Jonathan Anderson, de abandonar el colegio por ser disléxico a rediseñar el nuevo Dior
El director creativo pasó, también, por Loewe y ha tenido un papel muy significativo, dando un giro de 180 grados

Jonathan Anderson junto a Juliette Binoche. | Gtres
Jonathan Anderson siempre tuvo que claro que, fuera como fuera, iba a cumplir sus sueños. Desde bien pequeño se dio cuenta que era diferente al resto de sus compañeros; no aprendía igual que los demás, tenía que hacer un esfuerzo desorbitado y, además, todo el empeño que ponía no se veía reflejado en sus notas. Una situación que difiere mucho de su presente. Actualmente, Anderson es uno de los grandes nombres dentro de la firma Dior y ha sido el encargado de llevar las riendas en una nueva era en la que han querido apostar por las modernidad, siendo fiel a su esencia, pero dándole un giro de 180 grados.
Jonathan William Anderson, conocido internacionalmente como Jonathan Anderson, nació en 1984 en Magherafelt, un pequeño pueblo en el condado de Londonderry, Irlanda del Norte. Desde una edad temprana mostró gran curiosidad por el arte, el teatro y la estética, aunque su destino no parecía inicialmente ligado a la moda. Su familia, de raíces irlandesas tradicionales, no provenía del mundo del diseño, y Jonathan creció en un entorno donde la creatividad debía buscarse de forma autodidacta. Sin embargo, su deseo de expresarse visualmente lo llevó a explorar diversas disciplinas antes de hallar su verdadero camino.
Cómo comenzó Jonathan Anderson en la moda

Durante su adolescencia, Anderson soñaba con ser actor. Esa aspiración lo llevó a mudarse a Estados Unidos para estudiar arte dramático en el Studio Theatre de Washington D.C.. No obstante, fue precisamente durante ese periodo cuando descubrió su fascinación por el vestuario y la escenografía. Se sintió atraído por cómo la ropa podía definir personajes, crear atmósferas y comunicar ideas sin palabras. Este cambio de enfoque marcó el inicio de su transición del teatro hacia la moda, un giro que definiría su vida profesional en unos años. De regreso en el Reino Unido, Anderson se inscribió en el London College of Fashion, una de las instituciones más prestigiosas de Europa. Allí comenzó a desarrollar una sensibilidad única que combinaba la experimentación conceptual con un entendimiento técnico cada vez más refinado. Su visión, desde el principio, se alejó del lujo convencional para abrazar la provocación intelectual y la curiosidad artística.
En 2008, Jonathan Anderson fundó su propia marca, JW Anderson, enfocada inicialmente en la moda masculina. Su primera colección llamó la atención por su audacia; cuestionaba la rigidez de las categorías de género, proponía siluetas híbridas y jugaba con el contraste entre lo masculino y lo femenino. En un momento en que la industria todavía estaba dominada por narrativas conservadoras, Anderson emergió como una voz fresca, incluso transgresora, que invitaba a reflexionar sobre la identidad, la individualidad y el papel del diseñador como narrador visual.
El público y la crítica reaccionaron con una mezcla de sorpresa y fascinación. Su enfoque se caracterizaba por una visión casi escultórica del cuerpo; piezas con cortes asimétricos, proporciones inesperadas y un uso experimental de materiales tradicionales como la lana, el algodón o el cuero. En lugar de crear ropa para un género específico, Anderson creaba un lenguaje visual que desafiaba las convenciones. Su reputación creció rápidamente, y en 2010 comenzó a presentar también colecciones femeninas bajo la misma marca, consolidando así su identidad como uno de los diseñadores más vanguardistas del panorama británico. El British Fashion Council pronto tomó nota. En 2012, JW Anderson fue nominado en varias categorías de los British Fashion Awards, y su nombre empezó a circular entre los altos ejecutivos de los grandes conglomerados de lujo. Era evidente que Anderson no solo tenía talento, sino una visión conceptual de marca, algo escaso incluso entre diseñadores experimentados.
