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Internacional

¿Ha llegado el principio del fin de los gobiernos ‘rosas’ de América Latina?

Es un año decisivo para el futuro de la gobernabilidad y la institucionalidad democrática en muchos países de la región

¿Ha llegado el principio del fin de los gobiernos ‘rosas’ de América Latina?

El presidente argentino, Alberto Fernández. | Zuma Press

Los países de América Latina acuden a las urnas en este año de 2023 en un contexto de crisis político-institucional, estancamiento económico y extendida frustración social y desapego a la institucionalidad democrática. Desde 2021, esa combinación ha dado lugar a lo que algunos analistas califican como «nuevo giro a la izquierda». ¿Pero realmente se está dando ese «giro»? Y, sobre todo, ¿2023 confirmará o no si está teniendo lugar ese tipo de proceso político-electoral en la región?

Paraguay inaugura este mes de abril las citas de países latinoamericanos en las urnas para elegir presidentes. En 2023 habrá además elecciones presidenciales en Guatemala y Argentina. Asimismo, tendrán lugar comicios locales de gran significación y proyección a futuro en México, además de en Colombia y en Ecuador, país este donde en febrero hubo un referéndum. 

Asimismo, se pondrá en marcha, de nuevo, el proceso de elaboración constitucional en Chile, que incluye la elección del órgano encargado de la redacción final de la Carta Magna y la celebración, este mismo año, de un plebiscito para su ratificación o rechazo. Finalmente, todo apunta a que habrá comicios presidenciales en Haití, país que hace casi dos años que carece de jefe de Estado electo.

De forma paralela, será un año de alta intensidad preelectoral en el que se estará eligiendo o definiendo a los candidatos para las elecciones del año 2024: es lo que ocurrirá en México, El Salvador, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela: 

  • En México se conocerá quién es candidato o candidata, el canciller Marcelo Ebrard o la alcaldesa Claudia Sheinbaum, del partido de López Obrador (Morena) para las presidenciales de 2024 y si la oposición (PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano) logrará ir unida a estos comicios, única opción real de poder derrotar al actual oficialismo.
  • En El Salvador será el momento de conocer si Nayib Bukele se presenta a la reelección y cómo reacciona la oposición ante su intento de prolongar la hegemonía del bukelismo.
  • En República Dominicana todo gira en torno a si el actual presidente (Luis Abinader) optará por concurrir, como parece que ocurrirá, a la reelección el año que viene.
  • En Uruguay, la pugna política va a ganar enteros, pues tanto el opositor Frente Amplio, que gobernó entre 2005 y 2020, como el actual oficialismo (una coalición entre los partidos históricos colorado y blanco y una fuerza emergente de derecha) deben definir quiénes son sus candidatos. 
  • Año clave en Venezuela, donde la oposición afronta el gran reto de unificarse frente al oficialismo de Nicolás Maduro en las internas a celebrar en octubre de 2023. Una unificación compleja porque a las diferencias y divisiones históricas que lastran al antichavismo se une ahora la división entre seguidores de Juan Guaidó y adversarios.
  • Finalmente, en Panamá tendrán lugar las internas en los partidos para definir candidatos para los comicios de 2024.

Giro a la izquierda y voto de castigo

2023 es un año clave para comprobar si se consolida el que muchos consideran que es el fenómeno político-electoral hegemónico en la región: un nuevo «giro a la izquierda», el segundo que se da en Latinoamérica tras el anterior que abarcó los años entre 2005 y 2015. 

Con ese término se busca describir el actual momento político-electoral en América Latina. Para muchos analistas, la victoria de Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas confirmó que la región se ha instalado en un nuevo «giro a la izquierda» tras las victorias de líderes situados en esa corriente política como Alberto Fernández en Argentina (2019), Luis Arce en Bolivia (2020), Pedro Castillo en Perú (2021), Gabriel Boric en Chile (2021) o Xiomara Castro en Honduras y Gustavo Petro en Colombia, ambos en 2022. Un giro muy diferente al anterior, porque en este estaría primando, en líneas generales, el reformismo sobre la ruptura y la moderación frente a la radicalidad.

