El padre de Pablo Ibar: “Sé que un día mi hijo saldrá de prisión, pero no sé si aguantaré vivo hasta entonces”
Entrevistamos al padre de Pablo Ibar, preso hispano-estadounidense que ha estado en el corredor de la muerte y actualmente cumple una condena de cadena perpetua
Cesta punta es un deporte muy popular en Estados Unidos, y el juego por el que Cándido dejó su vida en el País Vasco para comenzar una nueva en Atlanta. Sin embargo, hace 26 años su vida cambió por completo y desde entonces, Cándido no ha dejado de luchar ni un solo día para que su hijo pueda volver a estar libre.
26 de junio de 1994. Florida. Estados Unidos. La vida de los Ibar dio un giro inesperado. El jurado acusó a su hijo Pablo Ibar, junto a Seth Peñalver y otra persona que nunca ha sido identificada, del triple asesinato de Casimir Sucharski, propietario de un club nocturno, y las modelos Sharon Anderson y Marie Rodgers. El crimen se cometió durante el robo armado en la residencia de Sucharski, quien estaba con sus acompañantes, en el norte de Miami, el 27 de julio de 1994.
Los hechos quedaron registrados en blanco y negro en una cámara de videovigilancia que el dueño había instalado ocho días antes de morir y que recogió el triple asesinato en imágenes de mala calidad. Tres semanas después, el 14 de julio, Pablo Ibar fue detenido tras una reyerta familiar con un compañero de piso, en un asunto que no tenía nada que ver con la muerte de Sucharski y las dos jóvenes y que muchos relacionaron con el trapicheo de drogas. El detective Paul Manzella creyó distinguir a Pablo en la grabación del crimen.
Desde ese momento, Cándido comenzó una lucha para probar la «inocencia» de su hijo que ha pasado 26 años en la cárcel, 16 de ellos en el corredor de la muerte. Esquivó la inyección letal, pero fue condenado a cadena perpetua. En la actualidad, Ibar prepara una apelación para repetir el juicio.
Pregunta (P): ¿Cuándo fue la última vez que viste a Pablo?
Respuesta (R): Casi dos años, desde principios de agosto de 2019. Cuando terminó el juicio lo llevaron a una cárcel como de prueba, es el sistema que ellos tienen para que se acostumbre antes de mandarlo adonde tenía que ir. Tres meses entre una cosa y otra. Luego hubo que arreglar la lista de las visitas, y cuando la aprobaron, lo fuimos a ver.
(P): ¿Podéis ir a visitarle cuando queráis o tenéis límites de visitas?
(R): Después del juicio le llevaron a una parte de Miami donde estuvo un mes entero sin visitas, nadie podía verle salvo el cónsul. De ahí luego le llevaron al siguiente destino que es donde está y ahí tienes que pasar prácticamente un examen para verle. Estoy esperando a eso para verle porque después del último juicio no me quedé muy bien. Tanya y mi otro hijo suelen ir a visitarle, pero últimamente después de la pandemia han estado muy restringidas las visitas y tienen que ser a través de una ventanilla, no en persona.
(P): ¿Sueles hablar con él por teléfono?
(R): Depende. Ahora mismo por ejemplo llevamos más de dos semanas sin hablar con él porque están castigados. El sistema de allí funciona de tal manera que si hay alguna discusión o bronca les castigan a todos sin teléfono ni llamadas ni nada.
(P): ¿Qué tal está Pablo?
(R): Bien, está fuerte. Pasó el coronavirus hace tres meses, pero con síntomas leves. Estuvo confinado en su celda. Se encuentra animado con el nuevo proceso. Estuvo muy mal después del último juicio, pero ya se ha recuperado.
(P): ¿Cómo es la cárcel donde está ahora?
(R): Es peor que la de antes. Está en la cárcel de Okeechobee, una prisión viejísima. Para las visitas hay un cuarto grande que tiene tres mesas de filas largas. A un lado de cada mesa hay dos sillas para la visita y al otro lado una silla para él. No podemos estar su lado, tenemos que estar enfrente. Tampoco hay aire acondicionado. No es un lugar bueno, pero es lo que hay. Lo único bueno es que tiene patio y pueden salir ahí a tomar el aire y jugar al fútbol americano.
Es una cárcel muy peligrosa. Pablo entró un domingo a esta prisión y el miércoles le llevaron a un compañero de celda. Ese mismo viernes mi hijo se fue a comer y cuando volvió habían dado siete cuchilladas a su compañero. Parece que hay grupos entre los presos que tienen “ajustes de cuentas”. Hay navajazos constantemente. Cuando Pablo estuvo condenado a la pena de muerte estaba mal, en un cuarto pequeño, pero era más seguro. De momento no le ha pasado nada a él. Pero según cuenta hay problemas.
Cuando iba a Georgia al corredor de la muerte, iba casi contento porque lo iba a ver, pero cuando salía, salía fatal, esas puertas correderas… Pensaba: “Igual no le veo más”. Aquí también pasan cosas, no es el primero al que matan o se muere. Esas puertas me producen una tristeza enorme, sin embargo, lo que es la vida, él me animaba. Él ha sido más fuerte que nosotros.
