El patrimonio de Sabina tras su jubilación, más allá de su icónico y lujoso piso en Lavapiés
El cantante ha colgado su bombín para decir ‘adiós’ a más de cinco décadas en la música llenas de ilusión y talento

Sabina, en una imagen de archivo. | Gtres
Joaquín Sabina es uno de los rostros más conocidos de nuestra música. El jienense se despidió, hace una semana, de su carrera musical en un espectacular concierto en Madrid con el que dijo adiós a una etapa de su vida que nunca olvidará. Y es que, con el paso del tiempo, Sabina se ha convertido en una de esas voces que pertenecerá siempre a una generación. En esta nueva etapa que comienza a Sabina no le faltará el cariño de su mujer, de sus hijas y, también, un extensísimo patrimonio que ha ido amasando en todo este tiempo.
Probablemente, uno de sus bienes más preciados es su espectacular casa en Madrid, concretamente en el barrio de Lavapiés, donde el cantante se siente muy feliz e integrado. Allí reside en un bonito piso que unió a otro hace un tiempo y que está decorado con infinidad de detalles que han marcado su vida. Pero eso sí, su patrimonio va más allá. Durante muchos años, Sabina canalizó gran parte de sus ingresos —con derechos de autor, regalías, conciertos, venta de discos, colaboraciones…— mediante varias sociedades mercantiles como Ultramarinos Finos S.L., Relatores S.L. y El Pan de mis Niñas S.L.. Estas sociedades también gestionaban inmuebles (en Madrid y Cádiz), un velero, libros antiguos y otros bienes asociados.
La jubilación deseada de Joaquín Sabina

Ese entramado empresarial fue muy cuestionado por la administración tributaria; la inspección fiscal detectó que entre 2008 y 2010 esas empresas declararon ingresos muy altos —por conciertos, ventas, royalties, etc.— mientras que los derechos de autor se cedían a dichas sociedades sin que Sabina declarara renta personal por ellos. En ese contexto, el uso de sociedades fue considerado por la justicia como una fórmula irregular de fiscalidad —las entidades no tenían «sustancia real» aparte del propio artista—, lo que llevó a que se le exigiera tributar como renta personal. A raíz del litigio con la administración, Sabina reestructuró su patrimonio. Hoy —en 2025— solo mantiene activamente como empresa operativa a Ultramarinos Finos S.L., la cual gestiona la actividad artística, derechos y otros ingresos vinculados a su carrera.
Esa sociedad sigue perteneciendo al 50 % entre Sabina y su esposa —Jimena Coronado—, lo que indica que, aunque simplificada, la estructura patrimonial sigue siendo corporativa. Entre los bienes más emblemáticos que se le atribuyen está un dúplex de unos 300 metros cuadrados en el barrio de Lavapiés. Como contamos en THE OBJECTIVE, esta vivienda no es solo un hogar: es su «refugio bohemio», mezcla de vivienda, estudio creativo, biblioteca, almacén de recuerdos, muebles antiguos —un espacio cargado de personalidad. Esa casa ha sido retratada como un apartamento con carácter: su diseño interior incluye mobiliario de madera, estanterías repletas de libros y discos, lámparas, objetos antiguos, decoración ecléctica… Todo al servicio de la identidad del artista.
Su patrimonio más allá de su piso más especial
Además del piso de Madrid, se le atribuye la propiedad de bienes inmuebles —o al menos participaciones— en otras localizaciones, entre ellas en Rota (Cádiz). En el pasado también se hacía referencia a otros activos físicos gestionados por sus sociedades: un velero, libros antiguos, y otros bienes muebles, aunque no siempre está claro cuál es su situación exacta hoy. Según datos públicos de 2025, la empresa Ultramarinos Finos S.L. tiene un patrimonio neto declarado de unos 5,7 millones de euros. Además, se cuenta que esta sociedad dispone de una liquidez elevada —más de 6 millones de euros en efectivo. Es decir: aunque en 2024 la empresa registró pérdidas —por la caída de facturación tras la pausa de conciertos—, conserva una posición financiera saneada.

El año 2024 cerró con unas pérdidas de aproximadamente 196.689 euros. La caída se explica por la drástica reducción de ingresos: de unos 14,7 millones en 2023 a apenas 94.835 euros en 2024 —con poco o nada de actividad—. Aun así, la estructura de la empresa —ausencia de deudas bancarias significativas, reservas acumuladas, activos inmobiliarios— ofrece una base sólida para su patrimonio. Algunas estimaciones recientes sitúan su patrimonio global —es decir, empresas + inmuebles + activos— alrededor de 6,7‑7 millones de euros.
Entre 2008 y 2010, las sociedades vinculadas a Sabina declararon unos ingresos muy elevados —a través de galas, conciertos, royalties, ventas, etc., mientras cedía sus derechos de autor a aquellas —y no los declaraba como renta personal—. Como decíamos, esa práctica fue revisada por la administración. En 2022, la Audiencia Nacional rechazó el recurso presentado por Sabina contra una liquidación fiscal de 2,5 millones de euros correspondientes al IRPF de esos ejercicios (2008‑2010). En 2023, el Tribunal Supremo confirmó esa decisión; los 2,5 millones debían abonarse. El alto tribunal inadmitió el recurso de casación del artista, poniendo fin al litigio. Según algunas informaciones, parte de esa deuda se habría satisfecho en 2014 mediante devoluciones de sociedades y pagos en metálico.
Ingresos elevados, varias sociedades y mucho más
Este episodio dejó claro que buena parte del patrimonio de Sabina —sobre todo lo gestionado mediante sociedades— está sujeto a riesgo fiscal vintage: los ingresos provenientes de derechos de autor pueden considerarse «rendimientos del trabajo» y no meras ganancias empresariales, lo que implica tributaciones más altas. Sabina no se limita ya al mundo artístico puro: figura como socio en varias AIE (Agrupaciones de Interés Económico) dedicadas a proyectos de I+D, algo poco habitual para un artista. Estas inversiones podrían tener fines fiscales (deducciones, incentivos), pero también suponen una diversificación de su patrimonio.

Su decisión de mantener una sola sociedad operativa (Ultramarinos Finos) podría reflejar un intento de simplificar su estructura financiera, especialmente tras los problemas con Hacienda. Esta diversificación sugiere que Sabina busca —más allá de vivir de sus canciones— proteger su patrimonio mediante inversiones que, potencialmente, no dependan del ciclo artístico (giras, discos, conciertos). A pesar del patrimonio estimado en varios millones, varios medios destacan que Sabina sigue viviendo con cierta sobriedad. Su dúplex en Madrid no es descrito como un palacete ostentoso, sino como un refugio creativo, bohemio, ecléctico: libros, discos, muebles cargados de historia, recuerdos, un ambiente casi artesano.
La mezcla de austeridad —o al menos de rechazo al lujo estridente— con un modo de vida centrado en la creación, la memoria, el arte y la autenticidad aparece como una constante en los retratos mediáticos sobre su persona. En sus propias palabras, ha dicho que nunca fue «hombre de finanzas» y que era «inútil para lo administrativo, incluso para el dinero» —una confesión que choca con la realidad de su patrimonio, pero que habla de su sentido de identidad artística y personal.
