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La boda de Ana Belén y Víctor Manuel que no se legalizó hasta 2023: «Fuimos solteros 48 años»

La pareja contrajo matrimonio hace más de cuatro décadas en Gibraltar, donde no tuvieron ni alianzas

La boda de Ana Belén y Víctor Manuel que no se legalizó hasta 2023: «Fuimos solteros 48 años»

Ana Belén y Víctor Manuel, en una imagen de archivo. | Gtres

Ana Belén y Víctor Manuel forman uno de los matrimonios más sólidos del mundo de la canción. Su relación la formalizaron hace más de cuatro décadas en una discretísima boda en Gibraltar, hasta donde huyeron para poder contraer matrimonio por lo civil, algo que en España, en esa época, no estaba permitido. «Nos casamos en Gibraltar para tocarle un poco los c… al régimen», ha confesado el cantante a Cadena Ser. Además, también ha querido relatar su periplo por el país inglés: «Fuimos en avión a Tánger, y desde allí, en otro avión a Gibraltar. Te casabas, pasabas la noche y volvías».

El enlace fue «sin anillos» y no lo pudieron legalizar hasta pasados 48 años, en los que estuvieron «solteros». Ana Belén y Víctor Manuel se conocieron en 1967, cuando ella era una joven actriz y cantante en ascenso y él ya despuntaba como cantautor. Coincidieron en el rodaje de la película Morirás en Chafarinas. La conexión fue inmediata; compartían inquietudes culturales, ideas progresistas y una sensibilidad artística parecida.

La boda de Ana Belén y Víctor Manuel en Gibraltar

Ana Belén y Víctor Manuel junto a su hija Marina. | Gtres

Desde ese momento, comenzaron una relación marcada por la discreción pero, también, por el trabajo juntos. Se casaron en 1972, cuando ambos tenían poco más de veinte años. Por aquel entonces, el matrimonio ya representaba una pareja de artistas comprometidos, con un fuerte componente ideológico y un interés por la música y el cine como formas de expresión social. En los primeros años combinaron sus carreras: él componiendo y cantando; ella actuando en cine, teatro y televisión, además de grabar discos. Aunque cada uno tenía su propio camino profesional y pronto comenzaron a trabajar juntos. Su colaboración más famosa es, sin duda, el álbum Para la ternura siempre hay tiempo, de 1986, donde aparece la popularísima La puerta de Alcalá, convertida en himno generacional.

Víctor Manuel, además, en todo este tiempo, ha escrito infinidad de canciones para su mujer. Han realizado varias giras conjuntas con mucho éxito y han participado en causas sociales, actos culturales y proyectos musicales compartidos. Su alianza profesional se apoya en la admiración mutua y el respeto por las trayectorias individuales. Juntos tienen dos hijos; David y Marina San José, músico y productor y actriz, respectivamente. Ambos han defendido siempre la idea de que su vida familiar se construyó en torno a un entorno artístico, pero a la vez muy normal, estable y lejos del ruido mediático.

Un enlace sin alianzas, muy normal y que no formalizaron hasta 2023

A lo largo de más de 50 años juntos, Ana Belén y Víctor Manuel han mantenido una pareja sólida basada en mucha complicidad personal, en respeto mutuo, equilibrio profesional y crecimiento compartido. Y es que los dos siempre se han mostrado muy unidos y discretos. Cada uno, además, reconoce y valora el talento del otro y han sabido alternar las distintas etapas de su vida juntos y por separado. Se han acompañado, también, en las transformaciones de la música, la política y la sociedad española. La mayoría de sus canciones han sido utilizadas como forma de reivindicación de infinidad y una gran variedad de derechos sociales.

Ana Belén y Víctor Manuel estuvieron 48 años sin legalizar su matrimonio. | Gtres

Han contado en entrevistas que el secreto de su relación es la normalidad, la conversación constante y la capacidad de adaptarse a las distintas etapas de la vida. Con el paso del tiempo, se han convertido en imágenes icónicas de la música española y también en un referente de pareja duradera y cómplice en un mundo, el artístico, donde esto es poco frecuente. Como decíamos, su boda estuvo marcada por la formalidad. En 1972, los dos decidieron que querían casarse «por lo civil». En la España franquista de entonces, contraer matrimonio civil —o vivir en pareja sin pasar por la Iglesia— implicaba compromisos religiosos o trámites difíciles. Es más, apostatar de la Iglesia católica era un requisito que muchos evitaban.

Por eso, descartaron casarse en España. Primero pensaron en Francia, pero allí también era complicado: exigía residencia previa, entre otros requisitos. Finalmente optaron por Gibraltar —al estilo de otras parejas internacionales, como, por ejemplo, John Lennon y Yoko Ono habían utilizado esa vía— porque allí era posible celebrar un matrimonio civil entre extranjeros con relativa facilidad. A la boda asistieron apenas las personas más íntimas: familiares y pocos amigos. Querían pasar lo más desapercibidos posible, huyendo del ruido mediático. Tras casarse, regresaron de noche: la logística no fue sencilla. En ese momento la frontera con Gibraltar estaba cerrada, por lo que su plan implicó aviación a Tánger y de allí a Gibraltar, y luego de vuelta. 

Esta boda en Gibraltar simbolizó una decisión transgresora para la época. En plena dictadura franquista, casarse por lo civil era una forma de reivindicar la libertad personal, de elegir su propio camino. A lo largo de más de cinco décadas, su relación se ha mantenido sólida, mostrando que un acto «discreto» puede sostenerse en el tiempo gracias al respeto, la complicidad y el compromiso compartido. Su historia —de amor, música, rebeldía y coherencia— representa una parte importante de la memoria cultural y social de España: una pareja que, contra las normas de su época, decidió definir su vida a su manera.

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