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Juan del Val, premio Planeta: «En mi infancia fallé a personas que esperaban mucho de mí»

El escritor ha relatado cómo fueron sus primeros años de vida, marcados por la educación que le dieron sus padres

Juan del Val, premio Planeta: «En mi infancia fallé a personas que esperaban mucho de mí»

Juan del Val, en una imagen de archivo. | EP

A pesar de que Juan del Val ha ganado el premio Planeta —con su alta bonificación—, posee varios miles de seguidores en las redes sociales y triunfa con sus colaboraciones en El hormiguero, no siempre rozó el éxito con sus manos. El escritor nació en un barrio humilde de Madrid y se creo en un entorno en el que, sin duda, siempre creyó en las segundas oportunidades. Es por eso que cuando comenzó a torcerse del buen camino educativo, sus padres nunca dejaron de apoyarle. A pesar de todo, su adolescencia y madurez fueron especialmente complicadas, «fallando» a personas que «esperaban mucho» de él, tal y como él mismo ha confirmado en el pódcast con Vicky Martín Berrocal.

Del Val ha confesado, en el formato de la diseñadora, varios aspectos de su vida y, también, ha aprovechado para promocionar su libro. En A solas con…, la propia Vicky ha confesado que «su familia y sus padres» son «un referente absoluto». Es por eso que les debe que le hayan «educado». A pesar de todo, y de los esfuerzos que realizó para no disgustar a personas de su alrededor, Juan tiene claro que «falló» a mucha gente. Y lo hizo en un momento en el que, además, le daban por perdido, convirtiéndose en «el único momento de su vida en el que ha estado triste», tal y como recogen desde Lecturas.

Cómo fue la infancia de Juan del Val

De esa situación, le costó «mucho» salir. Es por eso que después de haber vivido aquello, Juan valora mucho su situación actual, algo que no esperaba que llegara en ningún momento. «El éxito nunca es rotundo y el fracaso tampoco», ha contado en el pódcast. Aunque eso sí, en ese periodo de tiempo tuvo momento de aprender muchas cosas; el éxito es «llegar a ser quién realmente eres, tener tu esencia y poder permitirte ser tú». Aunque eso sí, esto también puede conllevar vivir experiencias tanto negativas como positivas. En la entrevista, del Val también admite que «no tiene filtros», lo que hace que pueda recibir muchas críticas, como, por ejemplo, en su sección de El hormiguero, El polémico Juan del Val.

«El éxito nunca es rotundo y el fracaso tampoco»

«Yo tengo una forma de hablar en televisión. Hay gente a la que le encanta y hay gente a la que no le gusta nada. Esto es perfecto, no le voy a gustar a todo el mundo. Me parecería una vulgaridad», ha explicado. Además, ha destacado que una de las cosas que no tolera es «el odio». Algo que le inculcaron desde pequeño. La infancia de Juan del Val estuvo marcada por la normalidad, la observación constante del entorno y una temprana curiosidad intelectual. Nació en Madrid en 1970 y creció en un contexto urbano, lejos de lujos o excentricidades, en una familia de clase media donde el esfuerzo, la educación y la independencia personal eran valores presentes, aunque no impuestos de forma rígida. Esa infancia sin excesos, pero tampoco carente de estímulos, fue clave en la construcción de su mirada crítica y reflexiva sobre la vida cotidiana.

Juan del Val vivió unos años complicados en el colegio. | Gtres

Desde pequeño mostró una personalidad introspectiva y observadora. No era un niño especialmente estridente ni protagonista, sino alguien que tendía a escuchar, mirar y analizar lo que ocurría a su alrededor. Esta actitud, que más tarde se convertiría en una de sus señas de identidad como escritor y comunicador, ya estaba presente en su forma de relacionarse con los adultos y con otros niños. Juan aprendió pronto a interpretar las emociones, los silencios y las contradicciones de las personas, algo que luego trasladaría a sus novelas y artículos. La lectura ocupó un lugar central en su infancia. Fue un lector precoz y constante, atraído por libros que le permitían entender el comportamiento humano y cuestionar la realidad. Leer no era solo un entretenimiento, sino una forma de refugio y de aprendizaje. A través de los libros empezó a desarrollar una voz interior propia, crítica y curiosa, que le ayudaba a ordenar sus ideas y a comprender el mundo desde múltiples perspectivas.

Un gran desatino en el colegio, autónomo y conciencia temprana

En el ámbito escolar, Juan del Val no se distinguió necesariamente por ser el alumno más brillante en términos académicos, pero sí por su capacidad de expresión escrita y su facilidad para argumentar. Le interesaban especialmente las asignaturas relacionadas con las humanidades y el lenguaje, mientras que el pensamiento estructurado y la reflexión le resultaban más naturales que la memorización mecánica. Desde muy joven empezó a escribir, primero de forma privada, como un ejercicio personal, sin una vocación literaria plenamente definida, pero con una clara necesidad de expresarse.

Su entorno familiar favoreció una educación basada en la autonomía, lo que le permitió desarrollar un fuerte sentido crítico y una notable independencia emocional. No creció con una presión excesiva por destacar ni con expectativas desmedidas, lo que le dio libertad para equivocarse, observar y aprender a su ritmo. Esa libertad temprana contribuyó a formar un carácter seguro, reflexivo y poco dado a la complacencia, rasgos que más tarde se reflejarían tanto en su vida pública como en su escritura.

La infancia de Juan del Val también estuvo atravesada por una conciencia temprana de las contradicciones sociales, propias de una gran ciudad como Madrid. La diversidad de personas, estilos de vida y realidades económicas alimentó su interés por los conflictos internos, las relaciones humanas y las tensiones entre lo que se muestra y lo que se oculta. Esa sensibilidad social se convertiría con el tiempo en uno de los pilares de su narrativa y su discurso público. Uno de los factores que más marco su infancia fueron sus dificultades en el colegio.

Jun del Val iba al instituto en Moratalaz. | Gtres

En distintas ocasiones, el marido de Nuria Roca ha contado que su etapa en el instituto no fue especialmente fácil, y que vivió problemas de adaptación y encaje, aunque sin dramatizarlos ni convertirlos en un episodio traumático. Más bien los describe como dificultades emocionales y sociales propias de un adolescente que no terminaba de sentirse cómodo en su entorno. Durante esos años se sentía desubicado y algo fuera de lugar. No encajaba del todo en los códigos habituales del instituto: no era especialmente competitivo, ni buscaba liderar grupos, ni se identificaba con los modelos de popularidad dominantes. Esto le generó una sensación de incomodidad y distancia, más interna que visible, que le llevó a replegarse sobre sí mismo y a observar más que a participar.

Académicamente tampoco fue una etapa brillante. Ha reconocido que no estaba motivado por el sistema educativo, que le parecía rígido y poco estimulante. Esa falta de interés se traducía en desmotivación, cierta rebeldía pasiva y una relación tensa con la autoridad académica. No era un mal estudiante por falta de capacidad, sino por desconexión emocional e intelectual con lo que se le exigía. En ese contexto, la escritura y la lectura se convirtieron en una vía de escape y de afirmación personal. Empezó a construir un mundo interior propio, a reflexionar sobre las relaciones humanas, las jerarquías sociales y las contradicciones de las personas. Muchas de las ideas que hoy aparecen en sus novelas y en sus intervenciones públicas —la incomodidad social, la hipocresía y el miedo a no encajar— tienen su origen directo en esa etapa.

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