Sin embargo, cabe hacer algunas matizaciones sobre esta presunta nueva «marea rosa»: 

  • No se trata de una dinámica generalizable

No se ha dado en las elecciones presidenciales de Ecuador (2021) ni en las de Costa Rica (2022) o en las legislativas de Argentina (2021) ni en la consulta constitucional chilena (2022). Y puede que no tenga continuidad en 2023 en los comicios de Argentina, Paraguay y Guatemala.

Todo apunta a que estas elecciones de 2023 van a ratificar otra tendencia y confirmar que lo que está ocurriendo en la región desde 2015 es un permanente y constante voto de castigo a quien está en el poder y no tanto un giro a la derecha (2015-2020) o a la izquierda en el último bienio. De hecho, desde 2018 en el 76% de elecciones que ha habido (presidenciales, legislativas, estaduales o locales) en América Latina han vencido las oposiciones. Y desde 2018, en comicios con plenas garantías —no es el caso de Nicaragua en 2021- no ha ganado la presidencia ningún candidato oficialista, con la única excepción de Paraguay hace cinco años.

Como confirma el escritor colombiano y columnista de THE OBJECTIVE Carlos Granés: «Si se observa con atención, lo que indican las últimas elecciones es que los votantes están castigando al partido que gobierna, más que a la derecha. La crisis de legitimidad política que desató la pandemia, sumada al descontento atizado por la inflación, el crimen organizado y la imposibilidad de las economías latinoamericanas, que apenas crecen, de satisfacer las expectativas de los ciudadanos, hacen tentadora cualquier propuesta que prometa cortar con el pasado. Más que una ola rosa, lo que parece avanzar sobre América Latina es un tsunami de insatisfacción. La ciudadanía quiere cambio y eso es lo que ofrecieron los políticos que ahora están el poder».

Y esa es la tendencia que se perfila para 2023: todo apunta a una victoria opositora y de centroderecha en Guatemala y Argentina. En Paraguay el oficialismo de centroderecha es favorito, como en 2018. Por lo tanto, de darse estos resultados en 2023 se confirmaría que lo predominante en la región es el «voto de castigo» a los oficialismos y no tanto el «giro a la izquierda».

  • Es necesario reflexionar sobre la duración de estos «giros»

Esta «marea rosa», cuyo comienzo se puede situar en 2021 con el triunfo de Pedro Castillo (aunque se encuentren antecedentes desde la victoria de López Obrador en México en 2018), se inscribe dentro de una coyuntura temporal mucho más amplia que se ha mantenido: la de un voto permanente y reiterado de castigo a los oficialismos. Se trata de un fenómeno cuyo arranque se puede situar en torno a 2015 (la victoria de Mauricio Macri en Argentina tras 12 años de kirchnerismo): a partir de ese año se van produciendo una serie de resultados electorales que muestran la decadencia del predominio de las izquierdas por parte de un electorado que vota a opositores (en siete de 12 comicios) e inclina la balanza hacia el centroderecha o derecha (en nueve de los 12 casos). Con la particularidad de que en dos de las cinco victorias oficialistas estas se produjeron en países con regímenes autoritarios e iliberales donde las garantías electorales no existían (Venezuela y Nicaragua). 

