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La batalla de un padre para evitar que sus cinco hijos albinos sean asesinados

«La reacción cuando vi a mi primer hijo con albinismo fue como una sacudida eléctrica. No sabía qué pensar, pero inmediatamente decidí amarlo. Era nuestro hijo», dice Mwanje. Sin embargo, esta reacción no es la habitual en la mayoría de las familias de algunas de estas zonas que mantienen a sus hijos en el interior de sus hogares por miedo a lo que puedan decir los vecinos o porque carecen de conocimiento de cómo cuidar a un niño con albinismo. Incluso la mayoría de los hombres optan por dejar a sus esposas tan pronto como nace el bebé con el argumento de que no es su hijo. En África oriental, sobre todo en Tanzania y Malaui, un albino está condenado a sufrir torturas, violaciones, rechazo social y ser usado en ritos ‘mágicos’. En Uganda la situación no es tan extrema, aunque la discriminación es diaria, lo que sumado a la falta de apoyo del Gobierno, hace que la vida sea muy difícil. «Yo quería que mis hijos tuvieran una buena educación, por lo que al principio los envié a una escuela de un pueblo cercano, sin embargo, estaba tan preocupado de que alguien pudiera secuestrarlos o hacerles daño que ahora asisten a una escuela local próxima a mi vivienda», cuenta este padre de familia. Incluso una vez, asegura, intentaron secuestrar a uno de sus pequeños cuando jugaba con otros chicos. Desde entonces, Mwanje permanece junto a ellos la mayor parte del tiempo para protegerlos.

La batalla de un padre para evitar que sus cinco hijos albinos sean asesinados

Mwanje vive con sus dos mujeres, Lynda y Florencia, y sus ocho hijos de entre cinco meses y 13 años, en Kampala. La suya sería una familia típica de Uganda sino fuera porque cinco de sus hijos sufren albinismo, una condena de muerte en algunos países de África. Mwanje lucha una batalla permanente para proteger a sus niños.

«La reacción cuando vi a mi primer hijo con albinismo fue como una sacudida eléctrica. No sabía qué pensar, pero inmediatamente decidí amarlo. Era nuestro hijo», dice Mwanje. Sin embargo, esta reacción no es la habitual en la mayoría de las familias de algunas de estas zonas que mantienen a sus hijos en el interior de sus hogares por miedo a lo que puedan decir los vecinos o porque carecen de conocimiento de cómo cuidar a un niño con albinismo. Incluso la mayoría de los hombres optan por dejar a sus esposas tan pronto como nace el bebé con el argumento de que no es su hijo.

En África oriental, sobre todo en Tanzania y Malaui, un albino está condenado a sufrir torturas, violaciones, rechazo social y ser usado en ritos ‘mágicos’. En Uganda la situación no es tan extrema, aunque la discriminación es diaria, lo que sumado a la falta de apoyo del Gobierno, hace que la vida sea muy difícil. «Yo quería que mis hijos tuvieran una buena educación, por lo que al principio los envié a una escuela de un pueblo cercano, sin embargo, estaba tan preocupado de que alguien pudiera secuestrarlos o hacerles daño que ahora asisten a una escuela local próxima a mi vivienda», cuenta este padre de familia. Incluso una vez, asegura, intentaron secuestrar a uno de sus pequeños cuando jugaba con otros chicos. Desde entonces, Mwanje permanece junto a ellos la mayor parte del tiempo para protegerlos.

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