Maruja Torres, más allá de la escritora, a sus 82 años: una vida en Beirut y de familia humilde
La icónica escritora trabajó como corresponsal de guerra en el Líbano y siempre ha sido una persona muy discreta

Maruja Torres, en una imagen de archivo. | Gtres
Gracias a su tesón, Maruja Torres se ha convertido en una de las escritoras más reconocidas de nuestro país. Probablemente, cuando comenzó su carrera como periodista cultural, poco o nada se esperaba que iba a poder vivir de sus libros. En todo este tiempo, la catalana ha sido reconocida con un premio Planeta y con el premio de la Crítica de Periodismo. Además, ha estado siempre decidida a contribuir por la regeneración del Periodismo, dotándole de una voz más humana, más feminista y comprometida con los derechos sociales. Un enfoque que, a sus 82 años, no ha cambiado hasta ahora y ha ido madurando con el paso del tiempo.
María Dolores Torres Manzanera, conocida como Maruja Torres, nació en Barcelona en 1943, en el seno de una familia de origen humilde. Su infancia transcurrió durante la posguerra española, en un entorno marcado por las carencias económicas y las limitaciones sociales de la época. Desde muy joven sintió una profunda curiosidad por la lectura y una inclinación natural hacia la observación del entorno, rasgos que más tarde definirían su estilo literario y periodístico. Su educación formal fue breve, ya que comenzó a trabajar siendo adolescente, lo que no le impidió formarse de manera autodidacta y desarrollar una aguda conciencia crítica sobre el mundo que la rodeaba.
Los primeros años de vida de Maruja Torres en Barcelona
Su entrada en el mundo del periodismo se produjo en los años sesenta, cuando empezó a colaborar con revistas y diarios de Barcelona y Madrid. En una época en que el periodismo era un espacio predominantemente masculino, Maruja Torres destacó por su talento, su audacia y su voz propia. Trabajó en publicaciones como Fotogramas y Por Favor, donde se especializó en temas de cultura, cine y sociedad. Su estilo, directo, irónico y sin miedo a la polémica, llamó pronto la atención del público y de otros periodistas.
Durante los años setenta y ochenta, Maruja Torres se consolidó como una de las voces más reconocibles del periodismo español. Pasó a formar parte del diario El País, donde escribió columnas y reportajes que la convirtieron en una figura influyente y respetada. Su trabajo como corresponsal en zonas de conflicto, especialmente en Oriente Medio y América Latina, fue muy destacado. Vivió de cerca la guerra del Líbano y otros acontecimientos internacionales, y sus crónicas reflejaron no solo los hechos, sino también la humanidad y el dolor de las personas involucradas. Esta etapa marcó profundamente su visión del mundo y dejó una huella indeleble en su escritura.
Su éxito literario
Paralelamente a su carrera periodística, Maruja Torres desarrolló una prolífica labor como escritora de ficción y ensayo. En los años noventa y dos mil publicó varias novelas que recibieron elogios de la crítica y el público. Entre sus obras más conocidas destacan Un calor tan cercano (1997), Mientras vivimos (2000) y Esperadme en el cielo (2009). En 2000 ganó el Premio Planeta con Mientras vivimos, una novela que mezcla realidad y ficción con un tono autobiográfico y una fuerte carga emocional. Su narrativa se caracteriza por un lenguaje ágil, un humor ácido y una mirada lúcida sobre los conflictos humanos y sociales.
A lo largo de su vida, Maruja Torres ha sido una voz comprometida con el feminismo, la justicia social y la libertad de expresión. Su obra periodística y literaria denuncia la hipocresía, el machismo y la corrupción política, pero siempre desde una perspectiva humanista y solidaria. No teme cuestionar al poder ni enfrentarse a las modas culturales. También ha defendido la independencia del periodismo frente a la manipulación mediática y reivindicando la figura del periodista como testigo crítico del tiempo que le toca vivir.
En el plano personal, Maruja Torres se ha definido como una mujer libre, con una vida marcada por la independencia y la autenticidad. Nunca se ha dejado encasillar en roles tradicionales y ha reivindicado abiertamente el derecho de las mujeres a vivir según sus propias reglas. Ha vivido temporadas en diferentes lugares, especialmente en Beirut, ciudad a la que ha manifestado un profundo cariño y que ha influido mucho en su visión cosmopolita del mundo. Su carácter fuerte, irónico y apasionado se refleja tanto en su trato personal como en su escritura, donde combina sensibilidad, humor y una mirada crítica inconfundible.
Su vida como corresponsal de guerra en el Líbano
Maruja Torres llegó por primera vez a Beirut, Líbano, en los años ochenta, como corresponsal de guerra para El País. En ese momento, la ciudad vivía una de sus etapas más duras con la guerra civil libanesa (1975–1990). Era un destino peligroso y complejo, donde el periodismo implicaba un riesgo constante, pero también una oportunidad única para observar la condición humana en situaciones extremas. A pesar del caos y la violencia, Torres quedó profundamente fascinada por la vitalidad y la belleza trágica de Beirut, una ciudad que definió muchas veces como «herida, pero viva».
Durante su estancia en Beirut, Maruja Torres cubrió los conflictos desde una perspectiva muy humana, alejándose del tono frío del periodismo de guerra tradicional. Vivió en hoteles que servían de refugio a periodistas internacionales, en medio de bombardeos, apagones y toques de queda. Pero, al mismo tiempo, frecuentaba cafés, hablaba con los habitantes locales y retrataba la resiliencia de los libaneses frente al horror cotidiano. Esa experiencia marcó su forma de escribir; aprendió a mirar el sufrimiento sin morbo, a contar lo terrible sin perder la ternura ni el humor. En varias entrevistas, confesó que Beirut le enseñó lo que era la verdadera compasión.
Su refugio personal
Con el paso del tiempo, Beirut se convirtió en su refugio personal. Tras retirarse del periodismo de guerra decidió vivir allí, especialmente durante los 2000 y 2010. Eligió un pequeño apartamento con vista al mar Mediterráneo, desde donde escribía, paseaba y mantenía una vida tranquila pero intelectualmente activa. Esta estancia tuvo un impacto muy relevante en su vida literaria gracias a varios de sus libros como Mujer en guerra, Mejor que en casa y Diez veces siete. En ellos, la ciudad aparece casi como un personaje más: contradictoria, herida, apasionada, luminosa. Beirut simboliza para Torres la resistencia frente a la destrucción y la búsqueda de belleza en medio del caos.
Sobre su lado más personal, la escritora nunca ha hablado sobre sus relaciones de pareja. Ella misma ha dicho que no cree en los amores que restan libertad, y que su independencia ha sido siempre su mayor conquista personal. Y es que no se le conoce ni un matrimonio ni se sabe si ha tenido hijos o no. En algunas entrevistas, Torres ha contado que tuvo varias relaciones importantes, tanto en España como durante sus años de corresponsal en el extranjero, pero sin convertir ninguna en el eje de su vida. Asegura que vivió amores apasionados, pero también desengaños, de los cuales aprendió mucho sobre sí misma y sobre la naturaleza humana.
