Balada, el millonario que dejó su herencia a los Reyes y no a sus primas porque ya eran «ricas»
El hombre estudió piano y murió a los 69 años; su madre fue la primera farmacéutica en la isla de Menorca

Los Reyes y sus hijas, en una imagen de archivo. | Gtres
Hace unos años, concretamente en 2009, los Reyes recibieron una herencia millonaria por parte de Juan Ignacio Balada, un empresario que, no solamente dejó varias propiedades a la Familia Real, sino que, también, otorgó inversiones y dinero tanto a Felipe como a Letizia, sus hijas y sus sobrinos. En ese momento, los Reyes decidieron donar esa parte que les había tocado y un gran poder de decisión quedó en manos de Leonor, Sofía y el resto de sus primos quienes tendrían que decidir, cuando fueran mayores de edad, que es lo que querían hacer con un espectacular palacete en Menorca que era propiedad de Balada. Fue en abril cuando la infanta Sofía, la pequeña del clan, cumplió 18 años y, ahora, las dos hermanas han decidido rechazar este último eslabón que quedaba de la herencia de Balada.
Será entonces sus primos quienes tengan que confirmar esta decisión y, sobre todo, informar sobre el objetivo de ese palacete; si se entregará al ayuntamiento de Ciudadela, a la Fundación Hesperia o cuál será su destino final. Por el momento, es un misterio sin resolver, aunque si siguen los mismos pasos que el resto de su familia, lo más probable es que este lugar acaben en manos de alguna fundación solidaria, al igual que pasó, por ejemplo, con la farmacia Llabrés. Pero ¿quién era Juan Ignacio Balada y por qué le dejó su herencia a los Reyes y sus hijas?
Quién era Juan Ignacio Balada

Fue hace más de una década cuando Juan Ignacio Balada, de 69 años, murió. A su lectura del testamento, en una notaría de las Islas Baleares, se confirmó que el empresario había decidido dejar, en herencia, su millonaria fortuna a los reyes de España. Sin duda alguna, como relatan en Vanity Fair, la sorpresa fue mayúscula, porque no solamente le dejaba su herencia a Felipe, a Letizia y a los ocho nietos del Emérito sino que, también, especificaba que si estos lo rechazaban pasaría al estado de Israel.
Su padre abrió un cine y su madre fue la primera farmacéutica de Menorca
«No los conocía de nada. Sé que don Felipe tuvo muchas dudas y que aquello supuso un dolor de cabeza para Zarzuela, pero finalmente aceptaron. El príncipe pensó que ese dinero iba a ayudar a mucha gente en la isla. He coincidido con él en alguna recepción por ejemplo en la Almudaina y siempre ha mostrado interés en conocer cómo era en realidad el señor Balada», explicó Josep Pons Fraga, periodista del diario Última Hora de Menorca y amigo de Balada. Juan Ignacio había nacido en una familia donde se le inculcaron unos valores relacionados con el esfuerzo y el trabajo. Su padre era propietario de un cine en la ciudad, mientras que su progenitora, Catalina, fue la primera farmacéutica de la isla.

Cuando tuvo edad para estudiar, Juan Ignacio se marchó hasta Barcelona, aunque no terminó ninguno de los estudios que comenzó. Por eso, se dedicó al mundo del piano. Al tiempo regresó a Menorca y, después de que su madre muriera, decidió quedarse con la Famarcia Llabrés, situada en la isla y que ya se había convertido, por aquel entonces, en toda una insignia de la ciudad. Lo cierto es que, con el paso de los años, el estado de la farmacia fue empeorando hasta que, en el año en el que murió, estaba totalmente en ruinas. Durante toda su vida, Juan Ignacio supo invertir muy bien su dinero. Lo hizo, además, en grandes compañías como Oscar Mayer o La Piara. Además, como cuenta su amigo, en sus últimos años de vida, se informó sobre el mundo financiero.
Invirtió en La Piara, en Oscar Mayer y tuvo una promotora
«Tenía acciones en La Piara y en la salchichera Oscar Mayer, pero las supo vender. Donde realmente hizo negocio fue en la promoción inmobiliaria», explicó Pons. Todo esto hizo que Balada amasara una gran fortuna formada por nueve propiedades, fincas rústicas, urbanas, activos financieros, viviendas de alquiler e inversiones. Además, era el único administrador de la promotora Adalab SL, con sede en Barcelona, y con un capital social de más de ocho millones de euros. Así, el empresario, en su testamento, dividió su fortuna en dos partes; una mitad para los Reyes y los ocho nietos del Emérito y la otra la dedicó a construir una fundación en su nombre. Un testigo que cogieron Felipe y Letizia, quienes se encargaron de crearla.
No dejó su herencia a sus primas porque ya tenían «suficiente dinero»

De esta manera, vio la luz la Fundación Hesperia, que sirve como investigadora para las enfermedades raras y la inserción de personas con discapacidad en Menorca. Desde hace unos años son los Reyes quienes tienen la presidencia de esta fundación cuya sede se encuentra en Zarzuela y, además, han decidido deshacerse de algunas de las propiedades que tenía Balada para poder sufragar sus gastos. Hace unos años, además, los Reyes inauguraron la farmacia Lladrés, en el centro de Menorca, que ahora ocupa la Fundació per a Persones amb Discapacitat de Menorca y fue la manera de darle una segunda vida a este edificio que fue toda una insignia de la capital. Quienes no recibieron ni un euro de su herencia fueron sus primas, María del Pilar y María del Carmen Arregui Llabrés, quienes quedaron fuera porque «ya tenían demasiado dinero».
