Una marea blanca toma las calles de Colombia para condenar las protestas violentas
Los ciudadanos vestidos de blanco y con banderas colombianas desfilaron en contra de los bloqueos de vías y de la violencia en la que han derivado las manifestaciones
Los ciudadanos vestidos de blanco y con banderas colombianas desfilaron en contra de los bloqueos de vías y de la violencia en la que han derivado las manifestaciones
Una marea blanca de miles de personas recorrió el domingo varias ciudades de Colombia en protesta contra las protestas que tienen lugar en el país desde el 28 de abril y contra los bloqueos de vías y la violencia en la que han derivado las manifestaciones.
«No estamos de acuerdo con el vandalismo ni con el paro nacional, no nos representa», dijo Claudia, una asesora financiera que participó en la marcha de Medellín, donde miles de personas vestidas de blanco y con banderas colombianas desfilaron tras una pancarta donde se leía «¡El bloqueo es un delito!».
La segunda ciudad más importante de Colombia y feudo del uribismo, donde apenas ha habido altercados durante las protestas de las últimas semanas, ha mostrado su apoyo a las autoridades de esta forma y también a la fuerza pública, criticada fuertemente dentro del país y por organismos internacionales por el uso desmedido de la fuerza en la represión de los manifestantes.
«No podemos pretender que la protesta social se confunda y se vuelva un medio para imponerle a la sociedad un programa político que fue derrotado en las urnas», consideró Luis Guillermo Vélez, un profesor universitario que acompañó la marcha, mientras los vehículos pasaban al lado y pitaban en señal de apoyo.
Tensión en Bogotá
En Bogotá, una manifestación con miles de personas desfiló también con camisas blancas por la Carrera Séptima, ondeando banderas nacionales y arengas como «Colombia se construye, no se destruye».
Por una Colombia «libre de los narcotraficantes, libre de (la guerrilla de) las FARC y libre de la izquierda», pedía una de las manifestantes.
Otros participantes entregaban flores a los policías a pesar de las innumerables críticas que han recibido las últimas semanas por los abusos contra manifestantes que no solo han supuesto muertes, sino lesiones oculares y agresiones sexuales, según organizaciones sociales.
«No estoy en contra de la protesta, pero una protesta sana, sin vandalismo», dijo María Eugenia, una jubilada que se declaró «solidarizada» con la gente que lleva desde el 28 de abril saliendo a la calle «porque este país hay que sacarlo adelante» pero sin vandalismo. «Reconozco que (los de) mi generación salíamos y conseguíamos empleo, y para esta generación es muy difícil», alegó.
La diferencia de edad fue notoria entre las manifestaciones de hoy y las de días anteriores, donde miles de jóvenes han tomado las calles hastiados de la falta de empleo y oportunidades y la cada vez más profunda brecha de desigualdad.
«Muchos de esos jóvenes no trabajan, no quieren a su país, prefieren un país subsidiado, un país regalado. Hay un grupo que se llama nini, ni trabajan ni estudian, y han tomado eso como un reto para destruir y para desestabilizar», decía Alexandra, otra protestante.
En barrios humildes de Cali, epicentro de las protestas, como Siloé o el renombrado Puerto Resistencia, y en bogotanos como el Portal de las Américas, muchos de esos jóvenes a los que se refiere Alexandra han adoptado otro «ni» y describen que ni estudian ni trabajan porque aseguran que no tienen oportunidades, pero tampoco tienen miedo.
Preocupación internacional
La oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha recibido informes de que 14 personas murieron y 98 resultaron heridas -54 por disparos- en Cali el viernes, y por ello, expresó desde Ginebra su preocupación.
«Estos hechos son muy preocupantes tras el progreso que se estaba haciendo para resolver la revuelta social a través del diálogo», dijo la alta comisionada, Michelle Bachelet, quien reclamó que se investigue a todos aquellos que causaron muertes o heridas, lo que incluye a funcionarios del Estado, y se les sancione de acuerdo a su responsabilidad.
La Policía reconoció el sábado la presencia de civiles que «utilizaron unas armas de fuego indiscriminadamente contra otras personas», y aseguró que investigarían a los agentes que se encontraban allí presentes y «omitieron su deber de evitar que esos hechos ocurrieran y de capturar a estas personas».
Después de que el sábado tanto la ONU como la Unión Europea y varios países pidieran un diálogo serio como solución a la crisis, el domingo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) lamentó la violencia y su preocupación ante las denuncias de ataques a manifestantes con armas de fuego.
Día de calma y limpieza en Cali
El domingo la calma reinó por segundo día en Cali, militarizada desde el sábado, mientras que las autoridades anunciaron el desbloqueo de varios sectores de la ciudad que permanecían sitiados y donde se restableció el servicio de recolección de basuras y comenzó la recogida de escombros de los disturbios.
También llegaron el sábado por la noche 600 camiones con alimentos y suministros, y casi un millón de camiones cisterna con combustible para abastecer a la ciudad, según informó la Presidencia.
La ONG Temblores y el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) contabilizan 60 muertes durante las protestas del último mes en Colombia, de las cuales 43 se las atribuyen a la fuerza pública. Del total de muertes, 39 tuvieron lugar en Cali, la mayoría en la primera semana de protestas.
La Fiscalía, por su parte, contabiliza 43 muertes, aunque solo «17 de ellas tienen nexo directo en el marco de las protestas», y sigue buscando a 123 personas dadas como desaparecidas durante las manifestaciones.