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La finca de Eugenia Martínez de Irujo en Ibiza es una joya natural, con pinos y decoración hippie

La aristócrata heredó una bonita casa en la isla de su madre, Cayetana, quien pasaba sus veranos en Baleares

La finca de Eugenia Martínez de Irujo en Ibiza es una joya natural, con pinos y decoración hippie

Eugenia Martínez de Irujo, en una imagen de archivo. | Gtres

Eugenia Martínez de Irujo siempre presumió de tener una relación de mucha conexión con su madre. Su muerte fue un auténtico mazazo y, sobre todo, dejó al descubierto una realidad; ponerse de acuerdo con sus hermanos fue especialmente complicado. Sí que es cierto que, antes de fallecer, la duquesa de Alba dejó todo bien atado, especialmente lo que tenía que ver con su herencia. Así, repartió sus propiedades y joyas entre todos sus hijos, haciéndolo de la mejor forma posible y, sobre todo, de una manera justa, en la que ninguno de ellos se sintiera discriminado. Así, su hija Eugenia se quedó con su espectacular casa en Ibiza, una gran finca, con unas vistas privilegiados, que se convirtió, durante muchos años, en el refugio de la duquesa de Alba. Y es que el lugar cuenta con una ubicación de ensueño y unas vistas al mar que dejan sin respiración.

Fue en el año 2011 cuando la Cayetana de Alba hizo un reparto, en vida, de la mayoría de sus propiedades. Por aquel entonces, la mujer contaba con un estado de salud delicado y ya había contraído matrimonio con Alfonso Díez, con quien sus hijos terminaron por encajar. En ese momento, la duquesa le otorgó a su hija la casa de S’Aufabaguera, al igual que un cortijo en Sevilla. La idea era que Eugenia siguiera disfrutando de sus vacaciones como lo había hecho en las últimas décadas. Ibiza siempre fue un lugar muy especial para la hija de la duquesa de Alba, ya que encaja muy bien con ese espíritu hippie del que siempre ha presumido.

La finca que heredó Eugenia Martínez de Irujo en Ibiza

Eugenia Martínez de Irujo junto a Narcís Rebollo en Ibiza. Gtres

Además, se ha convertido en el mejor destino donde disfrutar junto a su hija Tana y su marido, Narcís Rebollo. También, durante mucho tiempo, fue un lugar muy especial para la propia duquesa, a quien era muy común ver recorriendo la isla y visitando infinidad de mercadillos, donde adquiría piezas únicas que, luego, incluía en su día a día. Debido a su condición, Cayatena poseía varias propiedades repartidas por todo nuestro país. Probablemente, su tesoro más especial fue el Palacio de Liria, un rincón que también sirvió como el lugar para celebrar el ‘sí, quiero’ con su último marido. Sus años, los repartió entre Sevilla y Madrid, donde pasó mucho tiempo con sus nietos y, especialmente, con Tana, la hija de Eugenia, con quien siempre tuvo una relación muy especial. Es más, la muerte de la duquesa fue un duro momento en la vida de la joven que, siempre que puede, no se olvida de su abuela.

Sus visitas a Ibiza también le traen muchas sensaciones de Cayetana, ya que cada uno de los rincones de su finca de la isla pitiusa están llenos de sus recuerdos. La casa está ubicada en Cala Salada, en lo alto de S’Aufabaguera, muy cerca de Punta Galera, rodeada de pinos mediterráneos y con vistas al mar. Se trata de una construcción sencilla, inspirada en la arquitectura ibicenca más auténtica, con un toque boho-hippie acorde al carácter de Eugenia. Fue a mediados de los años 60 cuando la adquirió Cayetana Fitz-James Stuart. El interior cuenta con una atmósfera desenfadada, reflejo del espíritu veraniego y mediterráneo de la aristócrata. Además, está rodeada de vegetación y permite disfrutar de atardeceres en un entorno privado y protegido, sin grandes ostentaciones.

Rodeada de pinos mediterráneos y con una casita de estilo payés

Cala Salada, la zona donde tiene la casa Eugenia Martínez de Irujo. Ayuntamiento de Sant Antoni

Eugenia suele pasar allí los meses de verano, huyendo de atención mediática y disfrutando del mar, los paseos, la vida tranquila, y en ocasiones adoptando perros en la isla mientras reside en esta propiedad. Fue en 2020 cuando visitó los Centros de Protección Animal de sa Coma y Can Gossos, acompañada de Belén Herbosch y Alicia de Amador, presidenta y fundadora de la Asociación de Perros Abandonados en Ibiza. «La Duquesa de Alba se llevó en brazos en su día de sa Coma una cachorrita que le dejaron para hacer una foto y que luego adoptó, llamada Pepa. Unos meses después, Eugenia hizo lo mismo con otro llamado Cata para que acompañase a Pepa. La voracidad al comer de Cata llamó la atención de la hija de la duquesa y terminó llamándole Bocata», comentan desde El Diario de Ibiza.

Eugenia y Narcís en un chiringuito de Ibiza. Gtres

«Pepa falleció hace unas semanas por una complicación renal y Eugenia volvió a Ibiza para adoptar un nuevo animal que le haga compañía ahora a Bocata. Ahora ha adoptado a Foc, un ejemplar de perro mestizo abandonado de color marrón que se encontraba en el centro de sa Coma», escribieron en su momento desde el mencionado diario. Lo cierto es que Eugenia ha heredado la pasión por los animales que ya tenía su madre, quien era una auténtica apasionada de los perros. Aunque eso sí, la mayoría de ocasiones que acude a la isla pitiusa lo hace para descansar. Y es que su finca se encuentra en uno de los lugares más privilegiados de Ibiza. Cala Salada está ubicada en Sant Antoni de Portmany y es una joya natural para disfrutar del Mediterráneo en su versión más auténtica. Tanto ella como su hermana, Cala Saladeta, cuenta con una bahía en forma de media luna rodeada de acantilados escarpados, pinos y rocas rojizas que crean un marco espectacular.

La playa es de arena gorda y grava, mide unos 100‑200 m de largo por 25‑30 m de ancho. Tiene fondo marino mixto de arena y roca, ideal para pasear o hacer snorkel. Sí que es cierto que es especialmente popular en verano, sobre todo durante los fines de semana. Y, además, posee una combinación entre roca‑arena, senderos y salto al agua que atraen tanto a familias o excursionistas como a personas que quieran relajarse. Todo esto hizo que la duquesa de Alba, en su momento, se enamorara de la isla de Ibiza. La propia Eugenia contó, en el libro Inside Ibiza, que su madre «vino a Ibiza por primera vez hace 45 años y se quedó prendada. Poco después encontró este terreno con vistas al mar y construyó esta casita payesa».

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