La prioridad del programa del partido será «establecer mejor la ley de crisis: en qué condiciones podemos perder los derechos constitucionales y libertades»
El coronavirus ha impulsado en la República Checa la creación de un nuevo partido, «Abrimos Chequia», que, fundado por dueños de restaurantes para evitar el cierre impuesto por las autoridades, ha decidido desafiar al Gobierno del populista Andrej Babis también en las urnas.
El movimiento se ha formado en torno al empresario Jakub Olbert, propietario del conocido restaurante praguense «Seberak«, junto a un lago al sur de la capital, que lleva semanas luchando a cal y canto por mantener abiertos sus locales.
Si su cometido inmediato ha sido crear reductos libres de restricciones para impulsar la gastronomía, la prioridad del programa del partido será «establecer mejor la ley de crisis: en qué condiciones podemos perder los derechos constitucionales y libertades«, explica a Olbert en su restaurante.
Este empresario ha logrado aglutinar a centenares de colegas que no entienden la necesidad de mantener cerrados sus negocios y enarbolan a su favor las cifras que reflejan el golpe de las restricciones.
El pasado mes ha sido el peor enero desde 1993 en cuanto al número de empresas desaparecidas: 1.336, un 5% más que hace un año, al tiempo que surgieron 2.413 nuevas, un 11% menos que en enero de 2020, según la agencia de calificación CRIF.
Brecha para la gastronomía
El intento declarado de Olbert es abrir brecha para proteger al sector de hostelería y restauración que, según la Oficina Estadística, da empleo al 6,5 % de la población del país.
Cada mes de confinamiento supone para el sector una caída total de ingresos de 673 millones de euros.
El partido agrupa hoy a 1.200 empresarios contrarios al cierre decretado tras la Navidad. De ellos, unos 400, creyendo tener la ley de su lado, han dejado abiertos sus locales cumpliendo las normas de higiene vigentes: limitar la capacidad de clientes para asegurar la distancia física, y usar desinfectante y mascarillas.
En los dos últimos meses «no hemos registrado ningún caso de covid», se defiende Olbert.
Restaurantes, la nueva forma de hacer política
Inicialmente, «Abrimos Chequia» se diseñó como una estrategia para protegerse de las sanciones de forma legal, admite el portavoz de la iniciativa, David Biksadský.
La idea fue registrar estos locales como centros o células de actividad política, convirtiéndolos en filiales del nuevo partido, que el Gobierno no puede disolver o prohibir.
No obstante, han empezado a recibir multas, aunque el portavoz señaló que van a «impugnarlas todas», convencido de que el Estado deberá además resarcir a los empresarios de las consecuencias financieras del cierre.
La agrupación ha decidido concurrir a las legislativas de octubre con una llamada a devolver al país la «normalidad» económica y social.
¿El fantasma del totalitarismo?
El estado de emergencia, en vigor desde el 5 de octubre, ha supuesto grandes pérdidas económicas para los empresarios. Muchos se quejan además de las limitaciones de las libertades fundamentales que llegaron al país con la democracia, después de décadas de comunismo.
También para Olbert, la actual situación despierta el fantasma de lo ocurrido durante ese régimen totalitario que entre 1948-1989 impuso una regulación estatal caprichosa y agobiante, si bien las medidas no tienen hoy motivos ideológicos, sino de salud pública.
Sin embargo, el Ejecutivo de coalición encabezado por el empresario millonario Babis no ha sido capaz de explicar la lógica de sus decisiones al amparo del estado de emergencia.
A diferencia de la primavera de 2020, cuando los checos fueron ejemplares en la lucha contra la pandemia, ahora son cada vez más quienes se saltan las medidas, lo que explica la alta tasa de contagios: el país registra, con 914 por 100.000 habitantes en catorce días, la segunda incidencia más alta de contagios en Europa, después de Portugal.
El pulso con la policía
Para el Gobierno checo, los restaurantes que secundan la iniciativa de Olbert son lugares insolidarios que infringen las reglas de la competencia, poniendo además en juego la salud de los ciudadanos.
La idea de crear células de agitación política para esquivar las restricciones fue desde el inicio considerado «un sinsentido» por el ministro de Interior, Jan Hamacek, quien ha anunciado un registro de infractores y amenaza con prohibirles la actividad durante un año.
Algo que no parece quitar el sueño a Olbert, quien, en sus desavenencias con las policía, destaca haber pasado por dos fases.
«Una primera, caracterizada por el desconocimiento del derecho, donde nos dejamos cerrar y sacar por la fuerza», explica.
Y una segunda, «cuando ganamos información y sabíamos qué puede hacer cada uno: un fase correcta donde, cada vez que vienen, negociamos con ellos. Al final, (los policías) son sólo personas, y no quieren poner a nadie en la cárcel por abrir una taberna», apostilla Olbert.