La historia tras el título de conde de Ripalda, el vínculo de la familia Marichalar con Soria
El que fuera marido de la infanta Elena siempre ha estado muy unido a su tierra, donde poseen una impresionante casona

Jaime de Marichalar, en una imagen de archivo. | Gtres
Numancia es uno de los lugares más conocidos de Soria. Se trata del nombre que se le atribuyó a una desaparecida población celtíbera que se estableció en la localidad de Garray y de la que, hoy en día, tan solo hay unos restos. Con el paso del tiempo han sido varias las ocasiones en la que los sorianos han visto peligrar este pequeño rincón de historia pero, también, han protagonizado una ferviente defensa para mantener lo que ya forma parte de su seña de identidad. Han sido muchas las personalidades que han puesto por delante a Numancia y, entre ellos, algunos nombres y rostros conocidos como los de la familia Marichalar. El exmarido de la infanta Elena posee un vínculo muy especial con Soria, sobre todo su padre, Amalio, quien siempre fue un gran defensor de su tierra.
Así, la familia Marichalar es una de las más conocidas de la nobleza española vinculada a Castilla y, de manera muy especial, a Soria. Su título más destacado es el conde de Ripalda. En Soria se establecieron desde hace siglos, participando en la vida social, religiosa y cultural de la ciudad. Poseen una finca histórica de más de 117 hectáreas, situada en las inmediaciones del yacimiento de Numancia, como ya contamos en THE OBJECTIVE. En esta, se encuentra la ermita románica de San Antonio de Padua. En todos estos años, ha sido escenario de celebraciones familiares, como bodas, y está estrechamente ligada a la memoria local. Los Marichalar han defendido siempre la protección y puesta en valor de Numancia como patrimonio cultural.
El especial vínculo de la familia Marichalar con Soria

Y no solamente eso. La familia tiene un panteón en la iglesia de Santo Domingo. Cada 26 de diciembre, los Marichalar se reúnen allí para la misa funeral en recuerdo de sus antepasados. El conde de Ripalda, Amalio de Marichalar, participa activamente en la Semana Santa soriana, especialmente en la procesión del Ecce Homo. Lo que hace que su implicación en estas tradiciones refuerza el vínculo histórico de la familia con la ciudad. Los Marichalar han sido defensores de que Numancia fuese reconocida como Patrimonio de la Humanidad. Con ello, se convierten no solo en protagonistas sociales, sino también en protectores del patrimonio soriano.
Fue entre los siglos XVIII y XIX cuando la familia Marichalar se estableció en la provincia, vinculándose a la nobleza castellana. Además, obtuvieron propiedades en la zona de Numancia, cerca de Garray. En siglo XIX se produjo la construcción del panteón familiar en la iglesia de Santo Domingo, en la ciudad de Soria. En ese momento, el título de conde de Ripalda comenzó a ser asociado a la rama familiar soriana. En el siglo XX, la familia empezó a mantener vínculos con la Semana Santa soriana, especialmente en la procesión del Ecce Homo. Todavía, en su finca de Numancia, se conservan la ermita románica de San Antonio de Padua y terrenos agrícolas de gran valor histórico. Allí se celebran diversos eventos familiares como bodas y reuniones.
Su ferviente defensa de las ruinas de Numancia

Entre finales del siglo XX e inicios del XXI, Amalio de Marichalar empezó a impulsar iniciativas culturales para proteger Numancia y solicitar su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. Así, su finca se convirtió en un símbolo del vínculo entre la familia y Soria. Además, como decíamos, cada 26 de diciembre, los Marichalar celebran una misa en el panteón de Santo Domingo. Actualmente, la finca mantiene su compromiso social, religioso y cultural con Soria. Siguen siendo parte activa de la Semana Santa. Además, la figura de Amalio de Marichalar ha sido clave como portavoz del legado familiar y defensor del patrimonio soriano. Sí que ese cierto que Jaime, el exmarido de la infanta Elena, no siempre ha estado presente en los eventos familiares celebrados en Soria.

Así, no acudió en 2015 a la misa anual en memoria de su padre, Amalio de Marichalar y Bruguera, celebrada en la iglesia de Santo Domingo (Soria), una tradición familiar a la que sí suelen asistir otros miembros. Esta ausencia también se había repetido previamente en el año 2012. Se desconoce el motivo de su ausencia, aunque en su momento se señaló que suele pasar esas fechas con sus hijos y familia en la casona familiar de Soria. Una de las últimas apariciones conocidas de Jaime en Soria fue durante la boda de Victoria Quesada, celebrada en Hinojosa de la Sierra, una localidad cercana. Aunque no en la finca familiar, es una de las escasas ocasiones recientes en que sí se ha podido registrar su presencia en eventos familiares en la provincia.
Aunque Jaime mantiene vínculos afectivos con Soria, sus hermanos Álvaro y Amalio han sido más visibles en defensa del patrimonio y causas locales sorianas. Jaime, por su parte, suele mostrarse más reservado en cuanto a su implicación pública en asuntos regionales, enfocándose en su entorno personal. Sobre el título de conde de Ripalda, que actualmente pertenece a su padre, este data del siglo XVIII y se conserva en una colección navarra. El Condado de Ripalda fue creado el 23 de marzo de 1724 por el rey Luis I a favor de Esteban Joaquín de Ripalda y Marichalar, como reconocimiento a sus servicios a la Monarquía. Nació, a mediados del siglo XVII, en Górriz, Navarra, fue militar de profesión y alcanzó altos cargos como coronel (1706) e intendente general del Ejército de Andalucía. Durante su mandato como asistente de Sevilla promovió mejoras sociales y organizó un fastuoso recibimiento a los reyes en 1729, año en que el monarca viajó para aliviar una crisis de melancolía.
Posteriormente, la familia se estableció en Valencia, donde los condes del siglo XIX y principios del XX jugaban roles clave en la política, el arte, e incluso el humanitarismo (Cruz Roja). La figura de la condesa viuda especialmente dejó una huella arquitectónica notable en Valencia, pese al lamentable derribo del palacio que llevó su nombre. Hoy, aunque el palacio ya no existe, elementos como el Pasaje Ripalda o la calle con ese nombre siguen siendo testigos del legado de esta noble casa.