El día después del conflicto en Oriente Medio
La estrategia de Israel y la paciencia táctica de Irán redefinen las fronteras de la disuasión en la región
Se cumplió lo prometido por Israel. Se produjo su respuesta. Hubo un primer ataque directo de Irán en abril con un cierto «preaviso», cuya letalidad no hubiera podido ser evitada sin la ayuda de EEUU y otros países, más un segundo ataque «sin preaviso» y con más de 180 misiles a principios de octubre. Y no debemos menospreciar, además, los ataques mediante vehículos aéreos no tripulados de Hezbolá a la residencia de Netanyahu y a distintas localizaciones de unidades de inteligencia en el centro de Israel. La dinámica acción-reacción se perpetua.
El ministro de Defensa Gallant prometía un «ataque rápido, letal y preciso», para disminuir las capacidades estratégicas, operacionales y tácticas del régimen iraní. En su planeamiento y ejecución influyeron, casi con toda seguridad, las filtraciones que se produjeron con documentación de la NGA (Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial de EEUU). Y aunque nunca sabremos si fue una filtración «medida y dirigida» desde dentro de EEUU o desde fuera, casi con toda seguridad cambió ciertos objetivos del ataque.
De este modo, en una operación limitada, Israel parece haber asestado un golpe significativo a las capacidades del régimen de Teherán para la producción de misiles, dificultando cualquier futuro ataque que pudiera saturar o superar las defensas aéreas de Israel.
Pero veamos más allá: presumiblemente, el objetivo del Estado de Israel fuera la preparación y conformación del campo de batalla en una determinada zona de Irán, reservándose la posibilidad de asestar un ataque futuro mucho más severo, especialmente si los ayatolas optaran por un tercer ataque directo sobre ellos. En esta preparación del terreno, se atacaron objetivos militares, tales como fábricas de misiles y drones, instalaciones militares, fábricas de combustible sólido utilizado para propulsar misiles balísticos, así como la defensa antiaérea asociada, entre ellas alguna batería de S-300 de fabricación rusa.
Es como si Israel, que en estos momentos ha ganado la iniciativa en este conflicto, intentara retener su libertad de acción, mantener la capacidad de ejecución de alguna acción futura y subrayar su voluntad de vencer y su determinación de tomar decisiones autónomas, cuando los intereses vitales de Israel están en juego. Y es ahí donde creo debemos enmarcar la difícil relación política entre los gobiernos actuales de EEUU y de Israel y sobre todo entre Biden y Netanyahu. Y quizás también en el futuro, independientemente de los resultados de las elecciones en EEUU.
Volviendo a la partida de ajedrez que establecimos en análisis anteriores, se nos plantea ahora el siguiente movimiento de las piezas negras, las iranies. Se abren varias jugadas:
- Anclarse públicamente en su tradicional retorica bélica, pero únicamente con la estratagema de reorganizar el tablero, pues tienen muchas cosas o «piezas» que proteger en estos momentos. Estas serían: su Reina, el programa nuclear; su Rey, el líder Supremo Ali Jamenei; sus torres, Hezbolá y la Guardia Revolucionaria; sus alfiles, las milicias chiitas en Siria, Irak y Yemen; sus caballos, Hamas y la Yihad Islámica en Cisjordania; y sus peones, que son Hamas y Yihad islámica en Gaza. Todo ello además garantizando su financiación por el petróleo, el extraordinario nivel de vida de la clase dirigente iraní y la perpetuación del Régimen.
Todos son «valores» a proteger para el Régimen, complementarios a ese intento ideológico y religioso de ser una potencia líder en Oriente Medio y que puede indicar, que la decisión política y la acción militar de Israel han logrado los objetivos de paralizar de momento la acción directa de Irán.
