Esther Cañadas, más allá de la modelo: una hija y la dura enfermedad que le cambió la vida
La maniquí, tras triunfar en la Fashion Week de Madrid, se sienta en ‘El hormiguero’ para hablar de su lado personal

Esther Cañadas, en una imagen de sus redes sociales.
Esther Cañadas se sienta esta noche en El hormiguero. La modelo conversará con Pablo Motos sobre su participación en la Fashion Week de Madrid, donde ha sido una de las grandes estrellas. Y es que la maniquí ha decidido volver a la esfera pública y, además, lo ha hecho pisando fuerte. Esther nació a mediados de los años 70 en Albacete, aunque creció en Alicante. De niña siempre soñó con ser criminóloga e incluso quiso ser detective privado. Fue su madre quien le aconsejó que se decantara por el mundo del modelaje. A los 14 años comenzó ya a trasladarse al mundo de la moda: ganó concursos de belleza locales, lo que le abrió puertas con agencias. Trabajó primero desde Barcelona, luego se movió a Milán, a Nueva York, en busca de más oportunidades.
Pronto entró en pasarelas internacionales de primer nivel: París, Milán, Nueva York. Desfiló para marcas de alto prestigio como Dolce & Gabbana, Versace, Chanel, Valentino, Givenchy, Calvin Klein, Yves Saint Laurent, entre otras. También fue imagen y modelo para campañas importantes, como Donna Karan / DKNY, y se convirtió en una de las musas de diseñadores como Donna Karan. Y protagonizó distintas portadas de revista como Vogue, Harper’s Bazaar, Marie Claire, entre otras. También tuvo apariciones fotográficas con algunos de los fotógrafos más reconocidos de la moda, como Steve Meisel, Helmut Newton, Peter Lindbergh, Ellen von Unwerth, etc.
Los comienzos de Esther Cañadas como modelo
En 1999 hizo su debut cinematográfico en la película The Thomas Crown Affair, junto a Pierce Brosnan y René Russo. Luego participó en algunas producciones españolas, como Torrente 2: Misión en Marbella (2001), y Trileros (2003). En los 2000, cuando se encontraba en pleno apogeo de su vida personal, decidió dar un paso al lado y dedicarse a su vida personal. Necesitaba enfocarse en otras cosas, dedicarse a lo personal, a lo que no había podido por la exigencia de su trabajo. Al mismo tiempo, se le diagnosticó una enfermedad inmunológica que le obligó a medicarse durante varios años, lo que influyó en que se alejara de la vida pública. En 2014, vino al mundo su primera y única hija, Galia Santina.
Tras su nacimiento decidió trasladarse hasta México para preservar su identidad. Durante estos años de retiro estuvo muy al margen de los focos, prácticamente sin desfilar, con pocas apariciones mediáticas. En febrero de 2020, sorprendió con su aparición en el Gran Finale del desfile de Balmain durante la Paris Fashion Week. Este fue uno de los primeros indicios de su retorno al mundo de la moda. Poco después, consiguió una portada de Vogue España después de unos veinte años sin estar en portadas de ese nivel. Este regreso fue considerado, tanto por ella como por los medios, un «regalo» y algo meditado. En sus declaraciones más recientes ha afirmado que ahora valora muchísimo el equilibrio entre trabajo y vida personal, y que su regreso no significa volver con la misma intensidad ni presión de antes, sino elegir los proyectos que realmente le importan.
La enfermedad que le condicionó su vida
Su estilo siempre ha sido complejo de encasillar: mirada penetrante, rasgos definidos, cierto aire felino o gatuno, que se hizo distintivo. Eso, junto a su altura y proporciones, le dio una presencia muy marcada en pasarelas y campañas. Ha sido parte de esa generación de modelos de los 90 que definieron una época en la moda internacional, junto con otras españolas e internacionales. Ha servido de inspiración para modelos jóvenes españolas. Su regreso también ha coincidido con una época en la moda donde se presta más atención a la diversidad: de edad, de historias, de trayectorias que no solo sean de «esbeltez» sino con matices personales. Esther ha resaltado que esto le atrae, y que por eso ha vuelto con otro ritmo.
Fue en el año 2020 cuando Cañadas fue diagnosticada de vasculitis, una enfermedad autoinmune en la que se inflaman los vasos sanguíneos —arterias, arteriolas, capilares, vénulas, venas—. Esa inflamación puede reducir o interrumpir el flujo sanguíneo, lo que puede provocar daños en distintos tejidos y órganos. La propia Esther relató la infinidad de efectos secundarios que tuvo y confirmó que la enfermedad le sumía en «horribles dolores». Es más, también confirmó que había vivido un agotamiento extremo, llegando al final del día con un 10% de su energía. Más allá del dolor corporal, lo emocional ha sido muy fuerte. Ha hablado de sentirse en hospital o consultas médicas, de la dificultad de no tener un diagnóstico claro al principio, de incertidumbre.
En los primeros tiempos, además, se sometió a una serie de pruebas médicas que hicieron que no se arrojara un diagnóstico claro. Tuvo que consultar con muchos especialistas. Es más, confesó que perdió «la cuenta en el número 56 de médico». Se le prescribió reposo absoluto permanente en algunos momentos: fue una de las recomendaciones médicas. Durante años vivió en un estado de incertidumbre: sin saber si mejoraría, con altibajos, sin poder cumplir con la vida profesional como antes. Esther decidió apartarse temporalmente del trabajo como modelo para centrarse en su recuperación. Es decir, su ritmo profesional se vio completamente alterado. Buscó distintos tipos de medicina alternativa/complementaria. Es más, viajó a Hong Kong para conocer la medicina china, meditación con monjes en Tailandia, estancias en México, etc. No como reemplazo seguro pero como búsqueda de alivio.