¿Y si Trump tiene razón?
La batalla judicial anunciada por Donald Trump para tratar de retener el poder en Estados Unidos ha suscitado un gran interés por parte de sus partidarios. Entre acusaciones de fraude estructural y anuncios de victoria asegurada, el equipo de Trump vende a sus partidarios un triunfo que, de momento, el conteo de los resultados le niega de forma rotunda.
Pero supongamos que Trump tiene razón. ¿Qué ocurriría acto seguido en Estados Unidos? Olvidamos pronto, la época de la inmediatez es lo que tiene, que el día de las elecciones muchos fueron los comercios que tuvieron que recurrir a cubrir sus establecimientos con maderas para evitar los posibles destrozos provocados por la chusma que se autodenomina «antifa». Los supuestos demócratas poniendo en jaque la capital del país más poderoso del mundo por si el resultado electoral no era de su agrado. En esta terrible perversión de conceptos nos hallamos. Mientras el ‘’mass media’’ se ha tirado años acusando de todo tipo de fechorías al presidente de los Estados Unidos que no ha metido a su país en una guerra (hito que no se veía desde hace 50 años), lo cierto es que los partidarios de Trump no han decidido destrozar de forma preventiva los comercios de sus ciudades, incendiar las calles o apalizar a los disidentes políticos. Curioso que estos sean los que ponen en peligro la democracia según los medios y sorprendente (o no tanto) que se quiera vender a los enemigos de la libertad como los defensores. Pero la deficiencia mental es aguda en Occidente y hay cosas que uno jamás pensó que podrían llegar a ser posibles y, sin embargo, forman parte de nuestro día a día.
En el improbable escenario, pero no descartable al cien por cien, de que Trump tuviera razón y los recuentos en los estados de Wisconsin, Pensilvania y Georgia sonrieran al candidato republicano, la respuesta sería violenta sí o sí. El escenario en Estados Unidos sería prebélico y no tardaríamos en ver a los grandes medios acusar a Trump de haber orquestado una especie de golpe de Estado en conveniencia con el poder judicial para erradicar la democracia en Estados Unidos. El resultado de las elecciones no lo determina Facebook (que ya ha retirado la insignia de presidente de los Estados Unidos a Donald Trump), ni Twitter (que lleva semanas censurando los mensajes de los afines a Trump), ni las televisiones que se dedican a cortar las declaraciones del equipo jurídico del presidente. Será la justicia estadounidense la que decida si se realizan recuentos en dichos estados clave y por supuesto, si hay papeletas que deben ser anuladas. La gran diferencia es que si Biden finalmente es el presidente de Estados Unidos, no veremos arder Estados Unidos, si fuera Trump, el país colapsaría.
Pase lo que pase, es evidente que tras esta experiencia los poderes fácticos no van a permitir que se vuelva a llegar a esta situación y la libertad que otros disfrutábamos en Occidente para poder expresar libremente opiniones distintas va a desaparecer. Las redes sociales eran el único resquicio de libertad que poseían aquellos a los que silenciaban los grandes medios de comunicación porque su mensaje no coincidía con el que debía engullir la masa. Sin ir más lejos, Barack Obama concedió ayer una entrevista a la revista ‘’The Atlantic’’ en la que dijo: Internet es la mayor amenaza para la democracia’’. Y es que al final es lo de siempre. La libertad de expresión está bien si se utiliza para repetir los mantras de la progresía; Internet es una herramienta maravillosa si esta les beneficia, sino es una amenaza terrible para la libertad; la democracia es estupenda si el resultado de las elecciones es el que le gusta a la izquierda, si no más vale imponer una tiranía.