- Lanzar una ofensiva coordinada desde Teherán, pero usando sus alfiles desde Siria, Irak y Yemen, que les devolviera la iniciativa o a una mejor posición en el tablero, y a su vez evitar una represalia israelí sobre su territorio. Aunque sería notorio quién está detrás, siempre se podría aducir que no ha habido un ataque directo. En este contexto, la inteligencia israelí sugiere que Irán se está preparando para atacar Israel desde territorio iraquí en los próximos días, posiblemente antes de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
- Podría decidirse por entrar a jugar fuerte y comenzar intercambios de piezas con Israel: Irán atacaría directamente con misiles y/o con su fuerza aérea, sobre objetivos equivalentes en territorio israelí. Independientemente de los tiempos, las valoraciones, connotaciones y consenso políticos, Israel «obedecería» a EEUU hasta un cierto limite. Limite enmarcado o basado en pensar en sus intereses vitales y retener la libertad de acción en sus términos, para preservar la vida de sus ciudadanos, su soberanía, lograr la liberación de los rehenes y la vuelta de los desplazados en el sur y en el norte. Y la respuesta podría ser muy severa y con otros medios o sistemas de armas.
En resumen, en la segunda y tercera posibilidad, no sería de descartar una anticipación de las piezas blancas, es decir, un duro ataque preventivo de Israel enmarcado como parte del mismo movimiento anterior, donde la elección de los objetivos a atacar sería de una extraordinaria gravedad. Todo es posible cuando las espadas están en alto.
Esta partida librada en el tablero de Oriente Medio tiene espectadores de excepción: las naciones árabes, observan los movimientos de Israel e Irán, en este dilema de acción-reacción, amenazas y advertencias y, en última instancia, destrucción y guerra. Por ejemplo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita emitió un comunicado condenando el último ataque israelí, «aconsejando» a todas las partes a ejercer moderación, advirtiendo que el creciente conflicto en Oriente Medio «amenaza la seguridad y la estabilidad de los países y los pueblos de la región». Poco más podía decir que este mensaje de retórica diplomática.
Dejemos el campo táctico-operacional por el estratégico por un momento, en esta confrontación Israel-Irán y evaluemos con brevedad, y ciertamente con la posibilidad de equivocarnos, la actuación de los testigos y espectadores de esta dura partida, y sobre todo de Arabia Saudí, entre otros.
Esa condena muy comedida y diplomática de Arabia Saudí al último ataque de Israel a Irán puede haber tenido un cierto efecto en todo Oriente Medio, dada la relación históricamente tensa entre los tres países. Durante décadas, Arabia Saudita e Israel han sido adversarios y comparten una desconfianza mutua derivada de sus intereses ideológicos y geopolíticos divergentes. Sin embargo, en los últimos años se ha observado un cambio sutil en su relación, impulsado por una preocupación compartida por la creciente influencia regional de Irán.
Irán, con su apoyo a varios grupos terroristas en la región y sus ambiciones nucleares, ha emergido como una amenaza común tanto para Arabia Saudita como para Israel. Esta percepción compartida de amenaza ha llevado a un entendimiento tácito entre los dos países, en el que ambos reconocen la necesidad de contrarrestar las tendencias expansionistas y hegemónicas islámicas de Irán. Sin embargo, este entendimiento no se ha traducido en una alianza abierta, ya que Arabia Saudita no ha firmado aún los Acuerdos de Abraham y sigue siendo muy cautelosa en sus relaciones con Israel, debido a sus sensibilidades políticas internas y sus compromisos regionales. Cualquier apoyo manifiesto a Israel, incluso frente a una amenaza compartida, podría provocar una reacción interna y socavar la legitimidad del gobierno.
Arabia Saudita desea desempeñar un papel más destacado en los asuntos internacionales y el hecho de condenar el ataque de Israel a Irán, le permite «posicionarse» como un actor responsable e influyente en la región, manteniendo el liderazgo. Esto demostraría su compromiso con el derecho y las normas internacionales, al tiempo que destaca su capacidad para mediar en disputas y promover la estabilidad regional.
Ya vislumbrando un posible punto de inflexión en las relaciones regionales, volvamos a centrarnos en la situación táctico-operacional, para examinar cómo podrían quedar Gaza y Líbano:
Gaza
Según un informe de la agencia de noticias afiliada a la Guardia Revolucionaria iraní Tasnim News, varias facciones palestinas están sopesando un posible alto el fuego. El mensaje principal que trasladan estos grupos tales como el Frente Popular de Liberación de Palestina y la Yihad Islámica es que un alto el fuego debe satisfacer sus necesidades. No dicen exactamente cuáles son estas, pero dan a entender que quieren sentir que han salido de un año de guerra con algún sentimiento de victoria. Curioso, al menos: tal vez lo que intentan expresar es que piensan que sobrevivir a la guerra es una victoria en sí misma.
