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Kamala Harris o cómo diseñar una gran convención exprés

El efecto Kamala se sustenta en las dinastías Clinton y Obama y en el dinero de las corporaciones tecnológicas

Kamala Harris o cómo diseñar una gran convención exprés

Kamala Harris junto a Joe Biden durante la convención demócrata. | Reuters

Hace menos de quince días, Kamala Harris, oculta durante cuatro años tras la decadencia del presidente Biden y ahora fulgurante estrella de la política mundial, tuvo que elegir a trompicones a su candidato a la vicepresidencia, Tim Walz. El Gobernador de Minnesota es un hombre de pasado vario, el que va de sus servicios de juventud en el ejército estadounidense (conmovido por el desastre de Vietnam) a sus años como aplicado profesor. Podría haber sido ese perfil u otro el indicado para los demócratas. Lo noticioso sigue siendo que Walz fue seleccionado apurando el plazo del registro oficial para imprimir (físicamente) el ticket demócrata en las papeletas electorales. 

El pasado 13 de julio, Thomas Matthew Crooks intentó asesinar a Donald Trump en Butler, Pensilvania. El día 21, el actual presidente abandonó la carrera con las encuestas en su contra y el 23 de ese mes, Harris, urgió su primer discurso como candidata in pectore, aprovechando la entrega de unos premios del deporte en las dependencias de la Casa Blanca.     

Se advertía a comienzos de agosto que la nueva candidata -aún por confirmar definitivamente- llegaba sin margen para seguir en la Casa Blanca. Pero, a tenor del fulgor imparable del mercado político estadounidense, el tiempo es un producto fabricado en los departamentos de estrategia de los partidos, que se extiende en los medios y se exhibe en el mostrador de una Convención Nacional apabullante, programada a la velocidad de TikTok e Instagram.    

Hasta el jueves, el Partido Demócrata celebra la suya en Chicago, ciudad de nefasto recuerdo cuando en 1968, con la marejada de las protestas contra la guerra de Vietnam, los partidarios de uno y otro candidato presidencial llegaron a los puños para imponer tesis o al menos mamporros tras la renuncia a la reelección del entonces presidente, Lyndon B. Johnson. Caso análogo al de Biden: mandatario en ejercicio que decide no competir por el segundo mandato. Decir Chicago era, en jerga demócrata, decir «desastre», pero el partido se ha conjurado con una disciplina prusiana, ignorando los procedimientos de participación y sus propias reglas y, en una estrategia extractiva muy eficaz, levantando fondos de las grandes corporaciones y donantes. Kamala fue fiscal general de California y se insiste en que ella es una mujer de integridad indoblegable (el propio Joe Biden lo reiteró en su discurso de pass the torch-pasa la antorcha-), criada en una familia de clase media de orígenes jamaicanos e indios y que trabajó en un McDonald’s para poder afrontar sus estudios superiores. 

En el primer día de convención se han sucedido los testimonios de amigas, familiares y compañeros de la (pre) candidata que recordaban asuntos de su edad de escolar, cuando ella ya era una niña capaz de dar la cara en el patio por los demás e incluso exponerse a una pelea.  

El diseño de la personalidad política de Kamala insiste en el vínculo con la clase media para armar la idea de que América sigue siendo el lugar de las oportunidades, donde no hay nada imposible y todos tienen su lugar. Pero el efecto Kamala se sustenta en las posibilidades de victoria respaldadas por las dinastías Clinton y Obama y financiadas con una floreciente cantidad de dinero de las corporaciones tecnológicas de California, donde ella es bien vista para las expectativas de negocio y control de la población.  

Los demócratas insisten en que han rebajado el precio de los medicamentos y han aprobado una ley más restrictiva en el uso de armas en un país donde mueren más personas por arma de fuego que por cáncer, según recordó Biden crispadamente durante su intervención en la convención. 

Los grandes lobbies también tienen fuertes vínculos con el partido de Kamala. Además, ella se enfrenta a la dificultad de armonizar un discurso que promulga afecto por los migrantes – 11 millones de personas sin documentación en Estados Unidos, según recientes estimaciones— y una política de Estado que difunde sus medidas contundentes en frontera. En diciembre de 2023, la actual administración Biden, señaló que 250.000 personas fueron rechazadas en la frontera sudoeste, en la línea que la separa de México, cifra máxima. Igualmente, Kamala tendrá que decidirse respecto a Palestina, que mantiene a su partido y al país dividido.       

En las próximas horas veremos el vínculo tutelar de Obama, cuya campaña Hope servirá de referencia para una candidata que, como el presidente nacido en Illinois, utiliza trajes ocres como símbolo de identidad.   

Hillary Clinton, derrotada ante Trump en las elecciones de 2016, gritaba en su discurso de Chicago, «el futuro está aquí y en nuestras manos». Hoy, Joe Biden descansa en las playas de California, dejando atrás la feroz carrera hacia la Casa Blanca y su relevo abre expectativas de continuidad en el poder de Estados Unidos.   

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