Todo el poder para Trump
Harris ha sufrido la abstención de muchos votantes demócratas que no han creído que fuera a hacerlo mejor que Biden
La victoria de Donald Trump, que fue el 45º presidente de Estados Unidos y que será el 47º cuando jure su cargo el próximo 2o de enero, ha sido clara y rotunda. Ha liderado un movimiento que ha ganado las elecciones. La sorpresa no ha sido tanto la recta final –en cien días, una candidata improvisada con la impopularidad de Biden a cuestas no podía hacer mucho más de lo que ha hecho, y los sondeos lo pronosticaban, aunque con menor margen— como que Trump haya podido superar todo lo anterior.
Y no es poco: el violento desenlace de su primer mandato, cuando no aceptó la derrota, habló de fraude y animó a sus partidarios a asaltar el Congreso el 6 de enero de 2021; sus problemas judiciales y sus condenas, una de ellas por agresión sexual; sus procesos de destitución; las resistencias a su candidatura por parte de lo poco que queda del viejo Partido Republicano; y ya en verano, el cambio in extremis de Biden a finales de julio, que animó algo al alicaído Partido Demócrata, y los dos intentos de asesinato.
¿Qué ha pasado? Entre extravagancias y barbaridades, a la contra de medios de comunicación y élites, Trump supo hablar de las preocupaciones de muchos votantes: inflación e inmigración ilegal. Kamala Harris, rodeada de gente inteligente, sofisticada, con mucho dinero y muy buen gusto, no fue capaz de entender -ni de hablar- a esos votantes ni supo despegarse de la impopularidad de Biden.
Ha sido una indiscutible victoria para Trump en votos del Colegio Electoral, pero también en el voto popular, algo que no logró cuando ganó a Hillary Clinton en 2016. Es solo la segunda vez en 30 años que un republicano se lleva el voto popular. Y Trump se convierte en el segundo presidente de la historia en ganar dos mandatos no consecutivos.
Harris ha sufrido la abstención de muchos votantes demócratas que no han creído que ella fuera a hacerlo mejor que Biden por lo que respecta a la economía y la inflación y que se sienten poco representados o molestos por la onda woke de los activistas. El Partido Demócrata en general y la izquierda en particular necesitan hacer una reflexión profunda sobre la intolerancia en la que ha desembocado la corrección política, su alejamiento de las capas populares, sus coqueteos con los movimientos identitarios y su desconocimiento de las aspiraciones de los hispanos y otros grupos que no quieren ser miembros de tribus, sino ciudadanos.
Los republicanos controlan la Casa Blanca, el Senado y la Cámara de Representantes (aunque esta con alguna duda en el recuento final). Lo que se llama en EEUU un gobierno unificado –democrático, sin duda, pero que no deja de implicar la ausencia de los necesarios controles y equilibrios— no es nada frecuente, pero tiene algunos precedentes. Pasó en los dos primeros años tras la victoria de Obama en 2008; ocurrió durante gran parte del mandato del presidente Johnson, en los años 60, y en casi todo el periodo de Roosevelt.
Es una situación que garantiza el margen de maniobra necesario para aprobar leyes y evita vetos de las Cámaras a las decisiones de Casa Blanca. Obama aprobó así su reforma sanitaria, el Obamacare, y Johnson introdujo importantes cambios legislativos como la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de la Seguridad Social. A Roosevelt le permitió enfrentarse a la Gran Depresión y dirigir al país durante la Segunda Guerra Mundial. Cada dos años hay elecciones legislativas, completas en la Cámara y parciales en el Senado, así que el gobierno unificado no es una carta blanca eterna, pero es muy cómodo para el ganador, y muy dura la travesía del desierto para el partido derrotado. Sin olvidar la vía despejada para futuros nombramientos de jueces del Tribunal Supremo.
«Trump tiene ahora las manos libres. Tendrá inmunidad para sus asuntos legales pendientes y elegirá a su equipo de entre los auténticos leales»
Para qué pueden usar Trump y los republicanos esta situación no tiene mucho misterio, al menos los dos primeros años. Más proteccionismo económico con nuevos aranceles –ojo, España-, lucha contra la inmigración ilegal, tensión con China, aislacionismo con respecto a Europa y el mundo… El objetivo nacional será atender el malestar de los estadounidenses, que se quejan de la inflación y de los precios y que, en su mayoría, creen que el país no va en la dirección adecuada. Eso es, entre otras cosas, lo que le ha costado la elección a Kamala Harris, que llevaba cuatro años como vicepresidenta.
Trump tiene ahora las manos libres. Tiene todo el poder. Para colmo, ni siquiera debe preocuparse por su reelección: solo se puede estar ocho años en la Casa Blanca, consecutivos o no. Tendrá inmunidad para sus asuntos legales pendientes y elegirá a su equipo de entre los auténticos leales.
¿Qué nos espera a los países europeos? Por lo pronto, sería muy útil seguir el consejo de Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores: evitar las trampas del pánico y de la negación. El pánico que puede llevar a algunos «a firmar acuerdos bilaterales con Washington si implican algunas ventajas en cuanto a su seguridad», y la negación de no tomarse en serio a Trump y no prepararse para el nuevo mundo que viene, aclarando los intereses europeos en seguridad, Ucrania y relaciones comerciales y defendiéndolos, «con EEUU cuando sea posible, o solos si no hay más remedio». En definitiva, Europa «tiene que aprender a defenderse con menos América».
Es interesante en este sentido el mensaje de felicitación que le ha enviado el presidente francés Emmanuel Macron: «Enhorabuena, presidente Donald Trump. Listo para trabajar juntos como lo hemos hecho durante los últimos cuatro años. Con sus convicciones y con las mías. Con respeto y ambición. Por una mayor paz y prosperidad». Mucha más finura que el húngaro Viktor Orbán, que está convencido de que la victoria de Trump es una gran noticia para todo el mundo.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que debería estar muy preocupado –esta ha sido una victoria de Putin- ha hecho de tripas corazón y también le ha expresado a Trump sus mejores deseos de cooperación. Ya puede Zelenski darse por satisfecho si saca algo de los dos meses y medio que le quedan a Biden en la Casa Blanca. Quizá algunos temores se revelen infundados, habrá que esperar y ver. Pero los ucranianos, y los europeos, saben que durante los cuatro próximos años, EEUU estará un poco más lejos de lo que estaba.