La hipocresía de Europa
«Mientras Europa pide luchar en favor de los homosexuales en países soberanos como Hungría, permite que la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí, un país donde ni homosexuales ni mujeres gozan de ningún derecho».
Es de sobra conocido que la geopolítica actual se mueve más por intereses económicos que por políticas en defensa de los derechos humanos. Pese a ello, muchos Estados se ponen la capa de superhéroes en un afán por hacer ver al mundo que están comprometidos con suprimir las injusticias, aunque solo sea para cubrir el cupo en la cartilla de la superioridad moral.
Un buen ejemplo de ello es Europa. El bloque comunitario se ha autoproclamado adalid de las causas justas, ya no solo entre sus socios, sino exportando ese “buenismo” a otros Estados soberanos con culturas y tradiciones muy diferentes a las de nuestro continente. Pues bien, en la actualidad, ese superhéroe europeo está inmerso en una cruenta (y supuesta) batalla contra los villanos que persiguen las libertades y los derechos de las mujeres y de los homosexuales. Una causa, a priori, digna.
Ahora es Hungría, y su ley LGTBI, quien se encuentra en el punto de mira de Bruselas: “Es una vergüenza discriminar a las personas con base en su orientación sexual. Utilizaré todos los poderes de la Comisión para garantizar los derechos de todos los ciudadanos”, exhortaba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Incluso, amenazaba con bloquear los fondos europeos e implementar sanciones a este país si Viktor Orbán, primer ministro húngaro, no da marcha atrás.
La exigencia, lícita, contrasta con otras actitudes europeas que me convencen aún más de la idea inicialmente expuesta. Y es que, mientras Europa pide luchar en favor de los homosexuales en países soberanos como Hungría (Viktor Orbán ganó con casi el 50% de los votos), permite que la Supercopa de España, y lo que ello representa, se juegue en Arabia Saudí, un país donde ni homosexuales ni mujeres gozan de ningún derecho. El negocio por encima de los supuestos valores. El superhéroe corrompido, vamos.
Esto sin olvidar el multimillonario negocio armamentístico abierto entre el bloque comunitario y la familia Saúd. Según datos oficiales recabados por la plataforma European Network Against Arms Trade (EAAT), entre 2015 y 2019 se concedieron 2.681 licencias de exportación de armamento europeo con destino a Arabia Saudí por un valor de 75.000 millones de euros. De esta forma, el régimen árabe se convirtió en el principal cliente de la industria militar europea.
Esto me hace preguntarme: los homosexuales sauditas ¿no tienen el derecho de que alguien, con esos supuesto valores tan pro derechos humanos como Europa, les defiendan igual que al colectivo LGTBI en Hungría? Pues parece que no. El cupo de la superioridad moral está completo. Sin duda, una doble vara de medir preocupante que simboliza el declive de unos valores europeos cada vez más desgastados e hipócritas.