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Racismo en la banda, por Juanma del Álamo

Racismo en la banda, por Juanma del Álamo

Recuerdo que cuando era niño en mi casa había un juego de mesa para dos personas que se llamaba ‘¿Quién es Quién?’. Era divertido. Había veinticuatro cartas con veinticuatro personajes. Cada jugador cogía una carta y tenías que adivinar qué personaje le había tocado al oponente preguntando por sus características físicas. Solamente se podía responder “sí” o “no”. Si a la pregunta de “¿es mujer?” se respondía negativamente, el jugador podía descartar a todas las mujeres y ya estaba más cerca de adivinar el personaje que le había tocado al rival. Se podía preguntar si tenía ojos azules, si era calvo, si era negro, si llevaba gafas… Hoy en día a la pregunta de “¿es mujer?” lo correcto sería contestar que no se quiere presuponer el género de nadie y el juego terminaría con una denuncia en comisaría.

El pasado martes, se jugaba en la capital francesa un partido de Champions League entre el París Saint Germain y el Instanbul Basaksehir turco. Hacia el minuto quince y después de varias protestas del banquillo visitante, supuestamente el cuarto árbitro, Sebastian Coltescu, pidió al árbitro principal que pusiera orden: “El negro de allí. Ve a comprobar quién es. El negro de allí. No se puede actuar así”. Se refería a un asistente del equipo, el ex jugador camerunés Pierre Webó, al que muchos apenas recordamos y al que probablemente los árbitros no reconocieron (no era tampoco Ronaldo). Así que, a varios metros de distancia y no teniendo número por el que identificarle, se le describió por su característica física más evidente, su raza. El árbitro se acercó a advertirle. Pero Webó había oído la conversación desde su asiento (recuerden que no hay público y se oye todo) y salió cabreado del banquillo a recriminar que le llamaran negro: “¿Por qué has dicho negro, por qué has dicho negro?”. Webó acabó expulsado. Pero el partido no continuó. Se formó un corro de jugadores en la banda en torno a los árbitros. “En Rumanía ‘negro’ hace referencia al color de la piel y entre nosotros hablamos en rumano. ‘Negru’ quiere decir ‘negro’, ‘jugador negro’”, explicaron los árbitros, rumanos ellos.

Otro jugador del conjunto turco, Demba Ba, se unió a la discusión: “Cuando mencionas a alguien nunca dices ‘ese tío blanco’, dices ‘ese tío’, así que ¿por qué cuando mencionas a un tío negro, tienes que decir ‘ese tío negro’?”.

Algunos jugadores del equipo francés también mostraron su enfado. Mbappé comentó, refiriéndose al cuarto árbitro, que “si este tío ha dicho eso, nos tenemos que ir. No podemos jugar con un árbitro así”. Dicho y hecho. Los equipos se retiran y el partido queda suspendido. La UEFA anuncia que abre una investigación exhaustiva y sentencia en un tuit que “el racismo y la discriminación en todas sus formas no tienen cabida en el fútbol”. El resto del partido se jugó al día siguiente con otro equipo arbitral. Además, la UEFA aplicó algo que llaman “protocolo antirracista” según el cual los jugadores y el cuerpo arbitral portan camisetas con mensajes antirracistas y posan juntos antes del inicio del partido. Y así se hizo, incluyendo un bochornoso numerito rodilla en tierra, toda una oda al mal gusto. 

Algunos medios no dudaron en señalar a los árbitros con titulares como “Vergüenza racista” (The Sun) o “Árbitro ‘racista’ detiene el partido” (The Times). El diario deportivo turco Fotomaç titulaba “Vergüenza en la Liga de Campeones” y el medio rumano ProSport recogía una supuesta frase que Coltescu habría dicho a su familia: “Cualquiera que me conozca sabe que no soy racista”.

Ahora los periodistas iniciarán una investigación sobre el árbitro que hizo el comentario supuestamente racista. Se repasará toda su vida profesional y personal y se recordarán sus malas notas en el colegio, la novia a la que no regaló nada en su aniversario y aquella cinta que devolvió al videoclub sin rebobinar. Se buscará entre sus antepasados hasta llegar al altercado que su tío abuelo Ciprian tuvo con un frutero de Madagascar al que dejó sin pagar dos mandarinas en 1958. Les parecerá que exagero, pero ya sabemos revisando la prensa que Coltescu intentó suicidarse dos veces en 2008 y que recientemente perdió a sus padres y se divorció de su mujer. En fin.