(P): Después de tantos años, ¿a qué se agarra Pablo para tener tanta fuerza como tiene?
(R): Pablo es muy fuerte. En un principio yo pensaba que él no iba a aguantar, pero se hizo hombre. Es muy consciente, hace deporte y está muy fuerte física y psicológicamente. Ha tenido el apoyo de España y el apoyo de su mujer y el de todos nosotros. Durante los 16 años que estuvo en pena de muerte nunca faltó nadie a la visita de los sábados, siempre estuvimos alguno de nosotros. Creo que todo eso le hace sentir que la gente cree en él. Luego físicamente está muy bien. Es increíble después de tantos años, pero está así.
(P): ¿Cómo te enteraste de la detención de Pablo?
(R): Fue a través de una llamada. Yo estaba en Georgia. Pablo estuvo a punto de ser profesional de cesta punta como yo, pero tuvo un accidente entrenando. Su madre estaba enferma con cáncer avanzado por lo que le dije que se fuera un tiempo con ella. Y es cuando ocurrió todo esto. Antes de su detención vi en las noticias el triple asesinato de Florida. Un tiempo después me llamó su madre y me dijo que habían arrestado a Pablo, pero por otro caso que no era este asesinato. Le mandé la mitad del dinero para contratar a un abogado. A los días me llamó mi mujer y me dijo: “Hay algo que no sabemos”, el abogado no podía sacar a Pablo de prisión. Poco después imputaron a Pablo por el asesinato de esas tres personas. Me fui a Florida y le vimos a través de una ventana.
Nunca creí que él pudiera hacer algo así porque nunca tuvimos un arma en casa, no hubo tampoco nunca ningún indicio de nada. No tenía sentido que en unos meses después de haberse ido de un lugar a otro, ocurriera una cosa de estas. No nos lo podíamos creer. La primera pregunta que le hice cuando lo vi fue: “Pablo, dime de hombre a hombre si tú tienes algo que ver con esto o no, porque yo para ayudarte con esto lo tengo que saber”. Me respondió “Aita, yo no tengo nada que ver con este caso, te lo juro”, y desde entonces hemos ido para delante.
(P): ¿Cuál ha sido el peor momento para ti durante todos estos años?
(R): Este último juicio. Uno de los momentos malísimos fue la primera apelación cuando nosotros no teníamos ni una duda de que Pablo no podía ser culpable. Yo estaba trabajando y cuando Tanya me llamó y me dijo que habíamos perdido la apelación casi me caigo del balcón. Fue un golpe grandísimo. Cuando salió culpable estábamos aceptando que no iban bien las cosas: el abogado estaba enfermo, no le dejaban descanso no hizo las cosas como las tenía que hacer y estábamos como quien dice “derrotados”. Nos imaginábamos el veredicto. Pero esta vez me llevé un golpe mortal. No esperábamos lo que pasó. Recuerdo que llegué contento por la mañana pensando que volveríamos a casa temprano todos juntos y de repente salió culpable de nuevo.
(P): Por un hijo se hace cualquier cosa, ¿pero lo de Tanya cómo se explica?
(R): Por un hijo se hace cualquier cosa, pero cuando ves una injusticia, un caso así… Yo soy bastante serio, y si es culpable, no me gustaría, lo defendería, lo iría a ver, pero aceptaría las cosas de forma diferente. Ahora bien, sabiendo que no lo es, que tenga que ser así, es muy duro, primero para él, y luego para todos. Imagínate la mujer, qué vida lleva. Y con 18 años. Esto yo no lo he conocido en Estados Unidos, que una chica con 18 años se ponga a su lado, y que diga que no lo va a dejar nunca porque sabe que es inocente. Diferente es que con 50 años te entregues, pero con 18… Pero no solo ella, toda su familia, las cinco hermanas, el padre, la madre. Ahí hemos tenido, pero sobre todo él, una suerte increíble.
(P): ¿Tienes esperanzas de que salga?
(R): Sé que un día va a salir, lo que pasa es que yo no sé si voy a aguantar vivo hasta entonces. Tengo 76 años no sé lo que voy a durar. Me gustaría llegar a verle fuera. Esto es un martirio para él y para todos los demás, tantos años. Si fuera culpable uno se rinde y se acepta, pero sabiendo que no es culpable es muy triste, es muy duro de llevar. Es muy difícil ser feliz te falta un pedazo que no puedes arreglar, perdí muchos días de sueño. Por suerte tuve mucho trabajo y eso me quitó tiempo de estar pensando y uno al final se hace a todo. Igual que Pablo se ha hecho a ello, nosotros nos hemos hecho también. Él está allí y le vamos a ver, así es la vida. No es nada agradable
(P): ¿Alguna vez has dudado de su inocencia?
(R): Nunca. Hablé con él directamente y le creí. Y luego están todas las pruebas. Además, Tanya lleva todos estos años a su lado y dice que ella sabe que es inocente porque ese día estaba con ella. No hay ninguna huella ni arma entonces… ¿en qué hay que creer?