Soy periodista y he entrado en la Escuela Naval Militar de Marín donde estudió Leonor
Sus compañeros de la Armada la recuerdan con «un gran amor por España que se traducía en una constancia imparable»

La princesa Leonor con sus compañeros guardiamarinas en Marín en 2024. | | Europa Press
Todo lo relacionado con la princesa Leonor genera curiosidad. Es natural, pues esta joven rubia y de ojos azules algún día se convertirá en la reina de España y, por ello, en jefa de Estado. Esta responsabilidad todavía queda lejos y hasta que le toque asumirla intenta llevar una vida relativamente corriente. Sus padres, los reyes Felipe VI y Letizia, han procurado que su infancia y juventud transcurran de forma privada para preservar en la medida de lo posible un grado de normalidad. Esta discreción se ha convertido en hermetismo en cada uno de los lugares donde ha crecido la princesa: Zarzuela y su colegio en Aravaca, el internado de Gales, las academias militares de Zaragoza, Marín y, ahora, San Javier.
Esta semana he podido romper esta barrera y conocer desde dentro uno de estos hogares temporales que la han visto crecer, humanamente y como líder. He entrado en la Escuela Naval Militar en Marín, donde Leonor vivió desde agosto hasta diciembre de 2024. Recordemos que terminó el curso pasado a bordo del buque escuela Juan Sebastián Elcano, poniendo su formación en práctica en una travesía internacional de medio año de duración. Durante su estancia en tierra disfrutó «como una más» de las instalaciones del centro, de la vida en comunidad y de sus días de fiesta.
El trabajo de Leonor en la Escuela Naval Militar
Hago mención a las fiestas porque precisamente es una de estas citas la que me ha permitido entrar en la academia. Este pasado sábado 1 de noviembre se celebró en la Escuela Naval Militar el Baile del Ciento. Como su propio nombre indica, es una fiesta de gala que se celebra 100 días antes de que los alumnos de tercer curso embarquen en el Elcano. Acuden más de mil personas cada año, entre guardamarinas y sus invitados, y en la velada se suelen organizar espectáculos de fuegos artificiales, puestos de comida y discursos de los alumnos que se preparan para partir. Leonor ya vivió su Ciento hace un año, aunque su evento tuvo que ser pospuesto unas semanas por las inundaciones que afectaron a España a finales de octubre.
Fuentes de la Armada han confirmado a THE OBJECTIVE que la princesa «es capaz de disfrutar de estas ocasiones dentro de sus medidas». Un equipo de seguridad estuvo pendiente de ella durante la noche y ella misma se guardó de hacerse fotografías con los invitados, tal y como se pudo leer en la prensa aquellos días. Esta medida de seguridad no afectó a todas las atracciones que tuvo aquella noche de encuentro y baile con sus amigos. «La idea en la escuela siempre ha sido que sea una persona más», se insiste. Leonor se integró tanto en los ambientes más distendidos, véase el Ciento, como en el día a día de la escuela.
«Estaba muy involucrada en el trabajo»
Sobre su actitud en la vida diaria como guardamarina, se incide en el entusiasmo con el que vivió sus pocos meses en Marín. «Estaba muy involucrada en el trabajo. Estaba muy dispuesta a aprender. Tenía un gran amor por España que se traducía en una constancia imparable. Que si se tenía que quedar hasta las mil trabajando se quedaba, para que todas las cosas que dependiesen de ella saliesen bien. Eso es una gran característica para un oficial de la Armada», se apunta. Esta actitud se podía intuir a través de las imágenes de Casa Real compartió de aquellos días, que siempre la mostraban sonriendo o concentrada en la tarea que estuviera haciendo.
«Supo adaptarse bien» también en su faceta personal. Se ha recalcado que Leonor «conocía a su gente, a su promoción y a sus amigos», dando a ver una versión de ella que solo pueden comprobar los que la conocen en las distancias cortas. Si se visita la Escuela Naval Militar en persona, se puede entender de una forma más clara cómo fueron los días que allí pasó la heredera al trono español. Una de las cosas que primero llamó mi atención fue el ambiente, el escenario de todas estas historias. La escuela se encuentra encerrada entre el pueblo de Marín y la Ría de Pontevedra. Tiene vistas a ambos lados, al bullicio de la vida civil y a la calma del agua que corre hacia el Atlántico.
Honor, valor, disciplina y lealtad
A pesar de lo poético de este enclave, la vida de los guardamarinas se escribe a base de trabajo, entrenamiento físico y obediencia en las tareas que se les encomienden. Cada vez que quieran salir de las vallas que rodean la escuela deben ir uniformados correctamente, sin una arruga, una mota de polvo o una marca que les señale. Su comportamiento también debe ser ejemplar. No se les ocurre cruzar una calle si no es por un paso de cebra, por ejemplo. Durante la celebración del Ciento estas normas se volvieron más laxas, al fin y al cabo, se celebró en el interior del recinto. Todos los asistentes pudimos ver en primera persona a los militares cantando Superestrella de Aitana a pleno pulmón, aún llevando sus trajes de gala y en presencia de sus superiores.
Leonor pudo compartir con sus compañeros de promoción el cumplimiento del siguiente lema: «Honor, valor, disciplina y lealtad». Estas cuatro palabras están escritas en las gradas el campo de fútbol de la Escuela Naval Militar de Marín. Están también a la vista de los civiles curiosos que se asomen a la valla de la escuela desde la calle. También se pueden ver las pistas de tenis, las de baloncesto y el gran campo de fútbol americano que preside el recinto. La actividad física es una de las prioridades de los alumnos. Se entrenan en largas jornadas en el pabellón y, cuando los superiores así lo ordenan, mejorando su aguante en carrera.
Recordemos que la escuela fue fundada en 1717 en la ciudad de Cádiz, y que no fue hasta 1943 que se trasladó a Marín. Esta ciudad de unos 24 mil habitantes se encuentra a 10 minutos de Pontevedra y tiene vistas a Sanxenxo al otro lado de la ría. Los alumnos están bien conectados a los sistemas de tren y avión de Galicia, que les permiten visitar a sus familias algún fin de semana. Durante los días laborales, deben presentarse a la hora en sus residencias, que están dentro del complejo de la escuela, una norma que Leonor sigue acatando en San Javier.