El ministro de Deportes rumano, Ionut Stroe (alguno le recordará porque en primavera se le cayó su webcam en plena entrevista en televisión y se pudo ver que no llevaba pantalones), pidió disculpas “en nombre del deporte rumano” y anunció que “se tomarán medidas”. El presidente del Instanbul pidió que se sancionara de por vida al cuarto árbitro y añadió que lo sucedido “pasará a la historia mundial como un día de resistencia contra el racismo”. Seguro que sí. Además, el presidente turco Erdogan quiso expresar una “enérgica condena” por “los comentarios racistas expresados contra Pierre Webó”. De las repetidas violaciones de derechos humanos en su país no dijo nada porque el hombre no puede estar a todo.

Como primera guinda a este pastel, el miércoles se desvelaron las palabras de uno de los miembros del cuerpo técnico del equipo turco en plena discusión sobre el césped: “En mi país, los rumanos son gitanos”. Supongo que, por coherencia, este señor será sancionado por su club y por la UEFA. De haberle escuchado el cuadro arbitral, deberían haberse retirado del campo y haberse negado a arbitrar hasta que no les trajeran otros equipos. 

Como segunda guinda, a esta hora se pone en duda que las dichosas palabras fueran del cuarto árbitro Coltescu. Después de haber puesto su cara en portadas por todo el planeta y después de haber revisado su vida, ahora empieza a deslizarse que tal vez él ni siquiera dijo la “polémica” frase, sino que fue uno de los jueces de línea. Se está en plena investigación para saber a quién hay que hundirle la carrera.

¿Qué ha pasado?

Lo fácil esta semana era hablar de la última tontería de Ábalos, del último peinado de Iglesias o de nuestro próximo golpe de Estado imaginario. También era sencillo escribir un indignadísimo y dignísimo artículo sobre el racismo intolerable de estos árbitros rumanos. Y eso es lo que habríamos hecho si tratáramos a nuestros lectores como a imbéciles. 

Hace semanas hablábamos de los algoritmos de Twitter que vigilan que los usuarios no utilicen determinadas palabras que pueden hipotéticamente ofender a alguien. En la mayoría de redes no se permite debatir con algo de libertad sobre racismo, inmigración, feminismo o religión. Prácticamente ni se pueden mencionar. Algunos pretenden que el mundo real sea igual, que aceptemos que hay temas sobre los que no se puede decir nada. En los tiempos que corren, todo lo que no sea asentir, aplaudir y arrodillarse con estos asuntos es caminar por un campo de minas. Pero hemos venido a jugar. 

Estoy cansado de que tantos debates se hayan sustituido por lemas, consignas, emociones, cabreos injustificados y homenajes de mercadillo. Todo es ruido y estupidez. Enarbolo aquí la bandera por la defensa de la disección de los temas. La mejor forma de entender cualquier asunto es diseccionarlo como a un sapo boca arriba en la clase de Ciencias y no anular toda discusión acusando de racismo, homofobia o machismo a cualquiera que no esté conforme. 

Cuando el cuarto árbitro rumano (vamos a suponer que fue él) se refiere al asistente del Instanbul como “el negro de allí”, no está diciendo nada despectivo. Es perfectamente intuitivo usar la característica más evidente por la que destaca una persona dentro de un grupo. No conociendo su nombre, no teniendo un número con el que identificarlo, parece lógico usar el rasgo que lo distingue entre una mayoría de personas de otra raza. Y no solamente parece lógico, sino que es instintivo, es algo automático para nuestro cerebro. El cuarto árbitro podría haber dicho “amonesta al tipo que tiene dos ojos”, “amonesta al tipo que lleva chándal”, “amonesta al tipo que está sentado”, “amonesta al tipo que tiene extremidades superiores” y el colegiado no habría entendido nada.

