Así es el hombre obsesionado con registrar cada minuto de su vida
Villarroel, afincado en España desde hace dos décadas, es profesor de Bienestar Animal en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid, pero su verdadera pasión es registrar su propia vida. Es fotógrafo, escritor, analista…El 14 de abril de 2014, empezó a utilizar una cámara miniatura adherida al pecho que se activa automáticamente cada 30 segundos con la que ya ha acumulado más de un millón de fotos. En un reportaje publicado en El Diario el año pasado Villaroel comentaba que su intención era revisar las fotografías de forma semanal a pesar de la cantidad, pero en una entrevista publicada recientemente en la BBC confiesa: «No he visto la mayoría. Son demasiadas para mirar». Esta actividad obsesiva por recopilar datos de todo tipo podría parecer inútil pero para Villaroel supone una obsesión que aporta grandes beneficios. «Haces una retrospectiva de tu vida y te preguntas, ‘¿Qué estoy aprendiendo?¿Estoy avanzando?¿Cómo me siento?’ y, basado en eso te preguntas, ‘¿Quisiera cambiar? o ¿Permanezco tal cual soy?'». Algunos consideran que los «lifeloggers» pierden el tiempo desarrollando una especie de síndrome de Diógenes de datos, pero para ellos se trata de un impulso irrefrenable que aporta más ventajas que inconvenientes.
Morris Villarroel, un hombre canadiense que vive en España, ha llevado al extremo el concepto de «lifelogger» (personas obsesionadas con registrar enormes porciones de su vida sin importar la relevancia o novedad de lo que acontece). Desde 2010, Villaroel ha estado registrando cada minuto de su vida: cada día captura unas 1.200 imágenes al día haciendo fotos cada 30 segundos, ha acumulado unos 200 cuadernos escritos a mano donde apunta cada mínimo detalle y tiene un monitor electrónico que registra su actividad física.
Villarroel, afincado en España desde hace dos décadas, es profesor de Bienestar Animal en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid, pero su verdadera pasión es registrar su propia vida. Es fotógrafo, escritor, analista…El 14 de abril de 2014, empezó a utilizar una cámara miniatura adherida al pecho que se activa automáticamente cada 30 segundos con la que ya ha acumulado más de un millón de fotos. En un reportaje publicado en El Diario el año pasado Villaroel comentaba que su intención era revisar las fotografías de forma semanal a pesar de la cantidad, pero en una entrevista publicada recientemente en la BBC confiesa: «No he visto la mayoría. Son demasiadas para mirar». Esta actividad obsesiva por recopilar datos de todo tipo podría parecer inútil pero para Villaroel supone una obsesión que aporta grandes beneficios. «Haces una retrospectiva de tu vida y te preguntas, ‘¿Qué estoy aprendiendo?¿Estoy avanzando?¿Cómo me siento?’ y, basado en eso te preguntas, ‘¿Quisiera cambiar? o ¿Permanezco tal cual soy?'». Algunos consideran que los «lifeloggers» pierden el tiempo desarrollando una especie de síndrome de Diógenes de datos, pero para ellos se trata de un impulso irrefrenable que aporta más ventajas que inconvenientes.