Los pasos invisibles de Simone Biles, la gimnasta fetiche
A veces la pasión que despiertan los Juegos Olímpicos se ve condensada en apenas un puñado de deportistas que acaparan el amor hacia el deporte en un sólo cuerpo, creando una extraña especie de parafilia momentánea. Durante dos semanas los pies de Simone Biles han saltado, corrido, caminado, aterrizado y bailado desde el suelo al cielo, pero resulta curioso pensar que a veces, también llevan zapatos, van al supermercado o se mojen bajo la ducha de la casa de sus abuelos. Conocemos mucho de Biles, pero aún así, por ser la estrella fetiche en la que la hemos convertido, siempre será la parte por el todo, y aún queda por ver, si tras el calor de los focos de los Juegos, el fetiche permanecerá.
Aunque no le veamos la cara, y en ningún lugar se mencionara de quién son estos pies, puede que muchos adivináramos quién es su dueña. Una estadounidense haciendo un ejercicio perfecto de gimnasia artística en Río 2016, sólo puede una: tiene que tratarse de Simone Biles. La reina de la gimnasia ha sido el fetiche de los Juegos, un «objeto» con poderes sobrenaturales capaz de hechizarnos a todo.
A veces la pasión que despiertan los Juegos Olímpicos se ve condensada en apenas un puñado de deportistas que acaparan el amor hacia el deporte en un sólo cuerpo, creando una extraña especie de parafilia momentánea. Durante dos semanas los pies de Simone Biles han saltado, corrido, caminado, aterrizado y bailado desde el suelo al cielo, pero resulta curioso pensar que a veces, también llevan zapatos, van al supermercado o se mojen bajo la ducha de la casa de sus abuelos. Conocemos mucho de Biles, pero aún así, por ser la estrella fetiche en la que la hemos convertido, siempre será la parte por el todo, y aún queda por ver, si tras el calor de los focos de los Juegos, el fetiche permanecerá.