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La juventud de Juan del Val: quiso ser comunista y se apuntó a catequesis buscando su identidad

El colaborador de ‘El hormiguero’ vivió una adolescencia «de mierda» por la que tuvo que estar en tratamiento psicológico

La juventud de Juan del Val: quiso ser comunista y se apuntó a catequesis buscando su identidad

Juan del Val, en una imagen de archivo. | Gtres

Juan del Val nació hace 54 años en Madrid. El escritor y colaborador de televisión vivió una infancia de lo más humilde, marcada, como ya contamos en THE OBJECTIVE, por el trabajo de su madre, que se dedicaba a la reinserción de presos en la sociedad. Su juventud y sus años de madurez estuvieron, sobre todo, influenciados por su entorno obrero y su entrada precoz en el mundo laboral. Todo esto hizo que tuviera una visión crítica y directa sobre muchos aspectos sociales y culturales de la vida. Sobre ellos, ha hablado alguna vez, contando que, en un momento dado, decidió apuntarse a las Juventudes Comunistas y, también, siguió el camino de la religión, yendo a clases de catequesis para adultos y haciendo la Comunión.

De joven, Juan del Val trabajó en muchos empleos hasta llegar al Periodismo, lo que le dio cierta experiencia, no solamente para ponerse al frente de la televisión sino, también, para escribir sus novelas. Ahora, Juan forma, junto a su mujer Nuria Roca, uno de los matrimonios más estables y poderosos de la pequeña pantalla. Aunque eso sí, su pensamiento y sus opiniones controvertidas dentro de la tertulia política de El hormiguero, en ocasiones, han provocado una oleada de críticas.

Juan del Val se afilió a las Juventudes Comunistas e hizo catequesis

Juan creció en una familia obrera en un barrio al norte de Madrid, rodeado de trabajadores. Además, nació en una época marcada por la dictadura franquista y la transición hasta la democracia. Su familia no tenía los recursos económicos suficientes, por lo que tuvo que empezar a trabajar desde muy joven. Es más, en alguna ocasión, ha contado que todos estos factores hicieron que no tuviera ni una infancia fácil ni idealizada. Esto le sirvió para construir su conciencia de clase y una gran independencia. Su educación no fue para él una prioridad en términos académicos, ya que decidió no ir a universidad y su familia no se pudo permitir que estudiara en centros exclusivos.

Comenzó su carrera laboral en Radio Nacional de España y, luego, dio el salto a Televisión Española, Canal 9, Antena 3 y Telecinco. También, copresentó, junto a su mujer, Lo mejor que te puede pasar, un programa en Melodía FM. Su salto a la fama se produjo como colaborador en El hormiguero, lo que le abrió las puertas para participar en La Roca o como juez en El desafío. Muy lejos de todos estos trabajos queda su adolescencia, en la que se empleó en la obra, «trabajando con carretillas de hormigón». Una etapa que para él fue «una mierda». «Recuerdo momentos, en las obras siempre hace más calor y más frío que en ningún sitio. Sentía dolor con la suciedad y tenía la sensación de que ese lugar no me correspondía», contó a Vanitatis. Su etapa anterior, en el instituto, tampoco fue mejor. Fue expulsado del centro escolar en varias ocasiones porque «pegaba a sus compañeros».

«Soy ateo, pero por algunas cosas en mi vida, me han podido indicar que no tengo razón»

Al mismo tiempo, comenzó a militar en las Juventudes Comunistas, algo que reconoce, en la actualidad, con cierta distancia y con algo de humor. «Fui comunista sin haber leído a Marx», confesó hace años, reflejando que lo suyo era algo más emocional que ideológico. Y es que el entorno en el que creció hizo que estuviera muy vinculado a todos los movimientos obreros y que se metiera de lleno en todos ellos. Es más, la ideología de izquierdas, en ese momento, era una respuesta a la «injusticia social» que muchas personas estaban viviendo, especialmente en las zonas más deprimidas.

En su adolescencia «todo se torció», y entonces… le entró «el miedo». «Con mis 16 años, fíjate que desconcierto, me apunto a las Juventudes Comunistas y también me voy a catequesis de adultos, todo una absoluta incoherencia porque estaba buscando algún lugar en el que desarrollarme», apostilló ante las preguntas de Pablo Motos con una respuesta que dejó a todos sin palabras. Su paso por la militancia le dejó, cómo él mismo ha contado, un sentido más «crítico» hacia el poder y una «desconfianza», sobre todo, hacia el pensamiento único. De la religión también aprendió mucho: «Soy ateo, pero por algunas cosas en mi vida, me han podido indicar que no tengo razón».

Su vida era «una mierda» y tuvo que ir a un psiquiatra

Su experiencia de vida hizo que se convirtiera en «un adolescente fracasado». «En mi casa había bastante obsesión con que estudiáramos para salir a otro lugar mejor y tal. Como en todas las casas, supongo… Pero yo fui un estudiante lamentable. Sentía que yo no era capaz de escapar de mi destino. Del fracaso. Nada me salía bien… Nada, salvo con las chicas. Yo, ahí, me agarré como a un clavo ardiendo. Con ellas, todo eran éxitos. Era algo que no podía dejar de lado. Al revés, tenía que fomentarlo», apostilló, para intentar poner en contexto su infancia y juventud. Todo esto hizo que tuviera que someterse a «siete años de tratamiento psiquiátrico y psicoanálisis puro».

Ahora, todas estas experiencias de vida las ha transformado en un gran éxito personal y profesional. Y es que Juan del Val puede presumir de ser uno de los rostros con más influencia de nuestro país, marcado por su espíritu crítico. Ha escrito varios libros; Para Ana (de tus muertos), Lo inevitable del amor, Parece mentira, Candela, Delparaíso y Bocabesada. Gracias a Candela ganó el Premio Primavera. Además, en su día a día, cuenta con el apoyo de su mujer, Nuria Roca, que se ha erigido como su mejor apoyo. El escritor también está muy unido a sus tres hijos y a su madre, quien sigue muy volcado en su trabajo como presos en su etapa de reinserción.

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