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Tatiana Schlossberg, la nieta de Kennedy que revive la maldición: 35 años y un cáncer terminal

La nieta del expresidente padece una leucemia mieloide aguda que, reconoce, le asegura un año más de vida

Tatiana Schlossberg, la nieta de Kennedy que revive la maldición: 35 años y un cáncer terminal

Tatiana Schlossberg Kennedy en la presentación de su libro en 2019. | | Europa Press

Tatiana Schlossberg Kennedy, nieta del histórico presidente de Estados Unidos, padece un cáncer terminal. Se trata de una leucemia mieloide aguda, con una mutación rara llamada inversión del cromosoma 3, que es inusual en pacientes jóvenes como ella. Tiene 35 años y los médicos le han pronosticado apenas un año más de vida. La periodista medioambiental conoció este diagnóstico hace un año y medio pero no ha sido hasta este sábado cuando ha decidido hacerlo público. Su mensaje ha puesto en valor el trabajo de los profesionales de la sanidad, la dedicación de su marido y sus familiares y la comprensión del público que espera recibir en estos días.

«Cuando te estás muriendo, al menos según mi limitada experiencia, empiezas a recordarlo todo», empieza el ensayo propio en el que ha dado a conocer sus primeros miedos como paciente, su estado actual y el pronóstico. El texto se titula Una batalla con mi sangre, en referencia al origen de su enfermedad, fue publicado este sábado en The New Yorker. Una fotografía de la neoyorkina con el pelo corto y visiblemente canoso ilustra la portada. «Quizá mi cerebro esté reproduciendo mi vida ahora porque tengo un diagnóstico terminal y todos estos recuerdos se perderán. Quizá sea porque no tengo mucho tiempo para crear nuevos, y alguna parte de mí está cribando en la arena», continúa.

Tatiana Schlossberg, otra Kennedy ‘maldita’

La propia periodista ha relatado cómo fue el diagnóstico de su enfermedad terminal, una noticia que llegó a raíz de una gran alegría para la familia. El 25 de mayo de 2024, Tatiana dio a luz a su segunda hija en el hospital Columbia-Presbyterian de Nueva York. Pudo cogerla en sus brazos y disfrutar de unos momentos de plenitud, pero al rato le separaron del bebé para realizar a la madre unas pruebas preventivas. Los médicos detectaron un recuento de glóbulos blancos extremadamente alto: 131.000 por microlitro, frente a los 4.000-11.000 habituales. Esta condición le puso en peligro en los días posteriores al parto: «Tuve una hemorragia posparto y casi me desangré, hasta que mi obstetra me salvó».

El diagnóstico fue leucemia mieloide aguda. Según explica la periodista en su ensayo, es una variación de cáncer que «suele verse principalmente en pacientes mayores». «Cada médico que vi me preguntó si había pasado mucho tiempo en la Zona Cero, dado cuán comunes son los cánceres de sangre entre los socorristas. Yo estaba en Nueva York el 11-S, cursaba sexto grado, pero no visité el sitio hasta años después. No soy anciana; acababa de cumplir treinta y cuatro años», expresa incrédula. Su estilo de vida deportista y consciente parecía asegurar décadas de salud junto a los suyos.

El día anterior nadó una milla

«No podía —no lograba— creer que estuvieran hablando de mí. El día anterior había nadado una milla en la piscina, embarazada de nueve meses. No estaba enferma. No me sentía enferma. En realidad, era de las personas más saludables que conocía. Corría habitualmente entre cinco y diez millas en Central Park. Una vez nadé tres millas cruzando el río Hudson —irónicamente, para recaudar fondos para la Sociedad de Leucemia y Linfoma», enumera. Sus hitos profesionales han estado ligados al esfuerzo físico en numerosas ocasiones, como esta que recuerda: «Trabajo como periodista ambiental, y para un artículo esquié la Birkebeiner, una carrera de esquí de fondo de cincuenta kilómetros en Wisconsin, que me tomó siete horas y media».

Al conocer el estado de la discreta nieta de Kennedy, los medios y las redes sociales han recordado la llamada ‘maldición Kennedy’. Esta frase se refiere a los eventos trágicos, especialmente muertes a temprana edad, que los miembros del clan han sufrido en el último siglo. El presidente fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, exactamente 62 años antes de la publicación del texto de Tatiana. John Fitzgerald Kennedy Jr., el hijo del presidente, su esposa Carolyn Bassette y su cuñada Lauren murieron en 1999 en un accidente de avión. El caso más reciente es de 2020, cuando la sobrina-nieta del presidente, Maeve McKean, y su hijo Gideon desaparecieron tras un accidente en canoa en el estado de Maryland y fueron hallados muertos 5 días después.