«Todo apunta a que el actual ciclo de gobiernos «rosas» será breve y que, más pronto que tarde, muchos serán víctimas de lo que ahora les favorece: una coyuntura socioeconómica adversa»

Por su propia naturaleza, ese voto de castigo, vinculado al empeoramiento del contexto socioeconómico en la región desde 2013 (la nueva Década Perdida), vuelve muy cortos los periodos de hegemonía de un partido o presidente

El tiempo de la bonanza, la Década Dorada entre 2003 y 2013, trajo aparejados largos años de predominio del kirchnerismo en Argentina (2003-2015), del lulismo en Brasil (2002-2016), del chavismo en Venezuela (1999-), del evismo en Bolivia (2006-2019) o del PLD en República Dominicana (2004-2020) entre otros. Sin embargo, en la actualidad, las mareas de las derechas entre 2015 y 2020 y de las izquierdas ahora son intensas, pero breves: el electorado canaliza su malestar y frustración de expectativas por un panorama de deterioro social, económico y de seguridad castigando en cada cita electoral a quien gobierna. 

Por esa razón, todo apunta a que el actual ciclo de gobiernos «rosas» será breve y que, más pronto que tarde, muchos serán víctimas de lo que ahora les favorece: una coyuntura socioeconómica adversa que propicia ese persistente voto de castigo. Ya existen algunos ejemplos de voto de castigo contra los gobiernos de izquierda. Destacan la derrota del kirchnerismo en las legislativas de 2021 o, tras solo medio año de gestión, la del Gobierno de Gabriel Boric, quien hizo campaña y comprometió mucho de su capital político para lograr la aprobación de la nueva carta magna en la consulta constitucional de 2022.

  • La nota dominante y más característica de los gobiernos es su debilidad

En el actual contexto, los partidos que ganan las elecciones lo hacen al ser capaces de canalizar una coalición negativa: reciben más un voto coyuntural y prestado que una verdadera adhesión. Obtienen escaso apoyo en unos legislativos muy fragmentados y polarizados donde los consensos son muy reducidos o inexistentes. Y no cuentan con la paciencia ya agotada de unas sociedades golpeadas por casi una década de bajo o negativo crecimiento, aumento de la pobreza y deterioro de las expectativas. Más allá de liderazgos consolidados gracias al caudillismo carismático de López Obrador en México, bonapartista en el caso de Nayib Bukele o directamente dictatorial en lo referido a Ortega en Nicaragua y Maduro en Venezuela, se suceden gobiernos que transitan bajo la espada de Damocles de la vacancia o el autogolpe de Perú, la muerte cruzada en Ecuador, la disolución del pacto en Bolivia y Honduras o de la coalición en Chile que sostiene al mandatario.

La estabilidad de Uruguay es una rara avis de la que no gozan los gobiernos de izquierda que vienen ocupando el poder desde 2021: en algunos casos incluso degeneran en crisis institucionales como la vivida en el Perú a finales de 2022. En el resto de casos, la crisis no alcanza esas proporciones pero los gobiernos se encuentran lastrados por su reducido margen de acción: el limitado espacio fiscal producto de la crisis o la insuficiente expansión reducen la eficacia y alcance de las políticas públicas y la simbiosis de fragmentación partidaria y polarización/crispación impide alcanzar acuerdos de estado para impulsar reformas estructurales que saquen a la región de su bajo crecimiento económico y desarrollo humano.

El resultado es que América Latina se encuentra atrapada dentro de un círculo vicioso: el flujo y reflujo de unas mareas que se activan por el incremento de una frustración social que existe detrás de estallidos sociales como el que barrió la región en 2019 y, sobre todo, de ese permanente voto de castigo a los oficialismos que se perfila como un nuevo normal latinoamericano el cual se va a ver ratificado en las tres elecciones presidenciales en 2023

Elecciones en Paraguay

Paraguay abre el momento electoral latinoamericano de 2023, pues celebra comicios a una sola vuelta en abril. Antes, en diciembre, hubo elecciones internas simultáneas de las agrupaciones políticas en Paraguay. El centro de atención estuvo en las internas del partido oficial, agrupación que ha logrado la hegemonía política paraguaya desde los años 50: la Asociación Nacional Republicana Partido Colorado (ANR) o Partido Colorado. Esta fuerza, que ha ocupado el Gobierno en los últimos 70 años, con la excepción de un período del 2008 al 2013- y gobierna desde 2013, dirimió en las internas una fuerte pugna entre al actual presidente -Mario Abdo Benítez- y su antecesor, Horacio Cartes: se ha saldado con el triunfo de este último que se ha hecho con el control del partido y con la candidatura a las presidenciales en la figura de un aliado suyo, Santiago Peña. 

