La ciudad vasca en la que creció Amancio Ortega tiene encanto y pocos turistas
Aunque nació en un pueblo de León se tuvo que marchar al País Vasco por el trabajo de su padre en una estación de tren

Amancio Ortega y la ciudad que le vio crecer. | Una ilustración de Alejandra Svriz
Amancio Ortega es uno de los hombres más influyentes de nuestro país. El dueño de Inditex aunque, desde hace mucho tiempo, tiene su base en Coruña, sí que es cierto que nació en un pequeño pueblo a unos cuantos kilómetros, como confirmamos en THE OBJECTIVE. Y es que Amancio vino al mundo en la localidad leonesa de Busdongo de Arbas, donde estaba destinado su padre trabajando en la estación de ferrocarril. Más tarde, la familia se mudó hasta el País Vasco, donde su progenitor se convirtió en el director de una de esas estaciones.
Desde hace muchos años, tanto Amancio como su familia tienen su campo base en la ciudad gallega donde desarrollan la mayor parte de sus actividades, tanto personales como profesionales. Y es que es ahí donde tienen el centro de logística más importante de su empresa y las oficinas centrales y desde donde mueven todo aquello que tiene que ver con su marca. Pero, también, intentan llevar una vida medianamente sencilla, alejada de la ostenticidad, adaptada a la rutina y donde intentan pasar desapercibidos. Aunque eso sí, Amancio no se olvida de sus raíces ni tampoco de su familia.
Esta es la ciudad vasca en la que creció Amancio Ortega

Amancio Ortega nació en León en 1936. Lo hizo, además, en un pequeño pueblo en lo alto de un puerto de poco más de 40 habitantes. Allí tan solo pasó unos meses y, al poco tiempo, se trasladó, junto a sus padres, a la localidad de Tolosa en Guipúzcoa. Su padre fue designado jefe de la estación de la ciudad y vivió hasta los doce años en la ciudad. Estudió, junto a su hermano Antonio, en el Colegio Sagrado Corazón y vivieron en uno de los puntos neurálgicos de la Villa; la Plaza de la Justicia. Cuando casi llegaba a la adolescencia, su familia decidió poner rumbo a la ciudad de A Coruña por, como no podía ser de otra manera, motivos laborales de su padre. Allí comenzaron una nueva etapa que, sin duda, estuvo marcada por el éxito.
En todo momento, tanto Amancio como sus hermanos mantuvieron una relación especial con Tolosa, aunque esta se fue diluyendo con el paso del tiempo. Marta Ortega, además, ha vuelto en alguna que otra ocasión a San Sebastián para participar en distintos concursos de hípica. Hace un tiempo, Amancio Ortega viajó junto a ella para verla competir y, también, decidió hacer una visita a la ciudad en la que creció. Tolosa es una ciudad que está situada en la parte central de la comarca de Todosaldea y durante mediados del siglo XIX fue la capital del País Vasco. Se encuentra, demás, bañada por el río Oria y tiene una población de algo más de 20.000 habitantes, que ha ido creciendo con el paso del tiempo.
Tolosa, una ciudad con una arquitectura original y pegada al río

Durante muchos años, la localidad ha estado manteniéndose gracias a la industria del papel, en la que se han empleado la mayoría de sus habitantes. Además, también cuenta con diferentes comercios y una amplia gastronomía con distintos platos que van desde la alubia a los dulces, que se han convertido en sus principales referentes. Además, la ciudad, donde vivió Amancio Ortega, es también conocida por su actividad cultural a escasos 30 kilómetros de la ciudad de San Sebastián. En un primer momento, Tolosa fue una isla rodeada por el río Oria y la regata Erretengibel. Es más, el núcleo urbano estaba amurallado y había cuatro puentes para cruzarlo. Además, la ciudad se encuentra rodeada de montañas y se divide en varios barrios.

La localidad, en la que creció Amancio Ortega, tiene varios puntos importantes como el Convento de San Francisco, de Santa Clara, la Iglesia de Santa María y el Palacio de Aramburu. Lo que más llama la atención, sin ninguna duda, es su paseo frente al río Oria, en el que hay construidos unos soportales que guían el camino. Además, los pisos cuentan con grandes ventanales que dan a la riviera y que lo convierten en un enclave de lo más romántico y especial. Las casas están pintadas de distintos colores, respetando la gama cromática y finalizan con la Iglesia de Santa Maria, una de las más especiales.