Maradona: 'La mano de Dios' toca el cielo
25 de noviembre de 2020. Una noticia que marca la historia. El 10, El Pelusa, el mejor jugador de todos los tiempos para muchos, ha dejado huérfana a Argentina y ha conmocionado al mundo entero. Diego Armando Maradona ha fallecido a los 60 años en su casa de Tigre, donde residía desde hacía algunos días. La leyenda argentina se apaga días después de una intervención quirúrgica para tratar un coágulo en el cerebro.
Nacido en Lanús, y como futbolista lo fue todo: salió de la cantera de Argentinos Juniors (1976-80), para pasar luego a Boca Juniors (1981, 1995-97), antes de viajar a Europa, donde jugó primero en el FC Barcelona (1982-84) para después consagrarse con el Nápoles (1984-1991) al que hizo campeón de la UEFA, de la Serie A y de la Copa Italia. Su corto paso por el Sevilla dejó huella en la ciudad andaluza. Su último equipo fue Newell’s Old Boys, en 1993.
Siempre será el Cebollita, el hombre de las camisas brillantes y la colección de relojes de lujo. El que canta un tango y baila cumbia. El que se planta ante la FIFA o le dice al Papa que venda el oro del Vaticano. El que sale de la mano de una enfermera en Estados Unidos y «la primera persona de la historia que viajó a Nápoles –una ciudad en la que por entonces había un asesinato al día– en busca de paz».
Si algo le caracterizó también fue su espejismo ante la sociedad: el Maradona futbolista que admiramos y del que nos avergonzamos. Mientras era una estrella del fútbol llamó la atención del mundo por su adicción a las drogas, por ser un hombre acusado de maltrato, castrista, chavista y por su apoyo a la narcodictadura. Pero antes que todo y sobre todas las cosas, ha sido el hijo de Doña Tota y de Don Diego. Poco a poco, con el paso del tiempo, el alma se fue apagando al compás del cuerpo.
Maradona ha sido un salto al vacío sin paracaídas, una montaña rusa constante con subidas empinadas y caídas abruptas. El jugador que le dio gloria a la nación argentina y enamoró a todos con el gol a los ingleses en cuartos de final de la Copa del Mundo en 1986, y que con otro gol se convirtió en ‘La mano de Dios’. Un hombre que con los mismos pies que pisaba el campo alcanzó a tocar el cielo.
Quizá su mayor coherencia haya sido la de ser tan auténtico en sus incoherencias. Abrió su vida de par en par y fue desnudando, poco a poco, su modo de ser argentino. Entre tantas cosas que hizo en su vida, Maradona hizo una particularmente llamativa: entrevistarse a sí mismo. Se preguntó de qué se arrepentía, y se respondió: “De no haber disfrutado del crecimiento de las nenas, de haber faltado a fiestas de las nenas… Me arrepiento de haber hecho sufrir a mi vieja, mi viejo, mis hermanos, a los que me quieren. No haber podido dar el 100% en el fútbol porque yo con la cocaína daba ventajas. Yo no saqué ventaja, yo di ventaja”. En ese mismo programa, se dejó unas palabras para cuando le llegara el día de su muerte: “Gracias a la pelota. Sí, pondría una lápida que diga: gracias a la pelota. Gracias por haber jugado al fútbol, porque es el deporte que me dio más alegría, más libertad, es como tocar el cielo con las manos”.
Su muerte agiganta la leyenda de un futbolista único y hoy le llora la Selección Argentina, porque nadie defendió los colores celeste y blanco como él, pero también le llora el mundo entero.
El ‘eterno 10’, el ángel que definía Andrés Calamaro ha curado sus alas heridas para despegar.