La mayoría de la oposición se ha unido en torno a Concertación Nacional, que está conformada por 23 partidos y dos movimientos políticos de oposición, siendo los más fuertes el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el Partido Patria Querida, el Partido Febrerista, el Partido Encuentro Nacional, el Partido País Solidario y el Partido Democrático Progresista. Se trata de una alianza muy heterogénea desde el punto de vista de la ideológica pues va desde la izquierda hasta el centroderecha. El dirigente liberal Efraín Alegre será el candidato a presidente. Además, existen otras candidaturas independientes a la presidencia como la de Paraguayo Cubas, la del exfutbolista José Luis Chilavert o la vinculada a organizaciones políticas de izquierda, que apoyan la candidatura de Euclides Acevedo.

De la fuerte pugna interna en el coloradismo entre el actual mandatario Abdo Benítez y su antecesor, Horacio Cartes, ha salido victorioso este último: Honor Colorado, movimiento del expresidente Horacio Cartes, ha logrado que los candidatos presidenciales del coloradismo sean Santiago Peña y Pedro Aliana. Además, en la carrera por los cargos partidarios, el expresidente Cartes derrotó al presidente Benítez y su movimiento Colorado Añeteté (Colorado auténtico) en la disputa por la presidencia del partido. 

El contexto político viene marcado por lo ocurrido entre julio y agosto de 2022 por la calificación de «significativamente corruptos», aplicada por el Gobierno de los Estados Unidos al expresidente Cartes por presuntos lavado de activos y conexión con organizaciones terroristas y, posteriormente, al vicepresidente Hugo Velázquez por presunto soborno para obstruir una investigación sobre lavado de activos. El impacto inmediato fue la renuncia de Velázquez a la precandidatura presidencial, lo que desestructuró el proyecto político y obligó al entorno del presidente Abdo al reemplazo de la candidatura en medio del ya avanzado proceso electoral.

La oposición se ha unido en torno a Concertación Nacional y está conformada por 23 partidos y dos movimientos políticos de oposición: el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el Partido Patria Querida, el Partido Febrerista, el Partido Encuentro Nacional, el Partido País Solidario, el Partido Democrático Progresista, el Partido Hagamos, entre otros. La tendencia ideológica del espacio político es heterogénea, abarcando desde la izquierda hasta la derecha. La candidatura a la presidencia y vicepresidencia de la república estará encabezada tras las internas por el dirigente liberal Efraín Alegre, quién va acompañado de la candidata independiente Soledad Núñez. 

Además, existen otras candidaturas independientes a la presidencia y vicepresidencia, como los casos de Paraguayo Cubas y el exfutbolista José Luis Chilavert o la vinculada a organizaciones políticas de izquierda, que mantienen una plataforma electoral que apoya la candidatura de Euclides Acevedo.

En principio, Paraguay rompería la tendencia de victorias opositoras en América Latina. Sin embargo, que la mayoría de la oposición vaya unida y las tensiones al interior del coloradismo abren una ventana de oportunidad para la alianza opositora.

La ANR ha salido fortalecida de las internas, pues movilizó 600.000 electores más que la Concertación Nacional, alcanzando un 46% de participación electoral, una tasa muy superior a la de los partidos opositores. Santiago Peña, el candidato ganador colorado, obtuvo 618.000 votos, mientras que Efraín Alegre, el opositor más votado, venció con 348.000.

