Cientos de niñas secuestradas, la cara más visible de las atrocidades de Boko Haram en Nigeria
Noche del 13 de abril de 2014. Chibok, Nigeria. Decenas de milicianos armados de la banda terrorista Boko Haram, irrumpieron en la pequeña ciudad situada al noroeste del país africano. Subidos a camiones y motocicletas se dirigieron a la escuela secundaria de la localidad para perpetrar el mayor secuestro masivo de la banda fundamentalista conocido hasta entonces: 276 alumnas fueron raptadas y llevadas a la reserva natural de Sambisa, conocida también como “El Bosque”. 57 de las chicas consiguieron escapar saltando de los camiones. El suceso provocó indignación mundial y generó la campaña ‘Bring Back Our Girls’ (‘Devolvednos a nuestras chicas’), con el apoyo de políticos y famosos de todo el mundo.
Hasta el momento, 106 de esas chicas han conseguido escapar de la banda yihadista. La mayoría fueron rescatadas por el gobierno de Nigeria quien, con la intermediación de Cruz Roja y el gobierno de Suiza, negoció la liberación con los extremistas. Otra media docena de niñas fueron encontradas en zonas rurales del norte después de que ellas mismas escaparan de sus captores. Al menos cinco de las rehenes tenían bebés o estaban embarazadas. El resto (113 en total) siguen desaparecidas y se cree que al menos una docena de ellas ha muerto durante el cautiverio, pero es imposible confirmarlo de forma independiente.
Las niñas que fueron liberadas todavía no han regresado a Chibok. Cuentan que durante su cautiverio los maltratos eran constantes. Las obligaron a cocinar y limpiar para los yihadistas y algunas de ellas fueron violadas y obligadas a casarse con milicianos. Además de pasar hambre, las niñas eran castigadas con latigazos o palizas si se negaban a convertirse al Islam o no obedecían las órdenes de sus captores. Si alguna intentaba escapar, era asesinada delante de las demás. Tras escapar de Boko Haram, las chicas siguieron una terapia psicosocial de seis meses y vivían juntas, bajo vigilancia militar, en un centro protegido en Abuja, la capital del país. La reclusión ha despertado críticas de los padres, que apenas pueden visitar a sus hijas. A finales de verano de 2017, fueron enviadas a estudiar la ciudad de Yola, a cuatro horas de Chibok, donde viven en el campus de una universidad privada de élite. Aunque tienen prohibidas las visitas sin autorización y deben salir del centro escoltadas, en Yola reciben clases de inglés y tratan de recuperar una vida normal, con sesiones de karaoke o cine y con salas de rezo para realizar ceremonias religiosas cristianas o musulmanas.
No se sabe exactamente en qué punto del bosque de Sambisa están las niñas que siguen secuestradas. El presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, aseguró que siguen negociando con la banda para liberarlas, pero no se conoce con exactitud el paradero de las 113 desaparecidas. Hace casi un año, 14 de ellas aparecieron en un vídeo de Boko Haram —tres de ellas con niños en sus faldas— donde aseguraban que no querían ser rescatadas. “Somos las niñas de Chibok… por la gracia de Alá, no regresaremos”, repetían. En el vídeo, también aparece uno de los líderes de la banda, Abubakar Shekau, disparando una ametralladora.
Pero no son las únicas, Boko Haram ha secuestrado a miles de personas. Sobre todo, a mujeres y niñas, pero también a hombres y adolescentes. Según el gobierno de Nigeria, en el último lustro, unas 10.000 mujeres y niñas han sido capturadas por la banda yihadista nigeriana, cuyo nombre en lengua hausa se traduce como “la educación occidental es pecado”.
A mediados del 2014, la banda terrorista inició una ola de secuestros masivos sin precedentes en el norte nigeriano —el ataque de Chibok forma parte de esa táctica— para ofrecer esposas gratis, además de una motocicleta y 400 dólares, a quien luchara con ellos. La oferta tuvo efecto: los alistamientos aumentaron. En una región pobre, con unas cifras de desempleo y analfabetismo atroces, la posibilidad de tener una mujer gratis atrajo a cientos de jóvenes. Muchos veían en su alistamiento la única opción de tener esposa. Funcionó. Aunque en los últimos meses la cifra parece haberse reducido, la banda ha llegado a contar con 26.000 guerrilleros, entre ellos 4.000 y 6.000 yihadistas bien entrenados, según la inteligencia estadounidense.
Aunque no parece haber sido el caso de las niñas de Chibok, además de utilizar a las chicas como reclamo para nuevos reclutas, Boko Haram también usa a algunas rehenes como arma de guerra: tras lavarles el cerebro o drogarlas con tranquilizantes, son enviadas con un cinturón de explosivos bajo la ropa a explotarse en mercados o mezquitas. Desde 2012, la banda ha enviado a 434 personas, la mayoría mujeres y niñas, a inmolarse con cinturones bomba en cuarteles, mercados o mezquitas en Nigeria, Chad, Níger y Camerún. La táctica ha provocado terror y 2.283 muertes, autores incluidos.
El objetivo del grupo fundamentalista es imponer su visión extremista de la sharía (ley islámica) en Nigeria y derrocar al Gobierno, pero su nivel de sadismo y terror — hasta 50.000 muertos desde 2009— responde a una táctica para controlar grandes territorios: el miedo empuja a miles a huir y facilita el control de la zona. Para ello usa la religión como excusa. Además de perseguir a cristianos, el grupo ha matado a miles de musulmanes, a les que acusa de moderados o simplemente de no tener su misma visión fundamentalista del Islam.
El grupo tiene apoyos poderosos. Especialmente en sus inicios, cuando nació en la ciudad de Maiduguri como una banda de jóvenes radicales que protestaban contra la corrupción del Gobierno, gozaba de simpatías políticas y el apoyo económico de hombres de negocios. Sus fuentes de financiación también han sido el robo de bancos cuando conquistó decenas de ciudades, el saqueo y el control del comercio de cabezas de ganado, un mercado que mueve millones en la región.
Aunque el fin del conflicto parece aún lejano, en los últimos tiempos, el gobierno de Nigeria ha iniciado negociaciones con Boko Haram y ha ofrecido la amnistía a algunos miembros a cambio de que abandonen la violencia.