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Dos expertas analizan el último vídeo del Emérito: «No tiene que ser el protagonista»

El lunes, el rey Juan Carlos difundió un vídeo con el que ha promocionado sus memorias y no ha sentado bien a Casa Real

Dos expertas analizan el último vídeo del Emérito: «No tiene que ser el protagonista»

El rey Juan Carlos, en su vídeo de YouTube.

El rey Juan Carlos no para de dar titulares. Después de que sus memorias vieran la luz, a principios del pasado mes de noviembre en Francia, el Emérito ha hecho público un vídeo en el que explica su situación actual, pide apoyo para su hijo Felipe VI y vuelve a mencionar la importancia de su libro, con el que pretende reescribir su historia. Estas imágenes, como no podía ser de otra manera, no ha gustado nada a la Familia Real que ha explicado que lo ven innecesario y, sobre todo, ha incomodado enormemente a Felipe y, en general, a la Casa Real.

Pero ¿cómo afrontan estos últimos pasos, tanto Felipe como su familia, desde una perspectiva del protocolo? Desde THE OBJECTIVE hemos hablado con María José Gómez y Verdú, experta en Protocolo y Etiqueta, y Ana Jiménez, experta en marca personal, que nos han dado las claves sobre el nuevo vídeo del Emérito, poniendo el foco, sobre todo, en sus consecuencias. «El reciente vídeo difundido por Juan Carlos I, en el que reivindica su legado y apela a los jóvenes para apoyar a su hijo, plantea un dilema interesante desde la óptica del protocolo institucional», explica la experta en protocolo.

La repercusión del vídeo del rey Juan Carlos, a examen

Y es que esto no se trata solamente de un gesto mediático; «es una intervención pública de quien ya no ejerce funciones de representación, pero conserva un título honorífico cuya naturaleza exige discreción». Es más, Jiménez explica que se trata de «n movimiento calculado para recuperar control narrativo y volver a situarse en el centro de la conversación pública, especialmente frente a una generación joven que apenas vivió su papel en la historia reciente de España». Y es ahí donde reside «la fricción». «Un rey honorífico ocupa un espacio singular: mantiene dignidad, tratamiento y memoria histórica, pero su papel protocolario es residual respecto a la institución activa», apunta Gómez y Verdú. Es más, por diseño, su presencia debe ser «testimonial, nunca protagonista». «Cuando su voz aparece sin coordinación y adopta tono institucional, como ocurre en este caso, el mensaje deja de ser anecdótico para convertirse en una ruptura simbólica de jerarquías», cuenta la experta en protocolo.

De esta manera, el vídeo introduce «un problema que el protocolo busca evitar: la confusión de roles». «Si quien ya no ejerce el mando interviene con discurso de autoridad moral, la figura que lo ostenta, el rey reinante, queda en sombra», añade Gómez y Verdú. Y es que el protocolo existe para «marcar fronteras, ordenar precedencias y evitar zonas grises». De esta manera, este episodio «abre» una de ellas. «No cuestiono la legitimidad del emérito para defender su legado o publicar sus memorias. Pero cuando el contenido se formula como un llamamiento a la nación, el gesto, más que testimonial, aspira a influencia», añade. De esta manera, el protocolo lo relega a la memoria, «no a dirección». «Y lo que se pretendía como reivindicación personal corre el riesgo de percibirse como interferencia institucional», cuenta la experta.

El objetivo de Juan Carlos es «dejar claro que, pese a su situación actual y a todas las polémicas acumuladas, sigue teniendo la capacidad y la voluntad de influir en la memoria colectiva». Y es que su marca personal, durante décadas, y que ha estado «fusionada con la institución monárquica», intenta ahora «legitimarse desde su figura individual: su pasado, sus decisiones y el legado que, a su juicio, debe ser recordado», cuenta Ana Jiménez. «Lejos de ser un material promocional al uso, se trata de un movimiento estratégico que busca reforzar su narrativa histórica, humanizar su figura y conectar con un público concreto. Pero, como toda comunicación de una figura pública, el video abre múltiples capas de interpretación», apostilla la experta en marca personal.

«Es comprensible, pero inoportuno»

Juan Carlos I pasado
El rey Juan Carlos acudió, hace dos semanas, a un almuerzo en El Pardo.

