El hombre que sirve sonrisas en un campo de refugiados de Irak
Cada día recibe con la mejor de sus sonrisas a cientos de pequeños, algunos compran algún aperitivo o bebida, otros solamente se acercan para recibir un buen gesto. «Muchos niños vienen desde el extremo opuesto del campamento porque saben que hay un tipo aquí que va a ser amables con ellos. Cruzan todo el campamento sólo por una sonrisa», cuenta orgulloso. Este campo de refugiados alberga a 2.800 familias, unos 8.000 niños desplazados internos viven allí, muchos con graves secuelas debido a los traumas vividos. A sus 26 años, Ibrahim se ha convertido en el hermano mayor de muchos de estos pequeños que, como él, su viaje hasta ahí no ha sido fácil.
Su nombre es Haidar Ibrahim, tiene 26 años y en el campo de refugiados de Ashti se le conoce como ‘El caramelo’. En su pequeña cabaña improvisada en el recreo del colegio vende dulces, golosinas, helados, patatas, palomitas… Es su negocio, sí, pero admite que es algo más que un trabajo, es un servicio prestado a un sinfín de sonrisas.
Cada día recibe con la mejor de sus sonrisas a cientos de pequeños, algunos compran algún aperitivo o bebida, otros solamente se acercan para recibir un buen gesto. «Muchos niños vienen desde el extremo opuesto del campamento porque saben que hay un tipo aquí que va a ser amables con ellos. Cruzan todo el campamento sólo por una sonrisa», cuenta orgulloso. Este campo de refugiados alberga a 2.800 familias, unos 8.000 niños desplazados internos viven allí, muchos con graves secuelas debido a los traumas vividos. A sus 26 años, Ibrahim se ha convertido en el hermano mayor de muchos de estos pequeños que, como él, su viaje hasta ahí no ha sido fácil.