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La casa «del futuro» de Norman Foster en St. Moritz es un remanso de lujo y paz alpino

El arquitecto posee una bonita residencia en uno de los lugares más exclusivos de Suiza que está rodeado de bosques

La casa «del futuro» de Norman Foster en St. Moritz es un remanso de lujo y paz alpino

Norman Foster y Elena Ochoa, en una imagen de archivo. | Gtres

Que Norman Foster es uno de los nombres más reconocidos dentro del mundo de la arquitectura es una realidad. El arquitecto es el ideólogo de algunos de los monumentos y edificios más conocidos del mundo, tanto en España como en Londres, dos ciudades que, sin duda, han marcado su vida. Y es que el arquitecto divide su rutina entre las dos capitales, donde no solamente tiene sus negocios sino, también, parte de su parcela más personal. Es por eso que Foster posee varias casas, también en otros países europeos como Suiza.

La que más usa en vacaciones es la de St. Moritz. Chesa Futura, cuyo nombre significa literalmente «casa del futuro» en romanche —uno de los idiomas oficiales de Suiza—, es una residencia de lujo diseñada por el arquitecto británico en St. Moritz, una de las estaciones de esquí más exclusivas de los Alpes suizos. Fue proyectada entre 2000 y 2004 por su estudio Foster + Partners. La casa no es una vivienda aislada tradicional, sino un edificio de apartamentos de diseño innovador que se integra en el paisaje alpino, con una forma que recuerda a una burbuja o nube suspendida sobre la pendiente. La estructura se eleva del suelo mediante pilotes de acero, una solución que responde tanto al clima de nieve intenso como a la topografía montañosa.

La casa del futuro de Norman Foster en Suiza

La casa en Suiza de Norman Foster. | Flickr

La construcción combina tecnología avanzada de diseño por ordenador con trucos tradicionales de construcción alpina. Está revestida con madera de alerce local, un material sostenible y tradicional con una durabilidad excepcional y que, con el paso de los años, se torna de un marrón rojizo a un tono plateado característico, integrándose con el entorno natural. El edificio comprende tres plantas de apartamentos de lujo, con una de esas unidades reservada para Norman Foster y su familia —él y su esposa, la galerista y mecenas Elena Ochoa Foster—. Está orientado hacia el sur para maximizar las vistas panorámicas del Valle de Engadina y del lago de St. Moritz, con balcones y ventanales diseñados para aprovechar la luz natural y los paisajes alpinos. 

Chesa Futura no solo es una casa en un lugar lujoso, sino una obra que refleja sensibilidad ecológica y respeto por la tradición local. El uso de madera certificada y métodos de diseño que respetan el clima y las pendientes montañosas la convierten en un ejemplo de cómo la arquitectura contemporánea puede dialogar con técnicas tradicionales y la sostenibilidad. La casa en St. Moritz es una de varias propiedades que Norman Foster y su familia poseen en Suiza. La familia ha utilizado esta residencia alpina como refugio para disfrutar del esquí y actividades de invierno durante muchos años, y fue el lugar donde pasaron parte de la pandemia de COVID-19 juntos.

Una arquitectura moderna, de estilo alpino y lleno de bosque

Además de Chesa Futura, la familia tiene vínculos con un castillo del siglo XVIII en Gilly, cerca de otras zonas residenciales suizas, que en distintos momentos ha funcionado como domicilio y como lugar de estancia familiar. Así, la casa cuenta con distintas razones que la convierten en uno de los lugares más especiales. Y es que la vivienda tiene una ubicación privilegiada en una de las zonas alpinas más exclusivas y bellas del mundo —St. Moritz— con vistas espectaculares de montañas y lagos. El diseño es sostenible con uso de madera local tradicional combinado con tecnología de diseño avanzada. La arquitectura es, sin duda, icónica e integra innovación y respeto por el legado constructivo alpino, creando una obra distinta, pero contextualizada.

Elena Ochoa, la mujer de Norman Foster. | Gtres

Y es que no es solo todo un emblema arquitectónico sino que, también, tiene una gran vinculación personal con Foster; es donde pasan largas jornadas en invierno, vacaciones y momentos importantes. St. Moritz es sinónimo de glamour. Desde hace más de un siglo es un refugio de aristócratas europeos, familias de la élite internacional, empresarios y celebridades. No es solo un pueblo de montaña: es un símbolo de lujo discreto. El clima es seco y soleado —presumen de 300 días de sol al año—, lo que lo ha convertido en un destino ideal para actividades alpinas como el esquí de nivel mundial, con pistas amplias y Liu bien cuidadas, así como espacio para practicar snowboard y rutas de freeride. También, se puede practicar patinaje sobre hielo, hockey, curling, polo sobre nieve, cricket sobre hielo o carreras de caballo.

El lugar ha albergado, durante dos años, dos ediciones de los Juegos Olímpicos de Invierno. El pueblo mezcla casas tradicionales alpinas con madera y piedra, hoteles históricos icónicos, boutiques de lujo y restaurantes de alta gastronomía. A pesar de su fama, mantiene una estética cuidada, con poca construcción agresiva y respeto por la escala humana. Además, St. Moritz está rodeado de un lado que, durante los meses de invierno, se congela y sirve como escenario de varias competiciones. También, tiene bosques alpinos, cumbres altas y glaciares. Aunque eso sí, durante los meses de verano se transforma y se convierte en el lugar ideal para senderistas, para montar en bicicleta de montaña, windsurf, vela y rutas panorámicas.

La localidad de St. Moritz. | St. Moritz Switzerland

También, la localidad suiza es conocida por su fuerte identidad, donde se mezcla la cultura alemana, italiana y comanche. Además, se celebran festivales de arte, música y diseño y tienen la famosa tradición de baños minerales, lo que atrajo a la aristocracia europea en el siglo XIX. Así, St. Moritz se ha convertido en un pueblo alpino de lujo, rodeado de naturaleza espectacular y con una oferta deportiva, cultural y gastronómica de nivel altísimo. Combina tradición y exclusividad como pocos lugares del mundo, lo que lo convierte en una especie de «capital invernal» para familias influyentes, diseñadores, artistas, empresarios, arquitectos y figuras internacionales.

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