Sin embargo, como señala Alfredo Boccia, «entre que se entendía poco y que no había tanta pasión como en la interna colorada, porque la victoria de Alegre estaba cantada, esa baja participación puede ser engañosa. Es muy probable que no suceda lo mismo en las generales de abril próximo, cuando Efraín será el único candidato de la Concertación, el ambiente esté más polarizado y logrará sumar, sin duda, muchos más votos, por fuera del PLRA».

Elecciones en Argentina

Para las elecciones presidenciales en Argentina el oficialismo kirchnerista llega muy debilitado, lo que incrementa las opciones de que se produzca, finalmente, un voto de castigo al oficialismo. 

Un oficialismo que se presenta dividido por las pugnas entre el presidente Alberto Fernández y su vice, Cristina Kirchner, y golpeado por la crisis económica y una inflación que ha superado el 100% anual. Un kirchnerismo, en fin, sin claridad en torno a quién será su candidato en los comicios de 2023. En ese contexto sobresale la figura del ministro de economía, Sergio Massa, con claras ambiciones presidenciales pero que es consciente de que el kirchnerismo y él mismo solo tienen una opción para ser competitivos en 2023, derrotar a la inflación: «Vamos a ganar la elección si somos capaces de bajar la inflación y darle acceso al crédito a los ciudadanos. Si lo logramos, vamos a ser competitivos electoralmente». Massa aspira a reducir la espiral inflacionaria («El objetivo es llegar al mes de abril con una inflación que tenga al 3 por delante»). Pero Massa está lejos de conseguir ese objetivo con una inflación del 6% en febrero, lo cual debilita sus opciones presidenciales.

Por ahora, el kirchnerismo (Frente de Todos) no ha decidido cuál será su carta electoral: la propia vicepresidenta, a la que persigue la sombra de la corrupción, su hijo Máximo Kirchner, el gobernador de la provincia de Buenos Aires (Axel Kicillof), o el mismo Massa. El actual mandatario, que ha dicho que quiere optar a la reelección, carece de apoyos en el kirchnerismo y cuenta con poco respaldo social.

Las encuestas colocan a Cristina Kirchner como la líder indiscutible del oficialismo, pero sus problemas judiciales representan un lastre como lo es también sus dificultades para captar apoyos más allá del kirchnerismo. Además, tras la sentencia que la condenó a seis años de prisión y la imposibilidad a presentarse a cargo público, la propia vicepresidenta anunció que, pese a que el fallo no es firme, no concurrirá a las elecciones.

La oposición, Juntos por el Cambio, que reúne al Pro de Mauricio Macri —centroderecha—, a la UCR —centroizquierda— y a la Coalición Cívica, parte como favorita que ganó las elecciones legislativas de 2021, pero las peleas internas entre sectores más o menos moderados ha ido creciendo y aumentan las dudas en torno a quién será su cabeza de cartel. 

El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta (de PRO y del sector moderado), aparece como el favorito para ser candidato presidencial pero los sectores más escorados a la derecha, Patricia Bullrich y el propio Mauricio Macri, podrían intentar canalizar el voto de rechazo al kirchnerismo. 

Además, Juntos por el Cambio ha visto como aparecen nuevas opciones a su derecha e izquierda: el liberal Javier Milei (derecha) puede robar votos a la coalición opositora mientras que la extrema izquierda se los arrebataría al kirchnerismo, además de canalizar el rechazo a la actual gestión. 

Como señala Carlos Pagni, analista del diario La Nación, «la intención de voto del Frente de Todos —menor a la de Juntos por el Cambio— muestra que el Gobierno es muy malo, pero que el peronismo sigue teniendo competitividad… la gran noticia es el atractivo de los denominados libertarios —en tercer lugar— como Milei y Espert, no como candidatos, sino como grupo político. Esto es importante porque daría la impresión de que estamos en un proceso político que es la inversa del de 2013 y 2015. En esos años la gran novedad es que al peronismo se le había desprendido Sergio Massa. La pregunta es de dónde vienen los votantes de los libertarios. ¿Del Frente de Todos o de Juntos por el Cambio? Lo más probable es que vengan de los dos lados, pero de Juntos por el Cambio, que está ante un problema de representación de la clase media antikirchnerista».

