The Objective
Gente

Entramos en 'Casa da Auga', la espectacular mansión de Joaquín Torres junto al mar coruñés

El arquitecto ha concebido este lugar como un sitio «para abrazar al mar» y cuenta con un acceso a dos pequeñas calas

Entramos en ‘Casa da Auga’, la espectacular mansión de Joaquín Torres junto al mar coruñés

Joaquín Torres, en una imagen de archivo. | Gtres

Joaquín Torres no está pasando por uno de los mejores momentos de su vida. El arquitecto ha confirmado su separación del que era su marido, Raúl Prieto, con quien contrajo matrimonio hace un par de años en Sevilla. En estos últimos meses, Torres se ha centrado en todo lo que sucede en su vida profesional para poder hacer frente a los inconvenientes que se encuentra a nivel personal. Una de sus últimas creaciones ha sido Casa da Auga, una espectacular mansión en la Costa de la Muerte, en Galicia, que cuenta hasta con dos piscina privadas y está a unos tres metros sobre el mar.

El lugar se ha convertido en toda una inspiración, en cuanto a arquitectura se refiere, y, sobre todo, en un gran referente arquitectónico. Ha sido tanto él como su socio quienes se han puesto manos a la obra para diseñar una auténtica obra de arte que cuenta con un diseño moderno pero que se adapta, a la perfección, al entorno. Y es que Joaquín ha conseguido aunar tanto el estilo más tradicional gallego con otro más contemporáneo e inspirador. Aunque eso sí, como su propio nombre indica, lo que verdaderamente se lleva el gran protagonismo es el agua.

La casa de Joaquín Torres en Galicia: dos playas y más de 5.000 metros

Como decíamos, la casa está en la Costa de la Muerte, en la provincia de La Coruña, concretamente en la ría de Corme y Laje. Se sitúa a solo unos metros del mar, elevada unos 3 metros sobre él. Una de las grandes ventajas es que tiene acceso directo al agua —ya sea por embarcadero propio o por escaleras que bajan hasta el mar—. La finca ocupa más de 5.000 metros cuadrados y cuenta con más de 280 metros lineales de litoral, incluyendo dos pequeñas playas. Además, tiene una vivienda de dos plantas, con cuatro habitaciones y dos baños, lo que le da, además, mucha amplitud al recinto. El lugar alberga una capacidad para doce personas, ya que se suele alquilar para vacaciones.

La reforma ha ido de la mano de Joaquín Torres y su socio, Rafael Llamazares, quien conoce a la perfección el terreno. Dentro de la vivienda se mezclan elementos tradicionales —muros encalados, arcos blancos— con diseño moderno, uso de materiales naturales, decoración contemporánea —esculturas, cuadros— y tonos que combinan blanco con tierra, azul, madera, etc. Es más, uno de los objetivos es el de aprovechar, al máximo, las vistas al mar gracias a sus grandes ventanales y las terrazas. Dada ha sido su buena acogida, Torres decidió, hace tiempo, ponerla en alquiler. Está disponible en diferentes plataformas con una estancia mínima de tres noches para que cualquier persona pueda disfrutar de pasar unos días en uno de los alojamientos más diferentes y especiales de nuestro país.

Cuenta con un diseño moderno y se alquila por 1.300 euros

Aunque eso sí, sus precios no es para todos los bolsillos. Estos varían mucho por temporada y, por ejemplo, una noche en julio cuesta más de 500 euros, mientras que en agosto pueden superar los 1.300 euros. Al entrar a la casa, lo que más llama la atención no es la puerta —que está diseñada en blanco con materiales sobrios y camuflada en un muro encalado— sino la luz. Y es que toda la vivienda está planteada para tener el mar muy cerca y se ayuda de los grandes ventanales de suelo a techo que abren la perspectiva y la vista que se enclava directamente en el Atlántico. El salón es una de las estancias más importantes y está concebida como un mirador «habitable». Cuenta con sofás blancos de líneas rectas, arte contemporáneo en tonos neutros y una gran chimenea que le da cierto protagonismo.

Lo curioso es que, pese a ser de un arquitecto famoso por el lujo, la sensación no es ostentosa; domina una austeridad elegante, más gallega que madrileña. La cocina está abierta, muy actual, con superficies en piedra clara y madera cálida. Se diseñó para que cocinar también sea mirar el mar. El comedor tiene una mesa larga pensada para 10 o 12 personas, reforzando la idea de la casa como lugar de encuentro, no solo de retiro. Cuenta, como ya hemos dicho, con cuatro habitaciones. Cada una está orientada al mar, con terrazas o balcones discretos. No hay barroquismo: camas bajas, ropa de cama blanca, madera natural y algún toque azul o arena. La idea es que el paisaje sea la decoración. Fue el propio arquitecto quien concibió las habitaciones como «refugios dentro del refugio» y es que no todas son iguales; hay una con un arco encalado que recuerda a las casas tradicionales gallegas, otra más minimalista y moderna.

«Una casa para abrazar el mar»

En los baños predomina el mármol claro y los espejos enormes que multiplican la luz. Las duchas, sin mamparas convencionales, están pensadas como pequeñas cajas de vidrio con vistas. Sin duda alguna, la zona más original es el exterior y, concretamente, el jardín. Cuenta con unas terrazas hacia el mar, con caminos de piedra que bajan a dos pequeñas calas privadas. La finca tiene casi 300 metros de costa, y da la impresión de que el terreno abraza literalmente al mar —de ahí que Torres la describa como «una casa para abrazar el mar»—. El contraste es muy potente: arquitectura blanca y racionalista contra un entorno agreste, de roca y océano.

Publicidad