de las más de 300 que existían en el pueblo y lo que acredita su pasado como zona vitícola. De entre los vinos que elaboran optamos por un tinto de tempranillo que ha realizado la fermentación maloláctica en barricas donde después ha tenido una crianza de 16 meses. El resultado, un vino donde están muy presentes los aromas de ese contacto con la barrica (tostados, lácticos, especias dulces), junto a notas de frutillos del bosque. En la boca mantiene el perfil, donde salen recuerdos frutales, caramelo de fresa fresca, sensación herbácea, acidez y de nuevo las notas torrefactas, ahumadas y de café fruto de la crianza.

Los vinos referidos no responden a interés comercial alguno, sino a un criterio profesional y de calidad.

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