La infanta Cristina y sus hijos, en su mejor etapa: dos historias de amor y un divorcio ya aceptado
Hace más de ocho meses desde que la hija del rey Juan Carlos tomó caminos por separado con
La infanta Cristina y sus cuatro hijos han encontrado algo de tranquilidad en las últimas semanas. La que fuera mujer de Iñaki Urdangarin está pasando página después de aquel complicado divorciado que firmaron a finales del pasado año. En todo este tiempo, el que fuera duque de Palma también ha rehecho su vida junto a Ainhoa Armentia, aunque eso sí, como contamos en THE OBJECTIVE, con dos preocupaciones en el frente que pasan por ser un ciudadano totalmente anónimo. Algo que será bastante complicado.
Ese anonimato también ha sido muy perseguido por Juan, Miguel, Pablo e Irene Urdangarin. El primero de ellos es el único que ha gozado de una vida más tranquila al mudarse a Londres, mientras que Pablo fue la persona que dio la cara durante el complicado divorcio de sus padres y se enfrentó a la prensa. Quien han vivido, en estos últimos meses, las consecuencias de ser personajes públicos son Miguel e Irene. Ambos, que siempre han sido muy discretos, han protagonizado sendas historias de amor que han ocupado las portadas de las revistas.
Las dos historias de amor de los Urdangarin-Borbón
Unas imágenes que han preocupado especialmente a la hija del rey Juan Carlos, quien no desea que sus hijos vean cómo su vida se expone públicamente. Es por eso que estos últimos meses, aunque más tranquilos porque el foco ya no está sobre Cristina y los problemas en su matrimonio, la parcela más privada de Irene y Miguel preocupa especialmente. Es por eso que, por ahora, la pequeña del clan Urdangarin-Borbón ha decidido poner tierra de por medio y marcharse a vivir a Reino Unido, al igual que hicieron sus primas y donde reside su hermano.
Esta decisión que, presumiblemente, no será nada fácil, se toma después de más de seis meses residiendo en Zarzuela, junto a su abuela, con quien guarda una especial relación. El futuro de Miguel está más difuso. El joven también estudió en Inglaterra Ciencias del Mar y, tras esto, se mudó a Suiza con el propósito de sacarse el curso de profesor de esquí. Una idea que se vio truncada después de una grave lesión en la rodilla que hizo que tuviera que retirarse antes de tiempo. Tras esto, se mudó con su madre a la ciudad de Ginebra.
La infanta Cristina, en uno de sus mejores momentos
Lo cierto es que, tras su divorcio, la hija del rey Juan Carlos decidió quedarse en Suiza porque es ahí donde tiene su trabajo, también donde se encuentra un nutrido grupo de amigos. Aún así, al principio, la situación no fue nada fácil. El divorcio con Urdangarin coindidió con la marcha de su hija Irene, la única que vivía en casa, a un voluntariado a Camboya. Esto hizo que la infanta se quedará sin su familia más próxima. Algo que remedió su padre, el rey Juan Carlos, quien ha hecho infinidad de viajes en los últimos meses hasta la ciudad suiza para visitar a su hija. En todos estos años, sobre todo desde que se conociera su separación de Iñaki, padre e hija se han mantenido muy unidos.
El rey Juan Carlos ha viajado hasta Ginebra, mientras que su hija lo ha hecho a Abu Dabi en infinidad de ocasiones. Prueba de que el divorcio está ya casi superado es que la infanta hace infinidad de planes ocio. En la mayoría de ellos, le acompaña su prima Alexia de Grecia, quien se ha convertido en su gran consejera y con quien ha disfrutado de días de fiesta por Lanzarote o Gran Canaria. De esta manera, la infanta Cristina ha ido rehaciendo su vida, con paso firme. Mientras tanto, su exmarido, ha afianzado aún más su relación con Ainhoa Armentia.
Así lo confirman las imágenes que se han públicas en la revista Lecturas, en su portada, en el que Ainhoa aparece junto a la madre de Iñaki, Claire. Lo cierto es que la pareja lleva ya varios meses viviendo una relación totalmente normal, compartiendo casa. Además, también se ha producido un acercamiento entre Ainhoa y los hijos de Iñaki, algo que era fundamental para el ex duque de Palma. Aunque eso sí, todavía le quedan dos retos por delante; encontrar trabajo y ser una persona totalmente anónima. Dos extremos que, además de obsesionarle, le preocupan imperiosamente.