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Venezuela vive escalada autoritaria tras unas elecciones cuestionadas dentro y fuera del país

Las celebraciones chavistas comenzaron la propia noche del domingo, horas antes del anuncio de los resultados oficiales

Venezuela vive escalada autoritaria tras unas elecciones cuestionadas dentro y fuera del país

Los manifestantes se enfrentan a la Policía a las afueras de Caracas. | Reuters

Venezuela atraviesa horas intensas, de suspenso y agitación, tras las elecciones del 28 de julio, que han hecho realidad uno de los pronósticos que estaban en el escenario: una escalada autoritaria, con más represión, persecución contra líderes de la oposición y clara disposición a reprimir cualquier protesta o disidencia contra la verdad oficial.

El gobernante Nicolás Maduro ha sido proclamado de forma acelerada como nuevo presidente de la República para el período que va desde enero de 2025 hasta enero de 2030, con lo que se apresta a completar 18 años en el poder absoluto. Ha dejado claro que se dispone a imponer la paz, y a usar la fuerza y la ley para ello.

Lo hizo en un acto organizado por el Consejo Nacional Electoral, CNE, el organismo del caso que es controlado por el propio chavismo. A la vez llamó al diálogo y al entendimiento, recalcó que se impondrá la paz en el país y que no tolerará ninguna disidencia. «Para el que se coma la luz (se pase los límites) no va a haber perdón. Se acabó el perdón, cualquier delito de odio y violencia será castigado con la ley y la Constitución. Paz, paz y respeto a la ley y al pueblo de Venezuela», proclamó.

Culpó a la oposición de querer provocar lo que llamó un «apagón electoral», de cortar la luz en el país, y la acusó directamente de asaltar centros de votación, quemar actas e intentar promover protestas colectivas, cometer delitos de odio «y quién sabe más».

Maduro recibió el acta de totalización y adjudicación de la presidencia para un nuevo período, mientras varios gobiernos -incluyendo su aliado Brasil de Lula- así como la oposición, piden que haya una revisión de las actas de votación del acto electoral del 28 de julio.

Caracas amaneció tranquila este lunes 29 tras la intensa jornada electoral, pero a media mañana se iniciaron focos de protestas en varias barriadas populares, hubo cierres de algunas autopistas en vecindarios pobres, algunos vecinos hicieron sonar cacerolas en protesta contra el heredero del régimen instaurado por Hugo Chávez.

Por la tarde, una marcha de unas 1.500 personas, acompañadas por otras mil en motocicletas, recorrieron la céntrica avenida Francisco de Miranda, tras haber bajado de las colinas de la populosa barriada pobre de Petare, la favela más grande de Venezuela.

Horas antes del acto de Maduro, su fiscal general, Tarek William Saab dijo que este organismo emprenderá acciones contra quienes cierren vías, promuevan protestas y «el odio».

Saab también acusó a la líder opositora María Corina Machado de encabezar lo que califica el gobierno como un ataque cibernético contra las elecciones para entorpecer el sistema de transmisión de datos. Ese supuesto hackeo, ha dicho, salió desde Macedonia. Amenazó con acciones penales contra la popular dirigente que acusa al gobierno de haber perpetrado un fraude y de violar la soberanía del voto.

Ya durante la campaña electoral, de cara a ese 28 de julio, habían sido presos al menos 70 seguidores de María Corina, que trabajaban organizando los mítines y concentraciones de la oposición.  

Saab amenazó con aplicar a los manifestantes y opositores las penas de hasta 20 años de prisión contempladas en las leyes, una posibilidad a la que se expone, por cierto, en Venezuela cualquiera que emita un mensaje en la red X, o que ponga en sus estados de WhatsApp pensamientos polémicos o virulentos.

«Se metieron en el sistema de transmisión e impedían la transmisión de los datos para provocar un apagón electoral y que no hubiera resultados electores y ellos a esta hora tuvieran encendida a Venezuela. Ese fue el plan», agregó más tarde Maduro.

A las puertas del CNE una pequeña multitud de seguidores chavistas, banderillas en mano, celebraban la proclamación del gobernante.

Las celebraciones chavistas habían comenzado la propia noche del domingo, muchas horas antes del anuncio de los resultados oficiales. Cerca de 500 personas entre vecinos del centro de Caracas, militares y policías uniformados o de civiles, dirigentes políticos y comunales, y docenas de invitados internacionales llevaron en autobuses, ingresaron al palacio de gobierno donde ya desde temprano agitadores políticos a bordo de camiones, organizaban la manifestación, constató este reportero.

Hoy en su discurso Maduro ha dicho que con las elecciones la oposición quería quebrar el Estado «desde dentro» y que surgiera alguien desde dentro del poder, una figura, como ocurrió en Ucrania, con apoyo externo.  

Fue una aparente alusión a los casos de transiciones políticas ocurridas en regímenes autoritarios, donde lo que los académicos llaman una coalición dominante se fractura de adentro hacia afuera, provocando cambios en el poder. Fue lo que ocurrió, por ejemplo, en el Chile de Pinochet, tras el referendo de 1988, que tuvo que ser aceptado por el dictador para permitir la redemocratización del país.

Para muchos analistas políticos, la figura clave en este escenario era el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, quien en realidad es un fiel y férreo defensor del régimen chavista.

Maduro ha dicho en su discurso que de inmediato convocará un diálogo de todos los sectores, económicos y políticos. Ha prometido construir tres millones de viviendas y mantener a raya la inflación y promover el crecimiento de la economía por encima de ocho por ciento.

«El tiempo de odio lo superamos y no va a volver el tiempo de la intolerancia, es tiempo de diálogo, de consenso», dijo Maduro en un pasaje de su largo discurso ante un grupo de invitados que incluía al alto mando militar con uniformes de gala, toda la plana mayor del régimen chavista, dirigentes sociales y políticos del régimen y un grupo de embajadores y otros diplomáticos acreditados en el país.

En un aparente llamamiento a la capitulación de la oposición, y a que se detengan las demandas contra el régimen, dijo que «el único requisito» es reconocer a las instituciones al Estado. Maduro controla todos los poderes públicos, por lo que la oposición no tendrá espacio a dónde reclamar los resultados electorales. «A aquellos sectores de la sociedad que los volvieron a enganchar con la agenda de odio, intolerancia y violencia les hago un llamado a calma y cordura, respeto entre venezolanos», dijo.

En la noche del domingo, bandas de civiles armados, los llamados «colectivos», la primera línea de choque del chavismo en las protestas; recorrían Caracas en motocicletas para dispersar las manifestaciones en algunos centros de votación donde los opositores reclamaban ver las actas.

En la madrugada convoyes de camionetas de fuerzas policiales recorrían avenidas, cumpliendo una orden de patrullaje preventivo. En la tarde de este lunes, policías antimotines estaban desplegados en zonas clave, incluyendo la barriada de Petare, este de Caracas, la más populosa del país. «Vamos por ustedes, a los que apoyaron la guarimba (protesta) ayer», advirtió Maduro.

«Nos siguen subestimando como nos subestimaron en abril de 2002 (cuando un golpe palaciego intentó desalojar a Chávez del poder). Somos una realidad. En Venezuela hay instituciones», ha afirmado.

En Venezuela todo el sistema eléctrico está militarizado desde hace años y bajo estrictos controles de seguridad. La crisis energética determina que haya racionamiento y cortes programados de luz en todo el país, porque el agotado sistema de generación, transmisión y distribución sufre años de falta de inversiones y de personal técnico. Pero Maduro siempre culpa a la oposición de esos apagones.

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