Con respecto a Hamas, el rechazo a cualquier alto al fuego o acuerdo de rehenes que no ponga fin a la guerra es total. No quiere un cese temporal, y ha reiterado su insistencia en un alto el fuego duradero, mientras mediadores estadounidenses, egipcios y qataríes intentan persuadir al grupo terrorista palestino que lo mejor es que regrese a la mesa de negociaciones.
La última propuesta implica el intercambio de varios rehenes, empezando por mujeres y niños, secuestrados durante la brutal y cruel masacre de Hamas el 7 de octubre de 2023 por presos del grupo terrorista palestino y el aumento de la ayuda a Gaza. De llegarse a un acuerdo, aproximadamente 15 rehenes israelíes serían intercambiados por unos 100 presos palestinos en Israel, y se lograría una pausa de un mes en los combates en la Franja de Gaza.
El enroque es total, pues la propuesta no exige una retirada total de las fuerzas israelíes de Gaza ni el fin completo de los combates, que han sido puntos conflictivos en rondas anteriores de negociaciones fallidas. Hamas ha insistido que no aceptará nada menos. Y quedan aproximadamente entre 95 y 100 rehenes en sus manos, aunque se teme por la vida de muchos de ellos. Se barajan cifras, desgraciadamente, de sólo unos 50 rehenes vivos.
Independientemente de las negociaciones, los combates seguirán por un relativo espacio de tiempo, pero casi con toda seguridad se abren dos o tres posibilidades en el medio-largo plazo:
- La creación por Israel de una zona desmilitarizada más amplia que la existente antes del 7 de octubre de 2023 y que iría desde la costa, Rafah y el paso de Kerem Shalom (corredor Filadelfia), para continuar hacia Bait Hanun, el paso Eretz y desde allí a la costa. El territorio de Gaza sería menor, pero tendría una continuidad geográfica.
- Además de esta zona desmilitarizada, crear una zona mayor a ambos lados de corredor Netzarim , justo al sur de la ciudad de Gaza, que dividiría el territorio de la franja de Gaza en dos.
- Y cabría la hipotética posibilidad de una zona ocupada por Israel, al norte de la ciudad de Gaza con futuros asentamientos, a modo de «precio» por la derrota de Hamás y los crueles asesinatos y secuestros del 7 de octubre de 2023.
A corto plazo, descartamos la posibilidad de una intervención militar de una coalición de países árabes moderados apoyada por EEUU. Sin embargo, a medio y largo plazo, sí podría considerarse el apoyo de estos países y de Israel en la reconstrucción de Gaza (Arabia Saudí, EAU, Bahréin, etc.), contribuyendo a la normalización y recuperación mediante proyectos de infraestructura, energías renovables, transporte, educación, entre otros. Esto podría marcar un punto de inflexión en la región en el futuro.
Líbano
Las operaciones militares están siendo más focalizadas y limitadas, basadas en abundante información de Inteligencia adquirida pacientemente durante muchos años, comenzando la operación con la eliminación, en gran medida, de la cadena de mando superior e intermedia de Hezbolá, continuando con una importante campaña aérea contra objetivos en Beirut, en el valle de la Bekaa y la zona sur del Líbano y finalmente, una invasión terrestre.
Las condiciones del terreno en el Líbano y las capacidades y el adiestramiento de Hezbolá son totalmente diferentes a Hamas y la Yihad Islámica. A pesar de que las FDI están sufriendo un cierto número de bajas, que se suman a todas las que ha habido desde el 7 de octubre de 2023, podemos observar que se están consiguiendo sus objetivos operacionales y que ya son más esporádicos los ataques con cohetes/misiles desde esa zona, aunque continúen haciendo mucho daño aún, con sus salvas de misiles y sobre todo drones que vuelan a baja cota. Estas acciones muestran aún un cierto grado de coordinación entre las fuerzas de Hezbolá.
