Así vivió Juan Avellaneda su cáncer: del diagnóstico temprano al dolor constante
El diseñador ha vuelto a hablar de su enfermedad y ha destacado la vergüenza de los pacientes al contar sus historias

Juan Avellaneda, diseñador de moda, estilista y creador de contenido en redes sociales. | Europa Press
Juan Avellaneda sigue sufriendo las secuelas de su cáncer pero ya no se guarda el dolor para él mismo, sino que lo comparte y ayuda a visibilizar el a veces silenciado proceso de curación. El diseñador de moda se ha sentado este jueves en el programa de su amiga Sonsoles Ónega, TardeAR, para sincerarse sobre alguna faceta de su vida personal. Entre los temas tratados han entrado su pareja, sus nietos políticos y nuestro tema de hoy, su experiencia con el cáncer de testículos.
El catalán ha llevado su enfermedad de forma pública todos estos años, pero cada vez más está dando detalles del diagnóstico, la operación y las revisiones a las que se somete periódicamente. Está haciendo un trabajo activo en redes y en sus apariciones públicas por darle visibilidad a este tipo de tumores. Uno de sus grandes mensajes es la importancia de la detección temprana, que a él mismo le ahorró mucho dolor y complicaciones en su juventud.
«Ahora estoy bien, estamos con revisiones. Yo tuve mucha suerte porque estaba localizado, lo que hicieron fue operar y sacar. Ahí se quedo todo», ha relatado ante la audiencia de Telecinco. Avellaneda ha incidido en que su estado actual es estable y está siendo vigilado de cerca por un grupo de profesionales que siguen su caso con regularidad. Recordamos que en 2023 sufrió una recaída y tuvo que enfrentarse a la reaparición del cáncer. Hace un año contó que en este nuevo bache de salud tuvo un papel primordial la detección temprana: «Es una zona muy sensible, yo lo noté la primera vez porque me dolía y ahora llevo un año. Estamos en pruebas otra vez», contó en su momento.
La barrera psicosocial entre médico y paciente
Durante todo su camino ha contado con el apoyo de asociaciones especializadas en pacientes oncológicos. Desde las instituciones animan a los enfermos, como Juan Avellaneda, a que controlen con rigurosidad sus cambios corporales y sus citas médicas. También el año pasado relató que «fui yo quien me obligué a ir porque me dolían bastante las glándulas. No me apetecía mucho volver a pasar el proceso». La barrea psicológica le ha frenado en varios momentos a pedir ayuda médica o a confesar su verdadero estado ante sus amigos y familiares. Hoy se siente liberado de este límite y cree entender de dónde viene.
«En los hombres no hay mucha referencia», ha admitido frente a Sonsoles Ónega. «Cuando lo cuento, en una campaña de la Asociación contra el Cáncer, me sorprendo porque me escriben muchas madres. Me decían que sus hijos también lo tenían. Es una zona muy sensible. Es tabú. No se puede hablar de un cáncer de testículos. Funciona todo igual y si no te ha funcionado es que te has salvado». Durante años la prensa ha recogido que su tipo de cáncer era de próstata, cuando el diagnóstico real hablaba de otra parte del cuerpo. Esto apoya la teoría del diseñador de que no se está acostumbrado a hablar de según qué cáncer.
La madre de Juan Avellaneda sigue con cáncer
Otra de las actualizaciones que ha aportado en su más reciente intervención pública es sobre la salud de su familia. Otros miembros de círculo cercano han padecido o padecen este trastorno. Su padre ha tenido cáncer de piel y su madre sigue luchando, hoy en día, con un cáncer de pecho. El catalán ha desvelado que ella tuvo que operarse de nuevo hace unas semanas. Es muy cuidadoso al hablar de su vida privada, pero sabido tranquilizado a toda la audiencia sin dar más detalles. «Es algo que ha estado en la familia siempre», ha contado.
Juan Avellaneda fue diagnosticado con cáncer de testículos a los 26 años. Hoy tiene 43 años y sigue conviviendo a diario con esta parte de su historia. Su propio diagnóstico y el de su madre han evolucionado de forma paralela. Hace un tiempo contó a la revista Semana esta coincidencia. «Recordé que cuando a mi madre le salió el bulto le regañaba por no acudir al médico. Entonces fui al médico, me lo miraron y a los cuarenta y cinco minutos de salir de la consulta me llamaron y me dijeron: ‘Hola Juan, acabas de estar en consulta y ha pasado esto’», explicó al medio.
Un bulto pequeño, un dolor constante
Luego reconoció que la falta de información sobre su tipo concreto de cáncer le generó cierto rechazo, a las revisiones y a comentarlo en alto. «Después de la radiografía me dijeron que el bulto era pequeño, que gracias a Dios me lo habían cogido muy al principio y que solo era una pequeña intervención. Me lo quitaron, y a partir de ahí me tocó hacer revisiones diarias», dijo en la misma entrevista. Hace un año decidió abrirse en canal y confesar lo más «desagradable» de su proceso.
«A nivel psicológico, un shock. Además, desde que me operaron hace ya diez años, convivo con el dolor las veinticuatro horas del día. Cuando me veas sentado en un banco, con las piernas espatarradas, es que no puedo más». Hoy en día continúa condicionado por estas secuelas visibles de su enfermedad y trata por normalizar las que todavía son invisibles. «Antes me lo guardaba para mí, pero ahora lo explico. Pensaba que no, pero es verdad que ayuda muchísimo que alguien lo explique y le dé visibilidad a esta enfermedad», comentó hace un tiempo.