Las mujeres afganas, las grandes perjudicadas del ascenso talibán
Las ONG piden que no se abandone a estas personas que, sin ayuda, están condenadas a un futuro muy difícil
La llegada de los talibán al poder supuso un retroceso en los derechos fundamentales de las mujeres en Afganistán. Su ascenso al poder durante agosto de 2021 no solo supuso un aumento de la desigualdad, sino que también lo hicieron las barreras que separan a hombres y mujeres iguales en la sociedad.
Estos son algunas de las conclusiones publicadas por el estudio de la ONG Human Rights Watch (HRW), organización que ha llevado a cabo una nueva investigación de la mano del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Estatal de San José, de Estados Unidos, centrada en las condiciones de las mujeres en la provincia de Ghazni, en el sur de Afganistán.
En esta línea, la ONG ha apuntado en un comunicado que, tras la toma de control de la ciudad de Ghazni a comienzos de agosto (días antes de ingresar en la capital, Kabul) los talibán han impuesto una serie de políticas que elevan las desigualdades y las barreras para la salud y la educación de las mujeres y niñas, a las que también se ha restringido su libertad de movimiento, expresión y asociación.
Tras el ascenso de los talibán al Gobierno de Afganistán y con la pérdida de millones de dólares en ingresos, el aumento de los precios, los cortes de ayuda y la crisis financiera y de liquidez, gran parte de la población de la nación asiática se ha visto privada del acceso a alimentos, agua, vivienda y atención médica.
En THE OBJECTIVE te contamos en este reportaje la trágica situación que viven miles de familias que para poder alimentarse se han visto obligados a vender a sus propias hijas.
Los derechos, «en colapso»
«Las mujeres y niñas afganas enfrentan tanto el colapso de sus derechos y sueños como los riesgos para su supervivencia básica (…) Están atrapadas entre los abusos de los talibán y las acciones de la comunidad internacional que empujan a los afganos cada día más a la desesperación», ha señalado la académica sobre Afganistán e integrante del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de San José, Halima Kazem Stojanovic.
HRW y la institución académica han mantenido una serie de entrevistas telemáticas con diez mujeres que han estado, o están actualmente en Ghazni, incluidas algunas que, anteriormente, trabajaron para el sector educativo, sanitario, empresarial o de servicios sociales.
Durante estas conversaciones, las entrevistadas relataron el aumento de los precios de los alimentos básicos, el transporte o el material escolar, que además se suma a una importante y repentina pérdida de los ingresos de muchas familias.
Muchas de estas mujeres eran el principal sostén de su familia, pero la mayoría ha perdido su empleo debido a las políticas implementadas por los talibán, que han restringido el acceso de las mujeres a la mayoría de puestos de trabajo y tan solo permiten acudir a sus empleos a aquellas que se desempeñen en la Educación Primaria o en la atención de la salud, aunque en muchos casos sin recibir salario.
Las restricciones de los talibán aumentan la inseguridad de la mujer
El Gobierno integrista ha prohibido a las mujeres y niñas acceder a estudios superiores avanzados y han modificado los planes académicos para darle prioridad a las enseñanzas religiosas. Además, la ONG ha puesto de manifiesto que las autoridades hacen cumplir estas normas, entre las que se incluye hasta el tipo de teléfonos móviles que deben usar las mujeres, mediante la intimidación.
A todo esto se le suma la desarticulación de la fuerza policial regular y del Ministerio de Asuntos de la Mujer, por lo que las entrevistadas han relatado cómo ha aumentado su sentimiento de inseguridad en el país, así como una serie de graves consecuencias para la salud mental, como el miedo, ansiedad, desesperanza o insomnio.
«La crisis de las mujeres y niñas en Afganistán se está intensificando y no se vislumbra un final«, ha señalado la directora de Mujer de HRW, Heather Barr, quien además ha concluido que las políticas de los talibán han convertido a muchas ciudadanas en «prisioneras virtuales en sus hogares, privando al país de uno de sus recursos más preciados, las habilidades y talentos de la mitad femenina de la población».