Carlos Sobera: del éxito televisivo al fracaso económico por su verdadera pasión
El popular presentador apostó todo y más al teatro, pero la jugada no le salió como él esperaba

Carlos Sobera | Gtres
Carlos Sobera, conocido por presentar programas como First Dates o Supervivientes, es mucho más que una figura mediática de la televisión española. De hecho, la pequeña pantalla no es su gran pasión. Bajo esa imagen de simpatía y buen hacer frente a la cámara se encuentra un empresario cultural apasionado que, durante años, ha intentado triunfar en el teatro. Pero ese empeño le ha supuesto también una montaña rusa emocional y económica de la que no ha salido indemne.
Una apuesta millonaria por el teatro que le salió mal

En 2016, impulsado por su amor al arte dramático y una fuerte conexión personal con las tablas, Carlos Sobera adquirió el histórico Teatro Reina Victoria, situado en pleno centro de Madrid. La operación se llevó a cabo por medio de su sociedad Arequipa Producciones SL, por un importe que rondaba los siete millones de euros. Para muchos, aquella decisión fue un acto heroico. En un momento donde muchos artistas optaban por proyectos más seguros, Sobera se lanzó al vacío.
Sin embargo, muy pronto se haría evidente que el romanticismo de la empresa no era suficiente para sostener el peso de la realidad financiera. Mantener un teatro en funcionamiento no solo implica ganas y pasión, sino un flujo constante de ingresos que rara vez están garantizados. Los costes de mantenimiento del edificio, los salarios del personal técnico y artístico, la producción de las obras y los impuestos supusieron una presión diaria sobre sus cuentas. La rentabilidad, si llegaba, lo hacía a cuentagotas. De hecho, en 2016 la compañía reportó una facturación modesta, cercana al millón de euros, y unas pérdidas superiores a los 70.000 euros.
Lo tuvo que vender

Lo más doloroso para Carlos Sobera no fue tanto la pérdida económica, sino el desgaste emocional que supuso enfrentarse a la posibilidad de fracasar en un ámbito que él consideraba esencial para su desarrollo personal y profesional. En más de una entrevista ha admitido que el teatro, más que una inversión, era para él una necesidad, una pasión. Pero esa pulsión no protegía frente al endeudamiento.
Apenas dos años después de haber comprado el teatro, en 2018, Sobera tomó la difícil decisión de venderlo. La operación se cerró por 9,4 millones de euros, una cifra que le permitió recuperar lo invertido y obtener cierta rentabilidad contable, aunque no emocional. De hecho, el desgaste que le supuso esa experiencia fue tan intenso que llegó a replantearse su papel como empresario.
«Si me arruino, que sea haciendo esto»
En declaraciones recientes a Lecturas, Carlos Sobera ha reconocido con sinceridad el sufrimiento que le produjo esta etapa. «Es muy jodido sacar adelante un teatro», confesó. Aunque no se arrepiente: «Si te tienes que arruinar haciendo algo, mejor que sea haciendo esto que comprándote un jet privado».

La trayectoria empresarial de Sobera no se limita al Teatro Reina Victoria. A lo largo de los años ha creado varias sociedades, como Hirucamp Espectáculos y Natari Producciones, todas vinculadas con el ámbito cultural. Aunque estas entidades han tenido una salud financiera moderadamente estable, ninguna ha representado un gran negocio en términos estrictamente económicos. Más bien han sido vehículos para sostener proyectos personales, donde el valor simbólico supera claramente al económico.
A pesar de todo, Carlos Sobera no ha renunciado al teatro
A pesar de los mencionados obstáculos, Carlos Sobera no ha renunciado al teatro, al menos todavía. Tras la venta del Reina Victoria, ha seguido involucrado como actor y productor, participando en giras teatrales por todo el país. Si bien ya no tiene que cargar con los costes fijos de una sala, su vinculación emocional con el teatro sigue intacta. En una entrevista con ABC, durante la pandemia, afirmó que volver a actuar en vivo le había devuelto la vida: «Hacer teatro me da vida, y eso no lo paga ningún dinero».
En la actualidad, con sus numerosos programas de televisión y sus giras teatrales, Sobera mantiene un equilibrio entre estabilidad y vocación. Y aunque su historia podría entenderse como un fracaso económico, también podría ser otra de fidelidad a uno mismo.