Demba Ba, un jugador del Instanbul, preguntaba al acusado “cuando mencionas a alguien nunca dices ‘ese tío blanco’, dices ‘este tío’, así que ¿por qué cuando mencionas a un tío negro tienes que decir ‘ese tío negro’?”. Es curioso que Demba Ba use la expresión ‘tío negro’ para plantear el asunto, justo la misma expresión que condena. ¿Por qué llamas a algo por su nombre? Bueno, veamos. La expresión “ese tío blanco” podría ser útil en un contexto en el que los blancos fueran clara minoría. Por ejemplo, en un partido de la NBA. Pero, no siendo así, su utilidad es casi la misma que si decimos “el que tiene dos ojos”. Supongo que Demba Ba no jugó nunca al ‘¿Quién es quién?’ y, si lo hizo, nunca ganó.

Y vamos con el cogollo del tema. ¿Qué tiene de mala la expresión “el negro”? ¿Es condenable el uso del color de la piel, que al mismo tiempo es la forma en la que nos referimos a una determinada raza? Considerar que la palabra “negro” es algo ofensivo ¿no es precisamente una clara muestra de racismo? ¿El movimiento Black Lives Matter debe evitar la palabra “black” para referirse a las personas de una determinada raza? ¿En serio?

Jorge Jesús, entrenador del Benfica, un día después del partido y en un acto de valentía equivalente a participar en una de las misiones Apolo, declaró lo siguiente: “No sé qué se dijeron, pero está muy de moda esto del racismo. Hoy cualquier cosa que puedas decir contra un negro es siempre señal de racismo. Puedes decir la misma cosa contra un blanco, ya no es señal de racismo”. A esta hora, por suerte, no ha perdido su trabajo.

Sarah Bourehiji de la asociación SOS Racismo Madrid, en palabras a La Sexta, intentó diagnosticar el problema: “Son años y años de usar el término de manera peyorativa, así que es muy difícil distinguir cuándo se utiliza para referirse a una persona para especificar y cuándo se utiliza para referirse de manera racista”. No entiendo que el uso de una palabra en 2020 lleve asociado necesariamente el peso de toda la historia, de siglos de esclavitud, discriminación e injusticias contra una raza. Por otra parte, si es difícil distinguir cuándo se usa “negro” para especificar y cuándo se usa “de manera racista”, ¿por qué cuando se escucha el término no concedemos el beneficio de la duda en vez de reaccionar con un enfado incontrolado? ¿Por qué ni siquiera se admiten las explicaciones absolutamente razonables del de enfrente?

Bourehiji también dio su solución: “A no ser que sea estrictamente necesario para realmente referirte a una persona negra, puede haber muchísimas características que puedan servir para identificar”. Como comentábamos, no conociendo su nombre, siendo contrario a toda lógica, el cuarto árbitro podría haber utilizado otros aspectos físicos para referirse a Webó y todos habrían resultado inútiles. Estoy convencido de que de haber sido un personaje más famoso y fácilmente identificable, habrían utilizado su nombre, como los árbitros hacen tantas otras veces con los jugadores o entrenadores.

Tampoco estoy de acuerdo con la idea que SOS Racismo da como solución. La normalización, contraria al racismo, no se consigue escondiendo términos perfectamente normales. Si cerramos los ojos, el problema no dejará de existir. Dejando de usar la palabra “negro” no conseguiremos librarla de la carga peyorativa que algunos le atribuyen. Lo conseguiremos normalizando su uso hasta que se diluya esa carga, herencia del pasado, que pervive en la cabeza de unos cuantos. Es completamente ridículo que se persiga el uso de la palabra “negro” por el pasado de opresión que sufrió la raza negra o por el presente de racismo que sufre. En todo caso, debería ocurrir lo contrario, debería ser una enseña de orgullo.

¿Quién es el racista aquí?

Hablando del tema, me recordaba un tuitero que a Pelé otros jugadores le conocían como “el negro”. También se le conocía como “la perla negra”. En el deporte ha habido muchos apodos relacionados con el aspecto y la raza, como “el chino”, “el apache”, “pantera negra” o “chocolate blanco”, tal como se llamaba a un vistoso jugador blanco de la NBA. Y no había ninguna mala intención.