Elecciones en Guatemala

En las elecciones en Guatemala va a haber continuidad no en cuanto a quién ocupa la presidencia sino por la persistencia de una dinámica tradicional: el país va a cumplir de nuevo con una ley no escrita, la de que nunca repite victoria el oficialismo en unos comicios. Desde 1990 nunca el partido que ha estado en el poder ha revalidado un triunfo y ni siquiera ha logrado regresar a la presidencia en ninguna otra elección. Las primeras encuestas sobre los comicios presidenciales en Guatemala indican la existencia de, al menos, cuatro constantes: 

  • Primero, habrá voto de castigo: dos opositoras, Zury Ríos y Sandra Torres, encabezan los sondeos. Ambas son las aspirantes con más intención de voto, aunque todas las mediciones reflejan que Torres es rechazada por más electores que quienes la apoyan. Zury en cambio tiene un diferencial ligeramente positivo. El presunto candidato oficialista, Manuel Conde, está muy lejos de ellas.
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  • Segundo: en Guatemala no habría giro a la izquierda porque en ninguna medición se reflejaba que la candidata de ese espacio mejor situada, Thelma Cabrera, fuera a despuntar. Además, la autoridad electoral le ha dejado fuera de la carrera electoral. 
  • Tercero: igual que en 2015 con Jimmy Morales y 2019 con Alejandro Giammattei, existen posibilidades de que surja un candidato sorpresa. Por ahora, los focos apuntan a Edmond Mulet, del partido Cabal, que en algunas encuestas se sitúa como el segundo con mayor intención de voto. 
  • Y cuarto: como ha ocurrido desde 1985, es tal el grado de fragmentación que ningún candidato ganará en primera vuelta y habrá que acudir a un balotaje.

Como apunta Fritz Thomas en el diario Prensa Libre, «a estas alturas no se les puede dar mucha credibilidad a las encuestas, pero es significativo que el primero y segundo lugar es relativamente constante en ellas. Por lo pronto, se visualiza una batalla entre Zury y Sandra, desprendidas del pelotón. Podría surgir una chispa sorpresiva; una oferta electoral, meme en redes sociales o evento dramático que catapulte a algún improbable que no cuenta con organización partidaria. Con tantos candidatos, será muy difícil realizar debates u otro tipo de ejercicio mediático que permita a los votantes realmente comparar y contrastar cualidades personales y planes de trabajo. La publicidad se reducirá a los spots y artes que apruebe y paute el TSE, que vigilará que nadie se pase de las rayas que dibuje. Los medios utilizarán delicadas pinzas equitativas en reportajes, noticias y entrevistas. Se acerca la gran chamusca chapina».

Otras citas ante las urnas

Además, habrá otro tipo de elecciones de gran importancia a lo largo de 2023 más allá de estas tres presidenciales a las que habría que añadir las que tengan lugar en el convulsionado Haití:

-. En Ecuador ya han tenido lugar: se escogieron 5.667 cargos para elegir alcaldes, prefectos y vice prefectos, concejales urbanos, concejales rurales, vocales de juntas parroquiales e integrantes del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs). Las elecciones se realizaron el 5 de febrero de 2023. Además, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, convocó un referéndum para consultar a la población la eventual modificación de la Constitución en materia de seguridad ciudadana, instituciones del Estado y medioambiente. 

El resultado fue una fuerte derrota del Gobierno (Ecuador fue escenario de una nueva muestra de voto de castigo). Lasso aspiraba a salir fortalecido de la consulta y acabó perdiendo las ocho preguntas del referéndum, lo que ha desembocado en una crisis institucional: la Asamblea impulsa un juicio político al mandatario y Lasso se plantea cerrar el legislativo (lo que se conoce como «muerte cruzada» que desencadenaría una adelanto electoral). 