Hezbolá esperaba que las FDI operaran como en 2006, pero parece que sobre el terreno se ha actuado de una manera más certera y metódica. Son acciones, como decíamos anteriormente, más basadas en inteligencia siendo cada vez más precisos y encontrando un gran número de túneles, almacenes de munición y sistemas de armas y eliminando un gran número de combatientes de Hezbolá. Con seguridad, Irán estará intentando reconstruir y reposicionar a su «torre» (Hezbolá), empezando por su estructura de mando y a la vez, aumentando su control sobre el grupo terrorista. Pero dudo que Israel lo permita.
Debemos tener claro que, casi con toda seguridad, los objetivos estratégicos y operacionales en el sur del Líbano para el gobierno de Israel eran y todavía son, tomar las medidas necesarias y efectuar las acciones pertinentes, para permitir el regreso de los desplazados israelíes de la zona norte, reducir las capacidades ofensivas de Hezbolá y lograr una zona de seguridad en el sur del Líbano.
Israel no definió en esta ocasión objetivos similares a los de 2006. Destruir a Hezbolá no parece haber sido el propósito principal. Además, aunque Hezbolá pareciera invencible y siga realizando acciones que provocan muerte, dolor y daños, su capacidad se ha visto considerablemente afectada.
La campaña israelí para destruir a Hezbolá está en su apogeo. Estos meses de guerra han transformado el Líbano y no precisamente para bien. Como es conocido, Hezbolá no es sólo una milicia terrorista, sino un «Estado» en sí mismo, que se ha engullido a otro Estado fallido, débil y abandonado a su suerte, como es el Líbano. Formada bajo la tutela del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán desde los años ochenta, ha sido durante mucho tiempo la vanguardia del «Eje de la Resistencia» de Teherán. Hezbolá tiene, además del ala militar y política, otra socioeconómica que ha sido especialmente dañada y destruida en parte por Israel. Administra bancos, hospitales, un sistema de asistencia social y una economía paralela de importaciones libres de impuestos y tráfico de drogas, que ha enriquecido y empoderado a la comunidad chiíta, que era pobre y estaba «oprimida»
Pero también aquí puede adivinarse un punto de inflexión. La devastación de este conflicto se extiende mucho más allá de Hezbolá y no puede ser ignorada tan fácilmente. La población libanesa está sufriendo en sus carnes el desplazamiento, la muerte y la destrucción y puede pasarle factura al grupo pro-Irán. Es posible que Hezbolá sea cada vez más consciente de sus vulnerabilidades internas y de la creciente falta de apoyo del pueblo libanés, que, aunque no pueda expresarlo abiertamente, está harto y agotado.
Israel mantiene sus decisiones en aspectos de seguridad vital para sus ciudadanos y continuará debilitando a Hezbolá. Continuará su campaña de ataques aéreos y guerra terrestre hasta que se vea obligado a detenerse, ya sea por agotamiento o, más probablemente, por un alto el fuego patrocinado por Estados Unidos que es muy poco probable que llegue antes de que el próximo presidente preste juramento. Y veremos qué ocurre después. ¿Habrá una nueva resolución de Naciones Unidas? ¿Se seguirá aplicando la 1701? Es casi seguro que ni el gobierno del Líbano ni sus fuerzas armadas, las LAF, desarmarán a Hezbolá de forma definitiva; solo la pérdida del apoyo militar y económico de Irán podría lograr ese cambio.
En conclusión, es posible plantear algunas reflexiones que, sin pretender tener certeza absoluta, podrían representar un punto de inflexión y, a medio y largo plazo, generar un cambio geopolítico relevante en Oriente Medio, en el contexto de este complejo tablero estratégico:
- En el contexto actual, Israel ha tomado la iniciativa en el conflicto y busca mantener su libertad de acción, además de asegurar la capacidad para llevar a cabo futuras operaciones. También pretende reafirmar su determinación de tomar decisiones de manera independiente cuando sus intereses vitales están en juego.
