Un divorcio sin divorcio: la particular situación de María Jesús Montero y su ex, Rafael Ibáñez
La ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno mantiene una relación atípica con el padre de sus dos hijas

María Jesús Montero | Europa Press
María Jesús Montero aparece a diario en los telediarios y copa numerosos titulares en la prensa de nuestro país, pero apenas se sabe nada de su vida personal. La ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, de 59 años, nunca ha ocultado su pasado. Sin embargo, aún hoy son muchos los datos que se desconocen de su intimidad, sobre todo en lo que se refiere a su situación emocional actual.
Más conocido es, por ejemplo, su pasado al lado de Rafael Ibáñez Reche, su exmarido. Ambos pusieron fin a su relación en 2019 tras más de treinta años de relación. Lo curioso del asunto es que decidieron no firmar los papeles del divorcio. En su lugar, optaron por una “separación afectiva”. Es decir, hacer sus vidas por separado pero sin formalizarlo. Aunque no se sabe a ciencia cierta si hoy por hoy ya figuran como personas solteras de cara al Estado, es curioso que optaran por esta medida. Quizá lo hicieron para evitarse papeleos o para preservar su relación de respeto mutuo, centrada en el bienestar de sus dos hijas, que hoy cursan estudios universitarios en Sevilla.
El matrimonio singular de María Jesús Montero y Rafael Ibáñez

Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, Rafael Ibáñez Reche inició su trayectoria profesional como abogado laboralista en Comisiones Obreras (CCOO). Esta implicación sindical le llevó a militar en Izquierda Unida, formación en la que llegó a ser diputado en el Parlamento de Andalucía durante finales de los noventa y principios de los 2000. Alejado en la actualidad del primer plano político, su último trabajo conocido es como gerente de la empresa municipal de vivienda de Córdoba (Vimcorsa), donde coordinaba proyectos de rehabilitación y promoción de vivienda pública para colectivos vulnerables. A día de hoy, se desconoce en qué trabaja o si sigue manteniendo este puesto.
En cuanto a la relación de Ibáñez y María Jesús Montero, hay que remontarse a los años 80. En concreto, a los pasillos de la Universidad de Sevilla, donde ambos se conocieron. Ella era estudiante de Medicina; él, de Derecho. Pese a sus convicciones religiosas opuestas —Montero, católica practicante; Ibáñez, ateo— compartían compromiso político en las juventudes comunistas andaluzas. Su boda, celebrada en un colegio concertado de Triana en lugar de una parroquia convencional, buscó un “punto intermedio” que respetara la fe de ella sin contradecir sus principios de izquierdas.
Tras formalizar su amor, llegaron las dos hijas del matrimonio. Como hemos dicho anteriormente, son estudiantes en la Universidad de Sevilla, justo donde sus padres se enamoraron. Al igual que sus padres, las jóvenes han optado por la discreción más absoluta. En la actualidad, de hecho, apenas han trascendido detalles de su vida privada. Se conoce, no obstante, que ambas recibieron su educación en colegios públicos y laicos en Sevilla.
Un divorcio sin formalizar y la nueva pareja de la ministra

María Jesús Montero y su marido pusieron fin a su relación en 2019, pero, como decíamos, no llegaron a formalizar legalmente el divorcio. De hecho, según la última declaración de bienes de la ministra, de agosto de 2023, sigue figurando como “casada en gananciales”. Rafael Ibáñez describió la situación con su ex como una “separación afectiva”, un modelo que preserva la estructura familiar y protege el patrimonio común, al tiempo que facilita la custodia compartida de las hijas.
Al respecto, la del PSOE alterna estancias entre Madrid y Sevilla, mientras que Ibáñez centra su actividad profesional en Córdoba. Pese a la distancia, ambos siguen muy unidos por el bien de sus hijas. En lo que se refiere a la situación emocional de ambos, la propia ministra confesó en Lo de Évole que tenía pareja, pero no dio datos sobre ella. Sí que afirmó que tiene confianza absoluta en esta persona.
No sabemos si María Jesús Montero y su ¿exmarido? van a formalizar algún día su divorcio, o si ya lo han hecho en estos últimos meses. Lo que está claro es que ambos son muy conscientes de su “separación afectiva”, que pone de relieve alternativas al divorcio inmediato por el bien del patrimonio y de los hijos. Veremos, no obstante, si ambos deciden cortar lazos de cara al Estado, quizá para firmar un nuevo matrimonio en el futuro.