He ido al diccionario a ver qué se cocía. Por ejemplo, en el de la Real Academia, que es como el reglamento oficial del español, entre los veinte significados posibles de la palabra “negro” ni siquiera se reconoce el uso peyorativo del término. He consultado un diccionario de rumano (investigación de alto nivel) y la entrada de la palabra “negru” (la que usaron los árbitros) es realmente parecida a la española, incluyendo como acepción el uso normal para referirse a una persona de raza negra sin ninguna connotación, así de sencillo.

Tengo claro que no podemos estar a expensas de lo que a otra persona le sugiera una palabra. Somos responsables de lo que decimos, no de lo que los demás (con su comprensión lingüística y todos sus prejuicios) entiendan. Si la palabra “negro” para mí no tiene ninguna carga peyorativa pero sí la tiene para ti, el racista eres tú, no yo. Los racistas son los que ven diferencia entre “advierte al rubio”, “advierte al calvo”, “advierte al blanco” y “advierte al negro”. Mientras algunos se empeñen en subrayar que no es lo mismo porque la pesada losa de la historia es más importante que nuestras intenciones actuales, el racismo parecerá que sigue ahí. 

No podemos dejar la reputación y la carrera profesional de una persona al capricho de lo que ofenda a otro individuo que, para colmo, cuando se le aclara lo sucedido, ni siquiera admite explicaciones. Algunos piden el máximo respeto a cambio de la mínima comprensión e indulgencia. El cabreo de un individuo tampoco es un argumento ni una prueba suficiente para condenar a los demás. Diría que algunos incluso parecen encantados de encontrar y de señalar culpables a los que someten a un juicio rápido. 

Tengo la impresión de que muchos de los movimientos que luchan contra históricas injusticias y formas de odio como el machismo, la homofobia o el racismo pasan por una etapa de exageración antes de (quiero creer) alcanzar la verdadera normalidad. Siempre me pregunto si alguna vez veremos al observatorio, al ministerio o a la organización de turno admitir que cierran porque su objetivo se ha conseguido. Y no digo que no haya cosas en las que debemos mejorar, pero creo que estamos en un punto en el que muchos de los supuestos avances son retrocesos. Es como si de repente tuviéramos que compensar con todo tipo de estupideces siglos de barbaridades, una carga que algunos nos quieren encasquetar injustamente a los contemporáneos.

El miedo a que a uno le puedan llamar racista no puede justificar la renuncia a intentar llegar al fondo del asunto por muy polémico que digan que es ese asunto. Yo me habría alegrado si hubieran descalificado a ambos equipos, no me escondo. Me habría parecido una especie de despertar en un mundo de cobardes y acomplejados. Pero, nada más lejos. Por desgracia, una vez más, nadie ha puesto pie en pared. El huracán de momento no se ha detenido, la investigación sigue en marcha y se anuncian posibles sanciones por llamar negro a un negro. Creen que es mejor tirar para delante y racista el último.

En fin, terminemos. El racismo es una cosa mucho más seria que una palabra que me pareció oír en un idioma que no conozco. Racismo no es referirse a una persona por su raza para distinguirla dentro de un grupo. Racismo es el desprecio, discriminación y persecución de seres humanos por ser de esa raza. Es una ideología con una fuerza clara con unas malas intenciones claras. Y no se combate jugando al pillapilla y al “mira lo que has dicho” para seguidamente hacer oídos sordos, pisotear la presunción de inocencia y creer que tu cabreo te arma de razones. Combatamos el racismo y a los que creen que los términos con los que nombramos a las razas (es decir, las razas) tienen cargas peyorativas. No nos conformemos con lemas vacíos, rebatamos las tonterías y contestemos a los oportunistas. Hay que enfrentarse al racismo tomándoselo en serio y, por favor, respetando la inteligencia de todos.

Nota final: si el tiempo destapa alguna frase despectiva, algún adjetivo fuera de lugar del cuerpo arbitral, algo que se escapó a todos los medios y que ninguno de los jugadores ha comentado todavía, si eso ocurre (no ocurrirá), haré como si este texto no hubiera existido, desapareceré, me iré a vivir a otro país y comenzaré a firmar mis artículos con el pseudónimo ‘Elisa Beni’. Además, asumiendo los riesgos de no tratar al lector como a un imbécil y ante las posibles consecuencias legales, nuestro potente equipo de abogados hará guardia por turnos hasta fin de año. Muchas gracias.

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