¿La politización de Eurovisión?
La cantante Jamala, con la canción 1944 sobre la deportación del pueblo tártaro a manos del gobierno de Stalin y el duro trato a esa misma comunidad tras la anexión de Crimea en 2014, superó a sus vecinos rusos en la recta final. Desde el Gobierno de Moscú critican que pese a que el certamen prohibe las canciones con contenido político ha premiado al país que interpretraba la canción con un claro mensaje antiRusia. «Creo que el año que viene deberían cantar sobre Assad», escribió irónicamente en facebook la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. Alexei Pushkov, aliado del presidente Vladimir Putin, asegura que en Eurovisión prevalecen los sentimientos contra su país y augura el final del festival al convertirse en un concurso politizado. Asimismo, desde el Kremlin también apuntan que este gesto se suma a la campaña de demonización que se libra contra Rusia desde los medios occidentales. 200 millones de espectadores vieron la última gala de Eurovisión, en la que España quedó en el puesto 22 (de 26 participantes).
Si los organizadores de la última edición de Eurovisión querían polémica, la tienen bien servida. La rivalidad escenificada en la votación final entre Ucrania y Rusia ha convertido al festival en un evento politizado que mediatiza el conflicto entre ambos países. Al Kremlin no le ha gustado nada que haya ganado Ucrania.
La cantante Jamala, con la canción 1944 sobre la deportación del pueblo tártaro a manos del gobierno de Stalin y el duro trato a esa misma comunidad tras la anexión de Crimea en 2014, superó a sus vecinos rusos en la recta final. Desde el Gobierno de Moscú critican que pese a que el certamen prohibe las canciones con contenido político ha premiado al país que interpretraba la canción con un claro mensaje antiRusia. «Creo que el año que viene deberían cantar sobre Assad», escribió irónicamente en facebook la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. Alexei Pushkov, aliado del presidente Vladimir Putin, asegura que en Eurovisión prevalecen los sentimientos contra su país y augura el final del festival al convertirse en un concurso politizado. Asimismo, desde el Kremlin también apuntan que este gesto se suma a la campaña de demonización que se libra contra Rusia desde los medios occidentales.
200 millones de espectadores vieron la última gala de Eurovisión, en la que España quedó en el puesto 22 (de 26 participantes).