Así se radicalizan los yihadistas en Europa
Ciertos rasgos de la personalidad como el egocentrismo y la agresividad producen en el individuo una capacidad criminal.
Ciertos rasgos de la personalidad como el egocentrismo y la agresividad producen en el individuo una capacidad criminal
La mayor parte de los terroristas europeos son descendientes de emigrantes, nacionales de su país de residencia, de segunda o tercera generación. En sus biografías se aprecia cierta falta de adaptabilidad e integración social, especialmente cultural, una sensación de desarraigo y de aparente desigualdad: factores que les movilizan hacia de creación o pertenencia de grupos en busca de una identidad común que les reúna. Ciertos rasgos de la personalidad como el egocentrismo y la agresividad producen en el individuo una capacidad criminal que les aleja de todo sentimiento de culpa, llegando alcanzar la plena autojustificación de sus actos.
Tipos de terroristas
Lobo solitario: el individuo no se radicaliza solo, es un proceso social que necesita influencia externa como la propaganda, narrativa, personaje influyente, entorno social… No todo terrorista único es un lobo solitario. Resultan difíciles de detectar y prevenir ya que llevan a cabo ataques con materiales de fácil acceso en el mercado, operan de forma individual, no pertenecen a ningún grupo ni red terrorista y el modus operandi no ha sido dictado por agentes externos.
Terrorista individual: se trata de la actuación de una sola persona o de pequeños grupos. En este caso sí que existe pertenencia a un grupo terrorista ya que actúan bajo la dirección de un líder que dirige un ataque. Además hay una independencia operativa, logística y en ocasiones también jerárquica
Isthusari: este tipo de terrorista es el mártir, que ha sido radicalizado, reclutado y adoctrinado. Recibe instrucción militar, muchos entrenan en gimnasios o clubes de boxeo y han aprendido técnicas de lucha cuerpo a cuerpo. Se les ha instruido básicamente para morir inculcándoles a nivel psicológico esa misma voluntad
Inghimasi: es una nueva figura que se ha popularizado principalmente por el Daesh. Su principal objetivo es causar el mayor daño posible y para conseguirlo están preparados no para morir como mártires, sino para huir de la escensa del crimen con el fin de seguir matando y así maximizar los daños.
Proceso de radicalización
En el año 2014 cuando se creó el califato, al-Baghdadi hizo una campaña masiva que implicaba el llamamiento a todos los musulmanes a incorporarse a las filas del Daesh, la principal captación se daba en mezquitas tanto legales como ilegales (aquellas que están instauradas en locales y garajes). Buscaban familias musulmanas en riesgo de exclusión social y se dirigían sobre todo a los jóvenes. Las segundas generaciones eran un gran foco y se mostraban sin problema, no ocultaban sus ideas, y era muy fácil identificarlos por signos evidente: la ideología, la barba, las vestimentas árabes, el aislamiento social, sus argumentos en contra de la democracia, el sometimiento de sus mujeres… Después apareció lo que ellos llamaban “Tariq” y recibían órdenes para comportarse como cualquier persona occidental para que no fueran reconocidos y poder cumplir sus objetivos de manera más fácil. Vestían de forma totalmente occidental, tenían relación con sus vecinos, y hasta se les permitía beber alcohol si la finalidad era actuar contra los infieles.
En la actualidad, se han ampliado los modos de captación, y las posiciones socioeconómicas, mezquitas, centros educativos, círculos sociales, y fundamentalmente las redes sociales. Ha aumentado el adoctrinamiento a mujeres y, ellas mismas hacen la función de captadoras, al mismo tiempo que se ha ampliado su papel. En un principio se la finalidad de la mujere para Daesh era tener el mayor número de hijos posible. Sin embargo, en la actualidad se han convertido en actoras también, pues por su vestimenta es más fácil acceder a cualquier lugar, y cualquier atentado producido por mujeres tiene mayor repercusión mediática.
La socialización es uno de los factores clave para comprender su radicalización. El entorno social, ya sea familiar, de amigos o la propia comunidad musulmana (además de la propaganda y narrativa online) es la fuente de reclutamiento más importante. Se trata de personas que se encuentran en aislamiento social, con una gran vulnerabilidad y baja de autoestima. En muchos casos es fundamental la presencia de un agente de radicalización, es decir, una persona que influya especialmente en el grupo. Este individuo suele tener una trayectoria previa, una edad mayor al resto que sirve como instructor o mentor. El ejemplo perfecto es el de la célula de atentados de Barcelona y Cambrils: fue precisamente un entorno social cercano, manipulado por el imán de Ripoll, lo que habría conseguido inculcar ideas salafistas en la mente de los jóvenes terroristas.
Cuando hablamos de células y no de lobos solitarios, siempre intervienen varios captadores, hay una figura empática, en este caso, la persona humilde que saca a su familia casi sin recursos después aparece el líder operativo, el que empieza a instruir, a aconsejar. Por último, aparece el referente ideológico y sabio de la religión: las personas en proceso de radicalización ven a este referente ideológico como la sabiduría, la experiencia, la persona a admirar por todo lo que había pasado por su Dios, Alá , por ello tienden a imitarlo y buscan esa heroicidad.
La persona que se está radicalizando comienza a ir a la mezquita con vestimenta árabe todos los días. Van a los cinco rezos ya que consideran que es importante acudir allí “pues el rezo en grupo llega más lejos a Dios”. Suelen dejarse barba y cambiar su aspecto físico. Se vuelven irascibles y poco comunicativos. No toleran tener bebidas alcohólicas ni fotografías en casa. Tampoco quieren ver la televisión.
Su forma de ver la muerte es muy importante para ellos, ya que sufren un gran impacto y la necesidad de acercarse a su Dios y replantearse si su camino en el Islam es el correcto. La descripción del infierno genera terror frente a los beneficios del paraíso. Por otro lado, la forma de vivir el duelo es muy diferente, en Occidente cuando perdemos un ser querido lo vemos ya arreglado, detrás de un cristal y seguimos viendo la imagen que teníamos en mente, lo velamos y después llega el funeral. Sin embargo, en su religión son los varones los que se encargan de prepararlo para el entierro, es decir, deben lavar a la persona fallecida, y prepararla envolviéndola en una sábana blanca para su entierro, no hay féretro, por lo que la dureza de la situación repercute a la hora de pasar el duelo.