-. En México, en 2023, Coahuila y el Estado de México (Edomex) celebrarán elecciones ordinarias. 

Elegirán al titular del Ejecutivo, y en el caso de la primera entidad, la integración de la Legislatura estatal. Sobre todo, los comicios en Edomex son muy significativos porque es un estado tradicionalmente priista (este partido ha gobernado desde 1929) que podría acabar en manos de Morena, el partido oficialista, a un año de las presidenciales. Una victoria de la candidata de López Obrador en Edomex (Delfina Gómez) potenciaría aún más el favoritismo de MORENA para los comicios presidenciales de 2024. En el Estado de México, el más poblado del país, con unos 17 millones de habitantes, hay mucho en juego y esas elecciones marcarán el rumbo hacia 2024. 

-. En Colombia, las elecciones locales son contempladas como una prueba para medir el apoyo a Gustavo Petro y el respaldo a sus reformas. 

La meta del Pacto Histórico -la coalición de Petro- es ganar más de la mitad de las 1.102 alcaldías de Colombia y conquistar las ciudades más grandes del país (Bogotá, Medellín, Cali, Cúcuta, Bucaramanga, Cartagena, Manizales, Villavicencio, Soacha…) para reforzar su agenda de reformas a desplegar en 2023. Petro, que gozaba de un efecto teflón y popularidad el año pasado, encarará esta cita en un claro empeoramiento del panorama político, mayor contestación a sus reformas y pérdida de apoyos en el legislativo y en el Gobierno como evidencia la salida de Alejandro Gaviria del ministerio de Educación. 

Conclusiones

2023 es un año de múltiples encrucijadas para América Latina. Encrucijadas que, en líneas generales, deben dar el tono de por dónde va a ir la región en esta tercera década del siglo XXI convertida ya (tras la pandemia y la invasión rusa a Ucrania) en un parteaguas de la evolución de la historia latinoamericana y mundial

Va a ser un año que nos dirá si las dos grandes potencias regionales (Brasil y México) tienen capacidad para liderar a la región. En el caso de Brasil, para comprobar si el regreso de Lula da Silva a Planalto se traduce en «una vuelta de Brasil» al escenario internacional y regional. En lo tocante a México, para saber si se dirige hacia un final de sexenio tranquilo (algo que no ha ocurrido en este país desde los años 60) o las señales de incremento del disenso que existen en la actualidad se profundizan de cara a las presidenciales de 2024.

Es una encrucijada para los dos grandes proyectos de carácter reformista que existen en la región: Chile y Colombia. Para comprobar si Chile consigue por fin dotarse de una nueva carta magna capaz de garantizar la seguridad jurídica y la previsibilidad. En Colombia, 2023 debe confirmar si el plan de reformas de Gustavo Petro sigue caminando, como hasta ahora, o si desaparece el actual efecto teflón del que goza el mandatario. 

Es un año decisivo para el futuro de la gobernabilidad y la institucionalidad democrática en muchos países. En los que celebran elecciones como Paraguay, Argentina y Guatemala y para otros muchos: para que se alcance un acuerdo entre el Gobierno y la oposición en Venezuela por el cual se dé una pacífica y consensuada transición hacia unas elecciones que reconozcan las fuerzas políticas nacionales y la comunidad internacional. 