- El fracaso táctico y estratégico de Hamas es casi definitivo. Sólo se aferra a la baza criminal de la retención de los rehenes y el perpetuar el trauma del 7 de octubre, hecho que es una herida abierta y no cicatrizada en la sociedad israelí. En Gaza, y una vez que las capacidades de los grupos terroristas allí presentes hayan desaparecido, se producirá un cambio significativo en el entorno geográfico de dicha Franja, con alguna de las tres posibilidades previamente expuestas. A medio y largo plazo, será necesario un enfoque multidisciplinar —que abarque desarrollo económico, educativo y otros ámbitos— para lograr una estabilidad duradera en la región.
- En lo que respecta a Hezbolá, los objetivos de degradar sus capacidades y facilitar el retorno de los desplazados israelíes de la zona norte parecen más alcanzables. Sin embargo, a pesar del número de bajas sufridas por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), no se puede descartar la posibilidad de un uso de la fuerza mucho más intensivo, masivo, focalizado y destructivo por parte de Israel, antes de que se logre un cese de hostilidades.
- En lo que respecta a Irán, no cabe duda de que el ataque preciso y limitado realizado por Israel a finales de octubre fue operacionalmente exitoso. Este ataque tendrá un impacto en las capacidades de misiles balísticos de Teherán y podría influir en su decisión de llevar a cabo un ataque contra Israel por tercera vez en un futuro cercano. Aun así, no cabe descartar un ataque de Irán directo o de algunas de sus «piezas» negras sobre Israel, lo que desembocaría caso con seguridad en una respuesta contundente y dura por parte de Jerusalén, con apoyo de EEUU, que podría ser preventiva y dirigida a objetivos de mucha más importancia estratégica militar y económica, utilizando su fuerza aérea y otros sistemas de armas más sofisticados. Después de dos ataques masivos directos por parte de Irán, que incluyeron más de 300 misiles y drones en abril, así como más de 180 misiles balísticos el 1 de octubre, Israel podría considerar que Irán está dispuesto a escalar el conflicto, sin ninguna mesura o restricción.
- Desde la perspectiva de Israel, actualmente se presenta una oportunidad estratégica para redefinir el equilibrio de disuasión en la región y debilitar la influencia de Irán. Existe la posibilidad de que Israel logre retrasar o incluso anular el programa nuclear iraní. Sin embargo, es crucial considerar que el orgullo herido y la creciente presión interna en Irán podrían llevar a una represalia apresurada, como un ataque masivo con misiles hacia Israel, que podría saturar sus defensas antiaéreas, a pesar del apoyo estadounidense.
Si un ataque de este tipo se produce en el contexto de las elecciones estadounidenses, Israel podría encontrar la justificación para llevar a cabo ataques más específicos contra la infraestructura nuclear de Irán, lo que representaría un escenario extremadamente peligroso para la región. Además, es fundamental recordar la necesidad de proteger los intereses vitales de Israel.
Pero no nos equivoquemos, es importante reconocer que los iraníes, expertos en la invención persa del ajedrez, son plenamente conscientes de las capacidades recientemente exhibidas por Israel, así como de aquellas que no han sido mostradas. Se debe considerar si Irán optará por ejercer «paciencia estratégica», esperando los resultados de las elecciones en Estados Unidos, con la expectativa de que una nueva administración pueda ser más conciliadora en sus relaciones.
Israel ha demostrado su capacidad para operar con considerable libertad en las zonas más delicadas del Medio Oriente. Sin embargo, las restricciones diplomáticas y militares impuestas por Estados Unidos sobre el primer ministro Netanyahu han limitado potencialmente la opción de atacar las instalaciones del programa nuclear iraní. Esta realidad es bien entendida en Teherán, que ahora deberá evaluar si asumir nuevos riesgos en su cálculo estratégico, con resultados que podrían ser impredecibles.
Lo que parece indiscutible es que el conflicto en curso, que los académicos e historiadores eventualmente darán nombre, marcará un punto de inflexión en la región, provocando cambios significativos en los equilibrios de poder en Oriente Medio.
La partida de ajedrez en este tablero regional continúa…
Carlos de Antonio Alcázar es analista de seguridad del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria