El bonito pueblo de Valencia que ayuda a Muñoz Molina en su depresión: «La tierra es mi terapia»
El escritor, que vive un momento difícil, conoció este lugar hace 35 años porque fue ahí donde se crio Elvira Lindo

Elvira Lindo y Muñoz Molina en Ademuz. | Redes sociales
Aunque Elvira Lindo ha tenido la suerte de vivir en Nueva York, Madrid o Lisboa, lo cierto es que ningún le llena tanto como el sitio que la vio crecer. La escritora siente mucho cariño a la Comunidad Valenciana, porque fue allí donde nació su madre y, también, donde pasó los mejores veranos de su infancia. Lo hizo, además, en un lugar muy especial, alejado del mundo urbano, rodeado de campo, a unos kilómetros del mar y que siempre le ha evocado una sensación de nostalgia cuando no está cerca. Y es que, por su trabajo, Lindo ha pasado por distintas partes del mundo, siempre de la mano de su marido, Antonio Muñoz Molina, –quien también tiene mucho cariño a este sitio– y siempre teniendo un lugar al que poder volver: Ademuz.
Ademuz es un municipio de la provincia de Valencia, en la Comunidad Valenciana de España, capital de la comarca llamada Rincón de Ademuz. Está ubicado en un enclave singular: el Rincón de Ademuz es un exclave valenciano, rodeado por territorios de Cuenca y Teruel, lo que le convierte en una zona fronteriza tanto geográfica como culturalmente. El término municipal de Ademuz ocupa unos 100,42 km² y está a altitudes que varían bastante, pues hay zonas montañosas –con cotas que llegan a más de 1.500 metros en algunas sierras como Tortajada–; al mismo tiempo, el río Turia atraviesa su término de norte a sur, formando vegas fértiles que contrastan con la orografía agreste.
La unión tan especial de Ademuz con Elvira Lindo y Muñoz Molina
El clima tiene rasgos mediterráneos pero con elementos de continentalidad: inviernos fríos, veranos calurosos, amplitudes térmicas notables, y lluvias concentradas en ciertos periodos. El relieve tortuoso, con sierras, cerros, barrancos, ramblas y riberas, condiciona mucho la distribución de los pueblos, las vías de comunicación, los cultivos, y también la vida cotidiana. Ademuz –el núcleo– se asienta en una ladera pronunciada, con calles escarpadas, desplazamientos verticales y arquitectura adaptada al terreno. Ademuz, sin duda alguna, tiene un pasado antiguo y complejo, con huellas íberas, romanas, musulmanas y cristianas.
Allí se han encontrado asentamientos íberos, por ejemplo el poblado conocido como La Celadilla. Durante la época musulmana Ademuz adquirió fortificación, el castillo se reforzó, y comenzó a haber presencia estratégica debido a su ubicación fronteriza. Fue conquistado por Pedro II de Aragón en 1210, aunque luego cambiaron de manos en algunos episodios hasta que se consolidó su incorporación al ámbito cristiano, bajo Jaime I. En el municipio y alrededores se han desarrollado históricamente actividades agropecuarias tradicionales, como huertas irrigadas por los ríos y acequias, cultivo de manzanas –entre otras frutas–, huertos, molinos, tejerías, etc.
Ademuz, un pueblo con historia bañado por el Turia
Sin duda alguna, Ademuz posee una riqueza patrimonial considerable, tanto en arquitectura religiosa, civil como en arquitectura popular. Entre las más importantes, nos encontramos con la Iglesia de San Pedro y San Pablo que es del S. XVIII y destaca por su estructura, la doble escalinata, torre-campanario de más de 40 metros. Además, la Ermita de Nuestra Señora de la Huerta es de origen probablemente románico, en las afueras de la villa, a orillas del Turia. La Ermita de Santa Bárbara, cuyas ruinas están sobre el cerro del castillo, dentro del recinto fortificado original. Sirve además como mirador hacia la vega del Turia. Del castillo quedan restos, en la cima del monte de los Zafranares. Aunque en ruina, es un elemento clave del paisaje histórico y estratégico del municipio.

