Maduro cada vez más pocho
Zapatero sí que es bienvenido en Venezuela y no otros políticos de otros países
El dictador Maduro dice que ha ganado las elecciones de Venezuela. El Consejo Nacional Electoral (CNE) controlado por el chavismo así lo atestigua. Estas dos primeras frases parecen grotescas y ridículas, pero por desgracia son la realidad de un país tan maravilloso que hasta Alicia tiene bigote y se llama Nicolás.
Según los datos oficialistas, la organización mafiosa liderada por Maduro obtuvo curiosamente el 51% de los votos. La mitad más uno del porcentaje absoluto. Un presunto resultado ajustado, que a la vez deja con la miel en los labios al pueblo que se quiere libre, y con la falsa esperanza de que el cambio es posible porque el sistema electoral sería justo. Que se piense que todo es legal, y fuera verdad todo lo que se dice fuera de sus fronteras, y formaran un sistema tiránico, lo lógico sería pensar que se adjudicarían un 80 o 90% de los votos y se quedarían tan panchos. Que un resultado tan ajustado consiga dar una apariencia de legalidad donde se reconoce que hay una gran oposición.
Maduro, una vez cerrados los colegios electorales, hizo unas declaraciones en las que dijo que aceptaría lo que las urnas dijeran, fuera el que fuera el resultado. Y es que los dictadores aceptan de muy buen grado acaparar el poder y hacer lo que sea necesario para mantenerlo.
En España nos llegaron imágenes esta última semana de Juan Carlos Monedero en algún mitin del sátrapa Maduro. Aparece bailando, si es que a eso que realiza se le puede llamar de esa manera, y no lo que realmente es, reírse del pueblo oprimido y empobrecido hasta límites difíciles de superar. El ideólogo de Podemos se contonea al son del hambre del pueblo, «perrea hasta el suelo» ante la pérdida de toda dignidad aparentemente indivisible a todo ser humano. Su indecencia se realiza a plena luz del día, de manera visible. Todo lo contrario a los apagones de hasta 48 horas sufridos por el pueblo venezolano de forma regular durante estos últimos años. A los iluminados nunca les deslumbra el poder. La oscuridad le pertenece al pueblo de tal manera, que cuando abren los ojos ven lo mismo que cuando desearan arrancárselos como consecuencia de lo visto y consiguieran su objetivo.
«Los dictadores aceptan de muy buen grado acaparar el poder y hacer lo que sea necesario para mantenerlo»
Luego está lo de Zapatero, al que un servidor votó. En mi endeble defensa debo decir que era extremadamente joven. La estupidez es algo que nos acompaña a todos, y yo en ese momento quise manifestarla de esa manera. Pero gracias a él, fue un error que deje de cometer. No porque me pasara al otro bando, sino porque decidí que a partir de ese momento todos los domingos serían tan sagrados, que ningún diablo volvería a hacerse con mi alma a través del voto.
Zapatero sí que es bienvenido en Venezuela y no otros políticos de otros países, que a diferencia de en Venezuela, sí que fueron elegidos por un sistema electoral no manipulado tan burdamente. Que no les dejen entrar y que el expresidente del gobierno calle ante esa acción tan autoritaria como antidemocrática, y haya querido entrar de igual manera en Venezuela, no solo habla de su catadura moral, sino de la evidencia de que reconoce y ampara la dictadura chavista de Maduro. El famoso «talante» que se encargó de expandir bajo su mandato en España, ha demostrado ha demostrado con el tiempo que era una cosa que nunca existió. Como mucho, se puede aceptar que lo protegía y escondía bajo su enorme cinismo.
Se dice que con los años el ser humano va adquiriendo posturas más conservadoras, que el idealismo progresista es una cosa de la juventud. A un servidor el paso de los años le ha hecho desideologizarse cada vez más. Las ideologías quieren pensarnos por nosotros, y mucha gente lo ha comprado porque es una cosa muy cómoda. Esperar a lo que dice mi partido político para tener una opinión. Pero volvamos a Zapatero, su proceso ha sido el contrario al mayoritario llevado a cabo por los demás. Sus posicionamientos ideológicos iniciales iban hacia una lógica socialdemocracia. Pero desde hace un tiempo ha derivado hacia una extrema izquierda autoritaria y, por tanto, antidemocrática, como demuestra sus buenas relaciones con Maduro, y otros personajes de la misma calaña.
España debería defender siempre los sistemas que amparan las libertades de sus individuos, y oponerse frontalmente a los que hacen lo contrario. Deberíamos mostrar una empatía especial con nuestros hermanos de Venezuela. Un país con el que mantenemos vínculos históricos y culturales, empezando por el idioma, no se merece ser abandonado por el nuestro. Aquí sufrimos la dictadura franquista durante cuarenta años, y parece que la parte más fanatizada de la izquierda no lo recuerde e insista en justificar un régimen igual de autoritario. Y es que la memoria de los abducidos ideológicos siempre es parcial e interesada, pero sobre todo peligrosa.