También es un año clave para gobiernos acosados por la inestabilidad como el de Perú -seis presidentes en seis años- o para aquellos que han visto como las pugnas internas paralizan la marcha de la nación (Ecuador, Bolivia, Costa Rica y Honduras). Un año 2023, finalmente, decisivo para los países de América Latina desde tres parámetros:

Desde un punto de vista político, para saber si la región vive un nuevo «giro a la izquierda» o, más bien, un voto de castigo permanente a los oficialismos. Más allá de las características específicas de cada elección, los comicios de este año en América Latina van a estar marcados por tres grandes tendencias:

  • La polarización
  1. La polarización, que ya estuvo presente en los comicios de Perú, Chile, Colombia o Brasil, va a seguir siendo una de las características que marquen a todos estos procesos electorales. 
  2. En Paraguay las pugnas políticas se definen entre «cartismo» y «anticartismo». La oposición al partido colorado donde sobresale Efraín Alegre ha llegado a definir estos comicios como una elección entre «patria y mafia».
  3. En Argentina, donde se ha acuñado un término para definir esta polarización (la «grieta»), el duelo electoral va a enfrentar a dos e incluso tres posiciones antagónicas. El oficialismo peronista -el kirchnerismo- va a tener enfrente a la oposición tradicional (Juntos por el Cambio) que más allá de sus matices -a veces muy marcados- se define como «antikirchnerista». Además, al margen del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio emerge la fuerza que apoya a Javier Milei (La Libertad Avanza) quien, a su vez, polariza entre la vieja clase política , «la casta», y lo que él aspira a representar de ruptura con «el régimen de 1983». 
  • La fragmentación

La crisis de representación de las democracias actuales debido, a su vez, a la debilidad por la que atraviesan los partidos políticos, tanto los históricos en los que se apoyaron las transiciones a las democracias (en los años 80 y 90) como las nuevas fuerzas surgidas a lo largo de este siglo, está detrás de la alta fragmentación partidaria que da lugar a legislativos multipartidistas. En este escenario se hace más complejo hallar la gobernabilidad, ya que es necesario tratar con muchos partidos en medio de un ambiente de fuerte polarización, lo que dificulta forjar amplias y estables alianzas. 

Además, muchos de los líderes políticos que llegan al poder lo hacen respaldados por coaliciones coyunturales negativas y «voto prestado», tras haber obtenido escaso apoyo en las primeras vueltas. Ese voto prestado pronto se desliga y desvincula de quien fue receptor de este lo que explica la fuerte y rápida caída en las encuestas del apoyo a los nuevos presidentes: lo que se conoce como la «turbopolítica». 

  • La compleja gobernabilidad
  • La polarización y la alta fragmentación hacen más compleja la gobernabilidad y lastran y ralentizan la gestión de unos gobiernos con escaso margen de acción político y económico para canalizar las demandas ciudadanas. Una ciudadanía que frustrada en sus expectativas ha reducido su confianza en el sistema y recurre al voto de castigo a los oficialismos, al respaldo a los outsiders -candidatos ajenos al sistema o directamente antisistema-, a la movilización social o a las protestas.
  • Desde una perspectiva económica, para conocer si continúa o no la parálisis económica y reformista que aleja a la región de la posibilidad de cambiar su matriz productiva y para vincularla a la IV Revolución industrial y alcanzar un crecimiento económico con desarrollo social. La región acumula una década esperando a Godot: a unas reformas estructurales que nunca llegan y cuya ausencia prolonga el estancamiento económico que padece la región desde 2013 y que la Cepal ya ha calificado como una segunda década perdida.
  • Y desde una visión geopolítica, para comprobar si Latinoamérica pierde su condición de región periférica y se convierte en un relevante actor internacional fortaleciendo nuevas alianzas estratégicas con, por ejemplo, la Unión Europea. Todo apunta a que América Latina va a ser cada vez más el nuevo escenario de un renovado «gran juego» geopolítico y geoeconómico de las grandes potencias mundiales ya que China, EEUU, Rusia y la UE ponen su foco en una región rica en fuente de energía renovable y materias primas como el litio, el hidrógeno verde, el cobre y las tierras raras, claves para la IV Revolución Industrial.

Rogelio Núñez es director adjunto del Observatorio Latinoamericano de la Universidad Francisco de Vitoria.

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