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La infancia de Alexander, hijo de Corina Larsen, en El Pardo: barbacoas y muy unido al Emérito

El joven se ha formado en Reino Unido y guarda un recuerdo muy bueno de la conexión que tuvo con el Emérito

La infancia de Alexander, hijo de Corina Larsen, en El Pardo: barbacoas y muy unido al Emérito

Corinna junto a su hijo, Alexander. | Gtres

Corinna Larsen marcó la vida del rey Juan Carlos. Para bien o para mal, la alemana, como confiesa el propio Emérito en sus memorias, condicionó muchos años de su vida personal. Un tiempo del que ahora, además, se arrepiente. Y es que Corinna, como es sabido por todo el mundo, vivió una etapa en Zarzuela, en compañía de su hijo, Alexander, que, además, quedó retratada con varias imágenes que, en un momento dado, pusieron en jaque su relación con la reina Sofía. Pero ¿cómo fueron esos años de Alexander en Palacio? ¿Qué hace ahora este joven que nació en 2002?

Alexander Kyril zu Sayn-Wittgensteinnació en 2002 y ha crecido lejos de los focos pese a la gran atención mediática que rodeó a su madre y su entorno. Estudió en la Universidad de Edimburgo, donde completó estudios en Historia, Política y posteriormente un posgrado en Artes. Su formación y su vida académica se desarrollaron casi por completo en el Reino Unido, país en el que mantiene actualmente su residencia principal y donde lleva un estilo de vida discreto, acorde con el perfil reservado que caracteriza a su familia paterna.

Qué fue de Alexander, el hijo de Corinna

Juan Carlos junto a Corinna.

En el ámbito profesional, Alexander ha dado sus primeros pasos recientemente. Ha realizado prácticas en una empresa de inversión con sede en Madrid, donde trabajó durante varios meses como becario en áreas vinculadas a proyectos de innovación, inversiones y análisis de sectores emergentes. Esta experiencia marcó su primera etapa laboral en España y llamó la atención mediática debido a su pasado familiar y a la cercanía geográfica con instalaciones vinculadas a la Casa Real.

A nivel personal, Alexander mantiene un perfil bajo y apenas aparece en actos públicos. Solo se ha dejado ver en ocasiones familiares relevantes, como funerales o reuniones privadas de la familia Sayn-Wittgenstein. En estas apariciones se aprecia su transformación física respecto al niño que fue: ahora es un joven alto, delgado y de semblante serio, con un porte aristocrático heredado de su linaje paterno. A pesar de la tormenta mediática que ha rodeado a su madre durante años, él ha conseguido mantenerse al margen.

Su relación con Juan Carlos I, aunque ya no es cercana en el presente, dejó una huella significativa en su infancia. Con el tiempo, Alexander ha optado por una vida independiente, centrada en su desarrollo profesional y lejos de cualquier protagonismo político o mediático. Su padre, el príncipe Casimir, sigue siendo una figura importante en su entorno, y Alexander se mueve dentro del ambiente social propio de la aristocracia alemana.

Su buenísima conexión con el rey Juan Carlos en Zarzuela

Corinna Larsen
Corinna Larsen, en una foto de archivo.

Además, durante parte de su infancia, Alexander tuvo una cercanía muy particular con el rey Juan Carlos I debido a la relación sentimental que mantenía el monarca con su madre, Corinna Larsen. En ese tiempo, el niño visitaba con frecuencia una vivienda conocida como La Angorrilla, situada en el monte del Pardo y próxima al Palacio de la Zarzuela. A pesar de estar vinculada al entorno de la Casa Real, era una casa relativamente sencilla, usada como lugar discreto para reuniones, comidas familiares y escapadas privadas.

En ese contexto, Alexander vivió momentos de enorme intimidad con el rey emérito. Según ha contado su madre, Juan Carlos le dedicaba una atención intensa y afectuosa; jugaba con él, le enseñaba tareas cotidianas, compartían actividades al aire libre y, en ocasiones, llegaba a ayudarle a vestirse antes de salir. Corinna ha descrito esa relación como muy paternal, afirmando que el Rey le tenía un cariño especial que iba más allá de la simple simpatía hacia un niño.

Una de las escenas más recordadas de esa época es la famosa barbacoa en la que aparecían Alexander y Juan Carlos juntos, fotografiados de manera completamente informal. En esa imagen, el Rey llevaba ropa veraniega y una gorra al revés, mientras el niño observaba a su lado. La fotografía se convirtió en uno de los símbolos de la vida privada que llevó el monarca durante aquellos años, mostrando una cercanía y familiaridad que contrastaban con su vida oficial.

Alexander, a la izquierda del todo. | Gtres

Para Alexander, aquellos veranos y visitas representaron momentos de afecto, juegos y atención constante. Se integró temporalmente en un entorno que mezclaba la rutina familiar privada del Rey con la vida discreta que se llevaba en La Angorrilla. Según declaraciones posteriores, el niño llegó incluso a utilizar términos cariñosos hacia Juan Carlos, algo que alimentó durante años la percepción de una relación casi paternofilial. Con el tiempo, y especialmente tras la ruptura entre Corinna y el Rey, esa etapa se cerró por completo. Alexander se alejó del entorno de la Zarzuela y continuó su vida académica fuera de España, manteniendo esa parte de su infancia como un episodio singular y muy comentado en los medios, pero del que él mismo nunca ha hablado públicamente.

Alexander no aparece en las memorias del Emérito, pero Corinna sí

En su libro, el rey Juan Carlos no hace alusión a Alexander, aunque sí que menciona a Corinna, a quien describe como uno de los mayores errores de su vida. En sus memorias admite que el romance tuvo un «efecto devastador» sobre su reinado. Afirma que «erosionó la armonía y la estabilidad» de los dos aspectos más importantes de su vida: su familia y su reinado. Eso le llevó a tomar decisiones muy dramáticas, como la de abandonar España. Juan Carlos dice que Corinna «manchó» su reputación ante los españoles. Usa una metáfora muy dura: se describe como una «presa fácil» durante la polémica del safari en Botsuana, un momento que marcó un punto de inflexión. Reconoce que fue su debilidad como hombre, pero defiende que esa debilidad no debería justificar el daño institucional.

Aunque eso sí, a pesar de la intensidad de la relación, el rey emérito afirma que Corinna «jamás interfirió» directamente en sus asuntos de Estado. Insiste en que, aunque su vínculo fue muy personal, no afectó su dedicación a sus responsabilidades como monarca. Según él, la relación contribuyó de forma directa a su retirada: la presión mediática y el impacto público de esa relación —dice— le empujaron a la «difícil decisión» de exiliarse y abandonar su vida en España. Además, describe su relación con Corinna como parte de su humanidad, una debilidad que reconoce sin rodeos. No la justifica, pero tampoco la niega: admite que fue un desliz sentimental, uno de los pocos, y se muestra vulnerable al hablar de ello.

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