Sin duda alguna, el gran punto de inflexión en la carrera de Jonathan Anderson llegó en 2013, cuando el grupo LVMH —propietario de marcas como Louis Vuitton, Dior, Celine o Fendi— lo nombró director creativo de Loewe, la histórica casa española de marroquinería y moda. Su elección sorprendió a muchos; Loewe era conocida por su herencia artesanal y su discreción, mientras que Anderson era un diseñador joven, atrevido y disruptivo. Sin embargo, esa aparente contradicción resultó ser el secreto de su éxito. Desde su llegada, Anderson emprendió una profunda transformación de la identidad de Loewe. Modernizó su logo, reestructuró las líneas de producto y estableció un nuevo diálogo entre tradición y modernidad. Su enfoque consistía en honrar el legado artesanal de la marca —especialmente su excelencia en el trabajo del cuero— mientras introducía un lenguaje visual más audaz, artístico y contemporáneo. Bajo su dirección, Loewe se convirtió en un referente de innovación dentro del lujo europeo.
Su papel en Loewe y Dior
Su visión no solo revitalizó la marca, sino que también la hizo rentable y relevante para una nueva generación. Loewe pasó de ser una casa de lujo tradicional a una de las más comentadas y celebradas en redes sociales y revistas especializadas. En apenas cinco años, Anderson convirtió a Loewe en un fenómeno cultural y financiero dentro del grupo LVMH. En abril de 2025, Jonathan Anderson fue anunciado oficialmente como nuevo director creativo de Dior Men, sucediendo a Kim Jones. Sin embargo, el verdadero golpe de efecto llegó pocos meses después, cuando en junio de 2025se confirmó que asumiría el control creativo total de Dior, convirtiéndose en el único director artístico responsable de todas las divisiones de la casa: mujer, hombre, alta costura, prêt-à-porter y accesorios.
Este movimiento marcó un hecho histórico; por primera vez desde Christian Dior, una sola figura volvería a dirigir todos los aspectos creativos de la maison. En la era moderna, Dior siempre había tenido direcciones separadas para cada línea —John Galliano, Raf Simons, Maria Grazia Chiuri, Kim Jones, entre otros—. La confianza depositada en Anderson reflejaba tanto su talento comprobado como su capacidad de manejar equipos grandes, cohesionar una visión y equilibrar innovación con respeto por el legado. Sin duda alguna, la dislexia marcó gran parte de su vida.
La dislexia que marcó su vida
Anderson fue diagnosticado con dislexia severa cuando estaba en la escuela primaria. Su madre jugó un papel clave en lograr que ese diagnóstico se reconociera oficialmente. Al principio, la escuela no aceptaba bien que él tuviera dificultades «especiales de aprendizaje«, minimizaba el problema, diciéndole que «no fuera tan tonto» o que simplemente «no era tan buen estudiante». Fue la madre quien logró que se realizara una evaluación psicopedagógica independiente que confirmó la dislexia. En más de una ocasión, el experto en moda ha admitido que «no era el mejor estudiante». Es más, tuvo que abandonar las clases para recibir ayuda especializada. Le molestaba el hecho de que algunos profesores y compañeros lo vieran de forma negativa, que creyeran que su bajo rendimiento en ciertas materias era por falta de inteligencia o esfuerzo, en lugar de una dificultad de aprendizaje real.
En todo ese tiempo, además, hasta que descubrió qué pasaba realmente, sintió una mezcla de frustración con baja autoestima. Preguntándose por qué ciertas cosas le resultaban muy difíciles mientras otros lo hacían sin problema. Anderson ha comentado que la dislexia influyó en su ética de trabajo: al tener que esforzarse más en ciertos aspectos académicos, aprendió la importancia de la disciplina, de encontrar sus propias formas de aprendizaje, y de reforzar lo visual y táctil.