La etapa como ‘casero’ de Carlos Fitz-James Stuart: sus 100 pisos de alquiler en Madrid
El duque de Alba posee varios edificios y casas tanto en Madrid como en Sevilla que heredó de su madre

Carlos Fitz-James Stuart junto a su nuera, Sofía Palazuelo. | Gtres
Este fin de semana ha sido muy especial para la familia Fitz-James Stuart. Los herederos de la duquesa de Alba se han reunido en Sevilla para casar a Cayetano Martínez de Irujo y su novia desde hace una década, Bárbara Mirjan. La pareja se ha dado el ‘sí, quiero’ junto a todos los hermanos de Cayetano, quienes no se han querido perder un momento tan importante. Hasta la ciudad hispalense se trasladó, también, Carlos Fitz-James Stuart, junto a su hijo, Carlos, y su nuera, Sofía Palazuelo. Así, Carlos hizo un hueco en su apretada agenda, ya que, desde la muerte de su madre, es el XIX duque de Alba, una de las figuras más destacadas de la nobleza española contemporánea y heredero de las familias con mayor historia, títulos y patrimonio en nuestro país.
A lo largo de su vida ha ido asumiendo responsabilidades diversas relacionadas con la gestión patrimonial, la conservación cultural y la adaptación de los inmuebles y bienes de la Casa de Alba a los tiempos modernos. Es más, tras el fallecimiento de su progenitora, Carlos heredó infinidad de propiedades repartidas por dos ciudades en España; Madrid y Sevilla. Carlos nació en Madrid el 2 de octubre de 1948. Es hijo primogénito de Cayetana Fitz-James Stuart, la famosa duquesa de Alba de Tormes, y de Luis Martínez de Irujo y Artázcoz. Su madre, Cayetana, era heredera de la Casa de Alba, con un enorme patrimonio de títulos —con ducados, marquesados, condados—, palacios, obras de arte, haciendas, fincas y demás bienes. Carlos ha sido educado desde muy joven bajo la expectativa de hacerse cargo de ese legado.
Carlos Fitz-James Stuart posee infinidad de propiedades en Madrid

Cuando su padre murió —Luis Martínez de Irujo— en 1972, Carlos comenzó a asumir muchas de las responsabilidades financieras y patrimoniales de la Casa de Alba, junto con su madre, y otros hermanos en distintos grados. Carlos recibió una educación bastante estricta y tradicional, lo que implicó disciplina, rigor y cuidado en las formas. Estudió secundaria en el Instituto San Isidro de Madrid, bachillerato en Santa María de los Rosales, y luego se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Se casó con Matilde de Solís-Beaumont en 1988, con quien tuvo dos hijos: Fernando Cayetano —nacido en 1990— y Carlos Arturo —que vino al mundo un año más tarde—. Su matrimonio terminó en 1999, y luego en 2006 obtuvo la nulidad eclesiástica.
En lo personal, Carlos ha mantenido bastante discreción. Tiene aficiones como el esquí, la navegación, la lectura, asistir a actividades culturales, la música, la caza menor, etc. Vive en el Palacio de Liria (Madrid), que es una de las residencias principales y también centro neurálgico para las actividades de la Casa y Fundación Alba. Carlos ostenta numerosos títulos nobiliarios; es duque de Alba desde la muerte de su madre en noviembre de 2014, y lleva la responsabilidad de muchos de los títulos con su grandeza asociada. Tiene a su cargo la Fundación Casa de Alba, que agrupa una parte muy importante del patrimonio familiar: palacios como el de Liria, colecciones de arte, documentos históricos, fincas rústicas, propiedades urbanas, edificios, etc. Además participa, como patrono o en cargos honoríficos, en entidades de conservación y promoción cultural, como Hispania Nostra.
Su etapa como ‘casero’ y gestionando el patrimonio de la Casa de Alba
Como decíamos, Carlos no vive únicamente de sus títulos. Desde joven Carlos ha sido uno de los gestores clave de los bienes familiares: restauraciones, mantenimiento de palacios, conservación artística, mantenimiento de jardines, etc. Esto incluye inversiones para preservar actividades culturales que puedan tener continuidad económica, así como para mantener el valor del patrimonio en buen estado. Uno de sus intereses más constantes ha sido la conservación del patrimonio histórico y artístico; esto lo hace a través de la Fundación Casa de Alba y participando en instituciones que promueven la conservación, turismo cultural, apertura al público de bienes históricos, etc. Ha mostrado voluntad de que la Casa de Alba funcione con criterios profesionales: transparencia en lo posible, adaptación a cambio de normativas, rentabilidad de algunos bienes, apertura al público en ciertos casos (visitas, museos, exposiciones), etc. Esta actitud supone compaginar el respeto al patrimonio con la necesidad de encontrar ingresos que permitan su sostenimiento.

Sin duda alguna, una de sus etapas más importantes tiene que ver con el mundo inmobiliario. Carlos Fitz-James Stuart es dueño de 119 viviendas, 25 oficinas y 13 almacenes en Madrid. Gran parte de ese patrimonio está alquilado o explotado económicamente, ya sea como alquiler convencional o mediante planes de vivienda turística. Además, posee seis edificios próximos al Palacio de Liria —su residencia principal— en Madrid, algunos de ellos muy cercanos a los jardines de Liria. El Duque de Alba tiene un proyecto aprobado para convertir los edificios de Princesa 22 y 24 en «pisos turísticos» —66 apartamentos en total, 33 por edificio—. Se estima que esa operación podría generar alrededor de 2 millones de euros anuales y que la inversión necesaria —alrededor de 5,6 millones de euros— se recuperaría en unos 3 años.
En años recientes, Carlos ha promovido proyectos de cambio de uso de determinados inmuebles para adaptarlos al mercado moderno, especialmente al turismo. Como decíamos, un ejemplo claro es la transformación de los edificios de la calle Princesa —los números 22 y 24— en Madrid en apartamentos turísticos. Esto implica licencias, obras, coordinación municipal y también gestión de arrendamientos. Uno de los grandes desafíos para Carlos es compaginar la conservación de un patrimonio histórico de gran magnitud con las exigencias modernas; mantenimiento costoso, normativa patrimonial, legislación sobre uso del suelo, licencias, turismo, presión urbana, impuestos, restauraciones, seguridad, etc.
Otro reto es el de rentabilizar parte del patrimonio sin perder su esencia: por ejemplo, abrir al público algunos palacios, museos, musealizar colecciones, convertir inmuebles en pisos turísticos, arrendar propiedades, etc. Pero todo eso con mucho cuidado para no comprometer la conservación ni la integridad histórica. También debe suceder una transición generacional: sus hijos, Fernando y Carlos Arturo, están llamados a acompañar, y ya participan en algunos proyectos; hay una preocupación por que las nuevas generaciones mantengan respeto por la tradición pero también se adapten a los nuevos tiempos.