La cárcel municipal fue un edificio civil que data del siglo XVI –1567 según su portada–, con arco de medio punto; ha tenido varios usos: cárcel, archivo municipal, etc.; ahora alberga el Instituto Cultural y de Estudios del Rincón de Ademuz (ICERA). La Cambra Vieja del Trigo es, hoy en día, un antiguo almacén municipal de grano, edificio de carácter público con advocación histórica, arquitectura civil ligada a la vida agrícola. El Molino Nuevo es una de sus joyas más ocultas. Conserva la maquinaria antigua, aunque sufrió daños en 2017. Además de estos, hay una arquitectura popular muy marcada: las «barracas» de piedra seca –refugios agrícolas/pastores–, caseríos vernáculos, acueductos, tejerías, hornos tradicionales, pajares, etc. Todos ellos conforman un paisaje cultural que combina lo rural, lo utilitario y lo tradicional.
Sin duda alguna, su naturaleza es una de sus piezas más atractivas. El río Turia es protagonista: sus vegas, sus orillas, su cauce proporcionan recursos de agua, paisajes verdes, zonas de regadío, así como rutas a lo largo del río. Además, otros cursos de agua como el río Bohílgues, ramblas como la Virgen, la Tóvedas, Negrón, Riodeva, etc., forman parte del tejido hidrográfico local. Hay, también, zonas protegidas, reservas, microreservas de flora, hábitats naturales que incluyen bosques de sabina, carrascales, tejos, etc. El paisaje vegetal combina lo mediterráneo con elementos adaptados a la altitud y al clima más continental. Cuenta con paisajes agrarios como bancales, huertas, cultivos en regadío, en secano, almendros, manzanos, cultivos de huerta pequeña escala, lavandas, etc.
En cuanto a población, Ademuz es una localidad de baja densidad. Se ha experimentado un fuerte proceso de despoblación durante el siglo XX: emigraciones hacia ciudades, hacia lugares con más oportunidades. Hay también un componente de turismo rural, de naturaleza y cultural, que se está desarrollando cada vez más, con rutas guiadas, restauración de patrimonio preindustrial –como molinos, tejerías, etc.–, puesta en valor de la arquitectura tradicional, rutas de observación. Como decíamos, este lugar siempre ha sido muy especial para Elvira y, por ende, para su marido, Antonio Muñoz Molina. Allí pasó los veranos de su infancia, y lo evoca como un espacio de origen, memoria y afecto. En varias ocasiones, lo ha descrito como un paisaje sensorial, envolvente, con naturaleza rica, bosques, sabinas, cascadas de luz, humedad, montaña, frío, huertos, laderas y valles. Esos elementos naturales no son sólo decorativos sino que forman parte activa de sus textos, moldean la emoción y el tono.
La depresión de Antonio Muñoz Molina
Además, la escritora, cuando pasa temporadas allí, no lo ve como un retiro pasivo, sino como un lugar que les da vida social, calma, arraigo e intimidad. Ademuz para ella es «una constante en mi vida»; un refugio frente al bullicio de la ciudad y una forma de regresar al origen para recomponer. Lo utiliza, también, de escenario narrativo en novelas recientes, ambienta obras allí. Usa, además, la tradición, el lenguaje, las costumbres de Ademuz para dar cuerpo a sus historias. Ademuz no es solo un trasfondo geográfico, sino parte de la emoción narrativa. Muñoz Molina también ha hablado en varias ocasiones del pueblo de su mujer, que, además, también tuvo un papel clave en el programa de Salvados del pasado domingo.
El escritor ha descrito ese paisaje agreste, las laderas, las gargantas, los almendros, los huertos, las montañas y ese sentido del territorio con su geología, con los roquedales rojizos, con la erosión, con la huella de los pueblos moriscos. Ademuz para él tiene un componente visual, casi pictórico; un paisaje que evoca también el paso del tiempo. En su diálogo más reciente, agradece que Ademuz le permita una vida más sencilla en contacto con la tierra, con la huerta, con la calma, que le ayuda en su recuperación de la depresión. Hacer tareas sencillas, caminar por el pueblo, la tierra, los huertos, recuperar lo que les enseñaron sus padres; todo esto lo ve como parte de un estar vivo, presente, frente al ritmo acelerado de las ciudades. Ademuz, para él, no es solo paisaje sino espacio de práctica, de hábitos y de dignificación de lo pequeño.
Además, ha sido fundamental tanto en su obra como en su proceso personal, incluyendo su relación con la depresión. Muñoz Molina ha hablado abiertamente de haber pasado por episodios de depresión, especialmente en varios momentos de cambio vital o desarraigo –por ejemplo, tras su traslado a Nueva York o en etapas de sobreexposición mediática–. En esos momentos, Ademuz aparece como una geografía interior de consuelo y sentido, una especie de «ancla» frente a la confusión y la pérdida.