En este contexto, sin duda alguna estar maniobra «resulta contraproducente». «Pretende reforzar la continuidad monárquica, pero complica la arquitectura ritual que la sostiene: una corona clara, un portavoz inequívoco, un único centro de autoridad simbólica», aclara Gómez y Verdú. Así, «mostrar dos voces», una «en ejercicio» y otra que «aparece desde el margen», sin duda alguna, debilita «más que refuerza». «En definitiva, desde el punto de vista del protocolo, el vídeo del rey Juan Carlos I es comprensible, pero inoportuno. Reabre un espacio que la institución había cerrado para preservar su coherencia. Y recuerda que, en monarquía, el valor del silencio no es pasividad: es disciplina ritual. Cuando se rompe, la institución deja de hablar con una sola voz. Y ese, más que cualquier polémica puntual, es el verdadero riesgo», concluye la experta en protocolo.

El vídeo, también puede interpretarse como «un mensaje de apoyo familiar». «Al dirigirse a los jóvenes, proyecta la idea de un padre preocupado por el legado y por la transmisión de valores, reforzando al mismo tiempo la continuidad de la monarquía. Esta lectura humaniza su figura y conecta emocionalmente con el público más joven, al mostrar preocupación por la historia y por la memoria colectiva», añade Jiménez. También, al mismo tiempo, surge la duda sobre si el vídeo fue «meditado o improvisado». «Algunos lo perciben como un gesto espontáneo y cercano, mientras que otros lo interpretan como un mensaje cuidadosamente calculado para controlar la narrativa antes de la publicación de sus memorias. Su autonomía al comunicar refuerza su marca personal, aunque también genera especulación sobre el grado de asesoramiento detrás del contenido», concluye la experta en marca.

«Obliga a hablar de él y reabre el debate sobre su figura»

Sin duda alguna, este tipo de mensajes «polariza por naturaleza; habrá quien lo interprete como un discurso necesario para contextualizar su papel en la historia y como un mensaje auténtico y educativo, y quien lo vea como un intento de reposicionamiento o lavado de imagen a las puertas del lanzamiento del libro». Pero, también, «obliga a hablar de él» y «reabre el debate sobre su figura». «Está también la lectura de autonomía versus rebeldía. Publicar fuera de los canales tradicionales de Zarzuela puede interpretarse como un acto independiente, un gesto directo hacia su audiencia, o incluso como un desafío sutil frente a la burocracia institucional. A esto se suma el uso consciente de recursos simbólicos: la bandera, episodios históricos y logros de su reinado que refuerzan su autoridad y legitimidad», cuenta Jiménez.

El rey emérito Juan Carlos I junto al rey Felipe VI.
El rey emérito junto al rey Felipe. | Gtres

«Desde la perspectiva de reputación, el video marca un punto interesante para Juan Carlos I. Al actuar fuera del protocolo habitual y de los plazos de comunicación institucional, se expone a críticas por la falta de mediación formal, pero también consigue proyectar una imagen más cercana, autónoma y humana. Refuerza su marca personal, muestra control de su narrativa y ofrece a la audiencia la percepción de transparencia y sinceridad, aunque al mismo tiempo mantiene el riesgo de polarización sobre su figura», añade la experta. En términos estratégicos, sin duda, el vídeo es «arriesgado y eficaz». «Le permite mostrarse más humano, más cercano y más dueño de su relato, lejos de la frialdad de los comunicados oficiales. Es la antesala calculada de sus memorias: un movimiento que prepara psicológicamente al público para su versión de los hechos y que busca asegurar que su voz llegue primero, antes de que la opinión pública empiece a reinterpretar o cuestionar su historia», apostilla Jiménez.

Los convulsos últimos meses de la Familia Real con el Emérito

Emérito dominio del francés
El Emérito en su entrevista en la televisión francesa. | RTVE

Lo cierto es que estos últimos meses han sido convulsos para la imagen pública de la Casa Real. El anuncio de las memorias del rey Juan Carlos supuso un jarro de agua fría para el rey Felipe y su familia quienes llevan años mostrando una actitud ejemplar y comedida, dejando que sean sus actos profesionales los que hablen por la Corona. Es por eso que la interferencia del Emérito supuso un shock para la Casa Real que, en ningún momento, se ha pronunciado sobre aquellas acciones del rey padre. Fue hace dos fines de semana cuando Juan Carlos acudió al almuerzo de El Pardo, protagonizando un reencuentro con su hijo, su nuera y sus nietas después de aquello que había contado en su libro, en el que solamente tuvo palabras de halago para su mujer, la reina Sofía.

De esa comida no ha transcendido ningún detalle, más allá del menú, aunque sí que es cierto que, a nivel público, supuso el reencuentro del Emérito con toda su familia en una situación de tensión. A esto se le suma la publicación del vídeo, al que sí que ha reaccionado la Casa Real y que ven como algo «innecesario» e «inoportuno» y que vuelve a poner el foco en la vida privada de la Corona en vez de sus logros profesionales.

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