Los niños: un indefenso blanco de la represión en Myanmar
Save the Children denunció esta semana en un comunicado «el desprecio» de las fuerzas de seguridad por la vida humana a raíz de las últimas muertes de menores.
Save the Children denunció esta semana en un comunicado «el desprecio» de las fuerzas de seguridad por la vida humana a raíz de las últimas muertes de menores
La muerte de una niña de 7 años esta semana por disparos de las fuerzas del seguridad en Birmania expone el desamparo de los niños ante la brutal represión de la junta militar, que se ha llevado la vida de más de 20 menores desde el golpe de Estado del pasado 1 de febrero.
«Los soldados de Myanmar no tienen ninguna humanidad; no les importa la vida de 7 años extinguida demasiado joven», denunció este jueves Phil Robertson, subdirector en Asia de la organización Human Rights Watch, quien advirtió de que los militares sí son conscientes de «la rabia generada por su muerte».
Robertson se refería al fallecimiento de la niña Khin Myo Chit, en un pueblo del estado de Mandalay, lo que causó una gran conmoción en un país donde el goteo de menores muertos ha sido constante en el último mes y medio; esto es, desde que la junta recrudeció la represión sobre la población civil.
En total son 66 los fallecidos que no superan los 20 años de edad sobre un total de 286 víctimas mortales de la junta, según los últimos datos de la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP).
Desde las primeras semanas de febrero una ola de protestas recorre todo el país a diario contra el golpe de los militares, que han reprimido las manifestaciones con pelotas de goma, granadas aturdidoras y munición real.
A pesar de la represión, varias protestas volvieron a celebrarse este jueves en Rangún, Mandalay y Monywa, después de que la víspera el país se paralizara por una «huelga de silencio» convocada contra los militares.
Los uniformados volvieron a disparar contra los manifestantes, causando heridos y al menos 4 muertos en Taunggyi, una localidad en el estado noroccidental de Shan.
La víctima más joven
Al contrario de quienes perdieron la vida mientras participaban en las protestas, o estaban cerca, Chit, la víctima más joven, recibió el martes un tiro en el abdomen cuando estaba en su casa, sentada en el regazo de su padre, adonde había acudido en busca de protección cuando las fuerzas del orden irrumpieron en su vivienda.
Un uniformado acusó al padre de mentir y le disparó, pero la bala impactó en la hija, según el testimonio de la hermana al portal Myanmar Now. En la noche del martes, los soldados volvieron para llevarse el cuerpo de la pequeña y saquearon la casa, pero la familia ya había huido por miedo a los militares.
Según HRW, el temor de los uniformados a la rabia generada por esta muerte les impulsó a volver para deshacerse del cadáver que simboliza su represión despiadada. «El Tatmadaw (nombre del Ejército birmano) -añadió HRW- quiere que sus voces sean silenciadas porque no quiere mártires, y los soldados no dudarán en usar la fuerza para lograrlo».
Niños atrapados
Para HRW, el hecho de que tantos adolescentes hayan sido asesinados «muestra cómo el Ejército de Birmania está usando la fuerza letal sin ningún sentido, disparando a quien y donde quiera».
«Los niños se están viendo atrapados en este salvajismo. Esto es intolerable e inaceptable, y la comunidad internacional debe exigir responsabilidades tanto a los mandos militares como a los soldados por estas atrocidades», recalcó Robertson.
La ONG Save the Children también denunció esta semana en un comunicado «el desprecio» de las fuerzas de seguridad por la vida humana a raíz de las últimas muertes de menores.
«Estamos horrorizados de que los niños sigan entre los objetivos de estos ataques fatales sobre manifestantes pacíficos. La muerte de estos niños es especialmente preocupante dado que fueron asesinados mientras estaban en su casa, donde deberían estar a salvo», denunció la organización
Apenas unas horas antes de la muerte de la pequeña de 7 años, otros dos menores, de 13 y 15 años, habían muerto en la ciudad de Mandalay durante las operaciones de las fuerzas de seguridad contra manifestantes durante la noche del domingo al lunes.
El adolescente de 15 años recibió un tiro en la cabeza cuando salió del café en el que trabajaba de camarero tras oír el ruido de los disparos. «Murió en frente de la tienda, acurrucado. ¿Qué hizo mal mi hijo? ¡Ni siquiera era un manifestante!», dijo entre sollozos la madre de la víctima durante el funeral celebrado este lunes, según muestra un vídeo.
Ocupación de colegios
Unicef también denunció el pasado 4 de marzo la matanza de niños por policías y militares y recordó que, además de los que pierden la vida, muchos sufren heridas serias, están expuestos a los daños del gas lacrimógeno y las granadas de aturdimiento y presencian «escenas de violencia terroríficas», en algunos casos dirigidas contra sus padres o miembros de sus familias.
Esta organización también criticó el pasado fin de semana junto a Save the Children la ocupación de más de 60 colegios y recintos universitarios en 13 regiones de Birmania por parte de los militares que reprimen con violencia las protestas en rechazo del golpe de Estado del 1 de febrero.