Entre la incredulidad y el humor

Tatiana Schlossberg Kennedy es consciente de este historial familiar y de que en unos meses le tocará a ella. «He añadido una nueva tragedia a su vida, a la vida de nuestra familia, y no hay nada que pueda hacer para detenerla», reconoce en su texto. La incredulidad de su situación se ve reflejada en todo el ensayo, con palabras como: «Tenía un hijo al que amaba más que a nada y una recién nacida que necesitaba mis cuidados. Esta no podía ser mi vida». También: «Intenté ser la paciente perfecta: si hacía todo bien, si era amable con todos todo el tiempo, si no necesitaba ayuda ni tenía problemas, entonces funcionaría».

Tatiana Schlossberg Kennedy junto a Chloe Malle -editora jefe de Vogue USA- en la presentación de su libro en 2019. | Europa Press

Desde que los médicos detectaron su cáncer, Tatiana se ha sometido a cinco semanas de quimioterapia nada más dar a luz y varias rondas posteriores, dos trasplantes de médula ósea y varios ensayos clínicos. Su oncólogo, del que se ha hecho amigo en estos meses, «ha buscado tratamientos para mí en cada rincón del planeta; sabe que no quiero morir y está intentando evitarlo».

Tatiana tiene palabras de admiración y agradecimiento para todos los profesionales y amigos que le han acompañado desde el nacimiento de su hija. Su hermana resultó ser compatible y donó sus células madre: «Mantuvo los brazos extendidos durante horas mientras los médicos drenaban sangre de uno, extraían y congelaban sus células madre, y devolvían la sangre por el otro. Las células olían a sopa de tomate enlatada». El humor ha sido su herramienta para sobrellevar la inseguridad de la enfermedad: «Nos preguntábamos si heredaría su alergia al plátano o su personalidad».

El papel de su marido y los Kennedy

Tatiana se casó con el médico George Moran en 2017, él es su mayor apoyo en esta etapa de debilidad física y cansancio mental. «George hizo por mí todo lo que pudo; habló con todos los médicos y con la gente del seguro con la que yo no quería hablar; durmió en el suelo del hospital», enumera la periodista. «Sé que no todo el mundo puede estar casado con un médico, pero, si pueden, es muy buena idea. Él es perfecto, y me siento tan estafada y tan triste de no poder seguir viviendo la vida maravillosa que tenía con este hombre amable, divertido, guapo e inteligente que tuve la suerte de encontrar».

Los halagos también llegan a su familia directa, que se ha implicado en el tratamiento desde el primer momento. «Mis padres, mi hermano -abogado y escritor que acaba de anunciar que se postula para las primarias demócratas para el Congreso por el distrito de Nueva York- y mi hermana también han estado criando a mis hijos y sentándose en mis distintas habitaciones de hospital casi todos los días durante el último año y medio», reconoce. Su papel no está siendo sencillo, por lo que ven marcharse ante sus ojos: «Han sostenido mi mano sin vacilar mientras yo sufría, intentando no mostrar su dolor y tristeza para protegerme. Ha sido un gran regalo, aunque siento su dolor cada día».

El valor de sus recuerdos

Tatiana Schlossberg está concentrando sus esfuerzos en disfrutar de sus hijos, de un año y medio y tres años de edad. Teme que ellos no puedan recordarla ni reconocerla como su propia padre, por lo que está documentando algunos detalles para ayudarles en el futuro. El ensayo termina con una colección de estas imágenes íntimas: su hijo intentando decir Ana Karenina, su hija caminando por la casa con unas botas amarillas y un collar de perlas falsas. «Mi hijo quizá tenga algunos recuerdos, pero probablemente empiece a confundirlos con fotos que vea o historias que escuche. Nunca pude realmente cuidar de mi hija: no podía cambiarle el pañal, ni darle un baño, ni alimentarla, todo por el riesgo de infección tras mis trasplantes».

Tatiana ha tenido, hasta su diagnóstico de cáncer, una carrera como escritora en he Times, The New York Times, The Washington Post y Vanity Fair. «Mi plan, de no haber enfermado, era escribir un libro sobre los océanos: su destrucción, pero también las posibilidades que ofrecen», confiesa. Ha tratado de inculcar esta pasión a su hijo mayor, aún con más ahínco desde su diagnóstico: «Mi hijo sabe que soy escritora y que escribo sobre nuestro planeta. Desde que estoy enferma, se lo recuerdo a menudo, para que sepa que no fui solo una persona enferma».

Alejada de la vida pública

Ajenos a esta delicada situación familiar, la prensa ha tratado saber más de Tatiana por la magnitud de su apellido. Hacía un mes, THE OBJECTIVE escribió sobre esta misma mujer, al hilo de las carrera de cada nieto de Kennedy: «La mediana tiene 35 años, es periodista especializada en temas ambientales y climáticos y en 2017 se casó con George Moran, con quien ya ha tenido dos hijos. Ambas mujeres -incluyendo a su hermana mayor, Rosa- han decidido alejarse del ojo público y evitar la exposición de su vida personal». Ahora ha dado un paso en sentido contrario, exponiendo su enfermedad terminal y sus opiniones acerca de la sanidad en el país americano.

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