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OPINIÓN

Maduro, un cadáver insepulto

«Estamos a una semana de lograr que ocho millones de venezolanos volvamos a casa»

Maduro, un cadáver insepulto

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

Estamos a menos de una semana para que se concrete una de las gestas libertarias más memorables de lo que va de siglo XXI. Estamos a días de que el pueblo venezolano le dé al mundo un mensaje de esperanza y lucha tan poderoso, que paralice todos los corazones.

Estamos a una semana de lograr que ocho millones de venezolanos volvamos a casa. Estamos a horas de que inicie una transición democrática que marque el inicio de una nueva época para Hispanoamérica, nuestra caída del Muro de Berlín.

La dictadura ya está derrotada moralmente y esta es la derrota irreversible frente a cualquier dictadura. Ellos jamás esperaron este escenario, dado que estuvieron maniobrando desde un principio para tratar de imponer el candidato opositor. Tampoco se esperaron que María Corina Machado despertara este sentimiento de lucha en el pueblo venezolano, cansado de la represión, el hambre y la ignominia, ni mucho menos creyeron que la unidad podría unificarse en torno a Edmundo González.

Pase lo que pase, Maduro es un cadáver insepulto. No hay manera que gane legítimamente la contienda electoral del 28 de julio. Todos los estudios de opinión señalan de manera diáfana que el candidato de la Unidad, Edmundo González, aventaja por 25 puntos al dictador. La encuesta de la firma Delphos, que salió apenas este 17 de julio, indica que Edmundo tiene una intención de voto de 59% mientras Maduro apenas alcanza 24%. En la misma línea, otra empresa de estudios de opinión con amplia trayectoria y reconocimiento como Consultores 21, indicó en su investigación electoral del mes de julio que el candidato opositor tiene 32 puntos de ventaja sobre el madurismo, destacando además que esta brecha se mantiene sin importar los niveles de participación.

Por todo lo anterior, a Maduro solo le queda el instrumento de la violencia para tratar de vaciar de contenido el voto popular. No es otra la razón por la que lo vemos vociferando desesperado que «si gana la derecha, habrá un baño de sangre o una guerra civil». Por eso lo vemos arrestando dirigentes políticos, solamente en los últimos días 16 días van 73 personas apresadas por las fuerzas del Estado por el simple hecho de participar en la campaña electoral de la oposición. Por eso vimos el ataque contra los vehículos que trasladan a la líder de la oposición y por eso, no deja de cerrar negocios que le vendan alimentos o simplemente le
ofrezcan estadía a Edmundo o María Corina en sus giras por Venezuela.

Pero a pesar de la represión, estamos en un escenario ideal para producir el anhelado cambio político, pero no podemos pensar que el trabajo ya está consumado. Maduro y su grupo aún contemplan opciones para desconocer al pueblo soberano: los rumores van y vienen sobre una posible judicialización de la tarjeta de la Unidad (el principal partido político para poder materialmente votar por Edmundo González el 28 de julio), una eventual suspensión de las elecciones antes o durante la votación o incluso un fraude masivo para robarse las elecciones.

Como podemos ver, Maduro ha perdido todo, lo único que le queda es la fuerza bruta. El papel de la Fuerza Armada y la comunidad internacional se perfila como crucial para impedir que cualquiera de estas opciones se cristalice. La Fuerza Armada ha sido en estos 20 años el último escalón de lucha que nos ha faltado por conquistar, equilibrando siempre hasta ahora la cancha hacia el lado autoritario por la misma represión que vive: el 90% de los presos políticos de la actualidad son militares jóvenes. Sin embargo, las circunstancias parecieran distintas, ya que las Fuerzas Armadas también quiere un cambio en el país. Es un momento decisivo para que las Fuerzas Armadas se pongan del lado de Venezuela y su pueblo, alejándose de Cuba, Nicaragua, Rusia, Irán y China.

Por su parte, la comunidad internacional ha venido jugado un papel fundamental en el reconocimiento y el apoyo a la causa democrática, sin embargo, aún puede hacer más en estas horas. Llegó el momento de empujar y remar juntos todos los gobiernos que creen en la democracia para que el pueblo no solo se exprese libremente, sino que Maduro entienda que su propio bien debe abandonar el poder, comprendiendo que la estabilidad de América Latina depende inexorablemente de una Venezuela libre y próspera.

Este es un mensaje que engloba a todas las democracias del mundo libre, pero muy especialmente a los gobiernos vecinos que guardan afinidad ideológica con Maduro: Brasil, México y Colombia, más presión pública y privada sobre Maduro es esencial para evitar la violencia de Maduro y consagrar la paz del voto.

La continuidad de este régimen no solo no es una tragedia para los venezolanos, sino que sería calamitosa y apocalíptica para toda la región: los estudios de opinión más serios apuntan que si Maduro arrebata la elección por la fuerza, 20% de la población contemplaría la idea de emigrar, trayendo como resultado que cinco millones de venezolanos más se sumen a lo que ya es el éxodo más grande de la historia de América Latina.

A Maduro no le queda otra que mostrarse fuerte y apelar a la palanca represiva para intentar silenciar al pueblo que quiere cambio. Pero mientras más se aferra a la violencia, más se equivoca. Mientras más reprime, la gente más se rebela. No cabe duda de que las dictaduras se equivocan y esta se está equivocando. El 28 de julio haremos de nuevo el milagro de vencer democráticamente una dictadura. Estamos a una semana de escribir otra de las páginas más preciadas de la historia, y no estamos solos, Dios nos acompaña.

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