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Harris vs Trump: lo que está por venir en solo 73 días

Concluida la Convención Nacional del Partido Demócrata, Kamala Harris se afianza mientras Trump pierde su ventaja

Harris vs Trump: lo que está por venir en solo 73 días

Ilustración de Alejandra Svriz.

Donald Trump ha dicho de ella que tiene risa de desequilibrada, que es una comunista empeñada en fulminar los seguros de salud para imponer una república soviética, y tan poco inteligente que impedirá el consumo de carne en un país de hamburguesas y smokehouses. Este retrato grotesco de la súbitamente imponente candidata del Partido Demócrata (Oakland, California, 1964) tiene buena recepción entre los excitados partidarios del líder de MAGA (antes conocido como el Partido Republicano), y es el opuesto a la imagen de integridad y constancia apuntalada con éxito en la Convención de Chicago de la figura de Kamala Harris. De esa fábrica ha salido una efigie fulgurante, el evangelio de la propaganda, según el cual, ella es The Fighter —revisen el vídeo promocional si tienen unos minutos—, una luchadora cercana al universo Marvel, con superpoderes civiles. 

La cita de Chicago, replanteada en apenas un mes, ha logrado el diseño eficaz de una personalidad atractivamente presidenciable. Kamala, tras cuatro días de aparente derroche, jolgorio y luces, cuenta ahora con la vitola del patriotismo, después de haber sabido añadir a su ajuar guiños a la potencia militar de EEUU y al liderazgo en el mundo por la carrera espacial y la inteligencia artificial. «No nos dejaremos sobrepasar por China. Somos los herederos de la primera democracia, escribamos un nuevo capítulo, sentid el privilegio y el orgullo de ser americanos. Id a por ello». Ahora todo descansa, según nos han contado y millones de americanos quieren creer, sobre los hombros de una mujer que fue la niña a la que su padre decía en el parque «corre y no tengas miedo» y luego, la indoblegable Fiscal General de California a la que su hermana, Maya, llama sencillamente ‘General’. La conexión entre la presidencia de Obama y la propuesta de Kamala llevan la misma firma: Adam Frankel; él lideró la escritura de discursos en 2008, y se ha vuelto a encargar del compacto texto de aceptación presidencial.    

Estados Unidos se lanza a diez semanas de campaña balanceándose entre dos polos virulentamente enfrentados después de que el propio Obama, durante su intervención en la Convención Demócrata, instara a salvar la distancia entre «la política y el algoritmo» y «a ganar sin humillar al rival». En el debate por la Casa Blanca del cercano 10 de septiembre se comprobará cuánto queda de este propósito autojustificativo, cuando en ninguno de los cara a cara celebrados desde 2016 —ocho años viciados por el rastro del trumpismo—, los participantes han acordado, ni siquiera, darse la mano. 

Unos días después de este primer encuentro televisado Harris/Trump, el juez Juan Manuel Merchán, de origen colombiano y el primero de su familia en formarse en la universidad, dictará sentencia respecto a los 34 cargos de falseamiento de registros contables por parte del líder de MAGA. El falseamiento fue la argucia para ocultar pagos a la actriz porno, Stormy Daniels. El billonario podría ser sentenciado hasta con 20 años de cárcel, pero sobre Merchán y sobre el fiscal neoyorkino, Alvin Bragg, hay una losa de presión para evitar convertirlo en el «mártir» que pronosticó un «baño de sangre» si le impiden cumplir con otros cuatro años más en la Casa Blanca.

En esta campaña, Trump ha vuelto a defender a la horda que asaltó el Capitolio el 6 de enero de 2021: murieron 5 personas y 140 resultaron heridas. La revista Time difundió recientemente una coctelera de datos respecto al clima de violencia del país: el 34 por ciento de los americanos cree que acciones contra el Gobierno pueden estar justificadas y el 20 por ciento considera que América tiene que recurrir a la violencia para devolver «las cosas a su lugar». En los últimos años, el revanchismo ha justificado decenas de amenazas o tentativas de agresión, como la planificación del asesinato del juez de la Corte Suprema, Brett Kavanaugh o el asalto a la casa de la ex-speaker de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.  

Durante las noches de la festiva, aparatosa y frívola Convención Demócrata, los deslumbrantes rascacielos de Chicago prendían sus neones con los colores rojo, blanco y azul de la bandera estadounidense, identificando la ciudad con la causa que ahora lidera Harris. Causa difusa en cuestiones esenciales como los migrantes, cientos de miles de los cuales, ya en solicitud de regularización, comprueban como el Gobierno de Biden lleva meses acelerando su proceso de normalización y, por tanto, estarán habilitados para votar en las inminentes elecciones presidenciales; causa difusa porque, la misma administración ha intensificado el control de la frontera sur, procediendo a repeler el acceso al sueño americano; y difusa también respecto a otras cuestiones principales como la solución del conflicto entre Israel y Palestina. 

En 73 días, todo este imponente caudal de expectativas demócratas podría ir al depósito de proyectos descartados de la Historia, pero, tras Chicago, Kamala Harris cuenta con una ventajosa posición en su camino a la elección del 5 de noviembre. Ella misma contó que a lo largo de su vida se ha acostumbrado a grandes giros de guion y que, al cabo, solo tiene un cliente: la gente.

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