El pueblo de la infancia de Luis Tosar en Lugo es una bonita joya arquitectónica junto al río Miño
El actor siempre ha presumido de sus raíces gallegas y, antes de mudarse a Lugo, residió en una remota aldea

Luis Tosar, en una imagen de archivo. | Gtres
Luis Tosar está de enhorabuena. El consagrado actor se ha convertido en presentador de la próxima edición de los premios Goya, donde compartirá protagonismo junto a Rigoberta Bandini. Este es el broche para una carrera en la que ha conseguido llevarse hasta tres cabezones a casa y no olvidarse nunca de sus raíces. Y es que Luis es gallego de nacimiento, de espíritu y de alma. No olvida los veranos rodeado de su familia y entre olor a heno fresco, barro y lluvia.
Luis López Tosar nació el 13 de octubre de 1971 en Galicia, concretamente en la aldea de Xustás, una pequeña parroquia del municipio de Cospeito, en la provincia de Lugo. Aunque nació allí, su familia pronto se trasladó; cuando él tenía aproximadamente un año, se mudaron a la ciudad de Lugo. Xustás siempre ha sido su cuna y su lugar de paz. El entorno natural marcó sus primeros años. Esa aldea pequeña, con apenas unas decenas de casas, situada junto al río Miño y rodeada de paisaje rural, fue escenario de buena parte de su «tiempo de veraneo» y de recuerdos tempranos.
Las raíces gallegas de Luis Tosar que no olvida

El propio Tosar ha dicho que en el área recreativa de Xustás —el río, el adro, el cementerio…— pasó «algunos de los mejores momentos» de su vida de niño y adolescente. En ese entorno rural, con cierta sencillez, aprendió a ver la cotidianidad, a disfrutar de la naturaleza, y también a valorar lo esencial. Vivía en una casa modesta —«una casa viejita», según él— sin baño interior e instalada gracias a la generosidad de un amigo de su padre. Tosar recuerda que «mi madre nos bañaba en una banqueta». Una vez en la ciudad de Lugo, Tosar cursó la educación primaria en el colegio de los Maristas, situado junto a la muralla romana de la ciudad. Esa imagen de la muralla le evocaba algo salvaje.
En su etapa de instituto, reconoce que la transición no fue fácil; al cambiar de colegio —pasó a un centro mixto cuando antes había sido de chicas— se sintió «muy arisco y solitario» porque no conocía a nadie. Esa experiencia marcó un «primer año bastante traumático». Durante estos años de ciudad, también se acercó al mundo del arte y la música; participó en actividades de teatro y música —«me colaba en el colegio de mi hermana porque las monjas tenían un grupo de teatro y tómbolas»—, aprendió a tocar la guitarra y a bailar break-dance junto a un amigo.
Nació en la aldea de Xustás, a las afueras de Lugo
Para Tosar, su infancia es una mezcla de «lo rural» y «lo urbano emergente»; las raíces profundas de su aldea y los aprendizajes de una ciudad más compleja como Lugo. Ha dicho que esa etapa le enseñó «la importancia de no juzgar sin conocer» las historias de las personas, probablemente porque conoció la vida sencilla, los recursos limitados, pero también la creatividad y la inmensa libertad de imaginar. Además, esos primeros años en una casa humilde, con menos comodidades que otros, le dejaron una huella de humildad y de valorar el esfuerzo. Él lo describe con naturalidad: la falta de lujos no lo vivió como carencia sino como parte de su identidad.

La aldea de Xustás, también conocida oficialmente como la parroquia de Santiago de Xustás, se encuentra en el municipio de Cospeito, en la provincia de Lugo, en Galicia, dentro de la comarca de la Terra Chá. Xustás se sitúa a una latitud aproximadamente de 43°10′57″ N y longitud 7°28′47″ O, con una altitud aproximada de unos 403 metros sobre el nivel del mar. Esta altitud le da un perfil típico de aldea de la Galicia interior, con colinas suaves, valles, ríos cercanos y vegetación abundante. Está rodeada por otros núcleos rurales, monte bajo y zonas destinadas al uso agrícola y ganadero. La localización le confiere un carácter tranquilo, más bien apartado del bullicio urbano, en plena Galicia rural.
La parroquia de Xustás comprende varios núcleos de población, entre ellos los lugares llamados A Escanavada, Cabana, Casanova (As Casas Novas), Fidalgo, Gornai, Moinelos, Pesqueira (A Pesqueira), Reximil, Veiga (A Veiga) y la propia Xustás. En cuanto a población, se menciona que la zona ronda los «alrededor de 200 habitantes» para la aldea de Xustás en su conjunto, aunque la cifra puede variar dependiendo de la unidad que se considere. Este tipo de población reducida es muy habitual en la Galicia interior, donde muchas aldeas tienen núcleos dispersos y población repartida.
Una impresionante iglesia parroquial y junto al río Miño
Uno de los elementos más reseñables de Xustás es la iglesia parroquial, la Iglesia de Santiago de Xustás, que constituye un punto de referencia arquitectónico y cultural para la comunidad local. También es mencionado que la parroquia conserva un cruceiro y otros elementos de arquitectura popular que integran el patrimonio religioso y rural. La presencia de estos monumentos refleja la larga historia del lugar, vinculado al mundo rural gallego, a la fe y a las costumbres tradicionales. El entorno natural de Xustás es otro de sus grandes atractivos. Está descrito como «remoto», con paisaje gallego típico: árboles, ríos, zonas de recreo al aire libre y senderismo. Además, la cercanía al río Miño facilita esa conexión con el entorno acuático, los valles y la vegetación de ribera.

Xustás encarna muchas de las características de la Galicia rural: pueblos pequeños, dispersión de núcleos, economía ligada tradicionalmente a la agricultura y ganadería, viviendas de labranza, y un modo de vida más pausado. Por ejemplo, su inclusión dentro del municipio de Cospeito —que tiene una superficie de unos 144,8 km² y poblaciones distribuidas en varias parroquias— la conecta con una historia de señoríos, jurisdicciones y cambios administrativos a lo largo del siglo XIX. Este bagaje se traduce en un arraigo cultural fuerte, donde las fiestas, la iglesia, los caminos y los vecinos conforman la trama social.
Como muchas aldeas gallegas, Xustás enfrenta el reto de la despoblación, el envejecimiento de la población y la adaptación al siglo XXI. La dispersión de sus núcleos y la lejanía relativa de los grandes centros urbanos implican retos para servicios básicos, movilidad y actividades económicas. No obstante, al mismo tiempo estos factores son los que le otorgan su encanto, tranquilidad y autenticidad, lo que puede convertirse en atractivo para el turismo rural, segunda vivienda o escapadas de fin de semana.
